Catalonia Atocha, funcionalismo estético en el centro de Madrid

Se cumple una década desde que abriera sus puertas en la calle de Atocha un hotel de fachada monumental, el tercero que posee la cadena Catalonia en esta misma arteria del madrileño Barrio de las Letras. Es quizá de las zonas que mayor gentrificación está viviendo hoy en la capital, con varios proyectos hoteleros en construcción y una renovación residencial que tensa el metro cuadrado a precio de cumulonimbos.

El establecimiento ocupa un inmueble de principios del siglo XX soberbio por el empaque reticular de sus ventanales, sus balconadas de piedra con frisos geométricos a la altura del primer piso y los balcones de rejería fina en sus otras cuatro plantas, divididas por cuatro salientes blasonados y culminados por torreones de apariencia aristocrática. A ras de calle, el acceso principal ha sido clausurado y relegado a un segundo plano por la abertura practicada a su lado, de fisonomía más contemporánea.

Es esta ambientación lo que más sorprende en su interior, ya que cabría esperar el historicismo genuino de los edificios de su época. Sin embargo, la modernidad irrumpe aquí con el santo y seña del funcionalismo estético y hospitalario. La recepción es un mueble parietal con cuatro lámparas ojivales que marcan la prevalencia de la atención. Todo el equipo se desvive para que el huésped se sienta a gusto en la gestión de la pospandemia.

Habrá quien acuse de decoratitis el espacio común, las salas de estar, el tránsito entre una zona y otra. Sepa que su destino, cualquiera de los 138 dormitorios (a precios muy asequibles), le ofrecerá un tono mucho más relajado en su propuesta habitacional. Reina la calma suave de la madera, la refracción de la luz incidental, el simbolismo abstracto del escritorio, que se continúa escultóricamente hacia el maletero. Y el confort tecnológico de la cama, al fin y al cabo una piedra angular del descanso nocturno.

Cierto, la junior suite conserva el estilo alegórico de las viejas casas palaciegas con sus orlas y frisos en los muros, sus frescos y volutas en los techos, sus pavimentos de baldosas hidráulicas. Algunas se proyectan al exterior con unas terrazas alumbradas al mediodía, como el ático con jacuzzi de la séptima planta, por el cielo que ha dado fama y dicho a Madrid en el epicentro de la literatura española de todos los siglos.