Un milagro bobo
La escena, si no se aclara, es un poco lúgubre. Cuando se aclara, además de lúgubre, resulta absurda. Aclarémosla: unos hombres esquilan unas ovejas en una granja de Santa Coloma de la Vega, en León. Eso es todo por lo que se refiere a la lobreguez. Lo absurdo es que los trabajadores han recorrido los 10.000 kilómetros que nos separan de Uruguay, de donde proceden, solo para llevar a cabo ese cometido. Luego volverán a casa en avión y aquí paz y después gloria. Trabajan a destajo, a un euro por animal rapado, y son capaces de liquidar 200 al día por persona (suponemos que en jornadas eternas, aunque quizá legales). De ahí también la falta de contemplaciones con los borregos, fácil de advertir en la fotografía, que tanto desasosiego pudo provocar en algunos lectores del periódico.
De acuerdo con la información que la acompañaba, en España, por lo que sea, ya no hay esquiladores, o quedan pocos. Se trata, pues, de una mano de obra muy estimada por los ganaderos, ya que, si en mayo no has liberado a las bestias del peso de las lanas, pueden sufrir diversas enfermedades, además de atravesar dificultades añadidas a la hora del parto. Hay que hacerlo, en fin. Lo raro es que los especialistas vengan del otro lado del océano. Mi peluquero, y no lo digo por compararme con las ovejas, es ecuatoriano, pero vive aquí desde hace 20 años, ya tiene la nacionalidad. Quiero decir que no regresa a Quito después de arreglarme el cabello. No nos compensaría a ninguno de los dos. En el caso de las ovejas, sin embargo, trae a cuenta por uno de esos milagros bobos de la globalización.