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¿Ha existido una historia más triste que la de Patrick Dewaere, el actor a la sombra de Gérard Depardieu?

Una infancia infernal, la adicción a las drogas y una terrible inseguridad persiguieron a este actor francés durante su corta vida. Pero su legado lo ha dejado como uno de los mejores intérpretes de su generación y hoy se sigue concediendo un premio con su nombre

Retrato de Patrick Dewaere en su casa de Paris en 1977. El actor se suicidaría cinco años después.
Retrato de Patrick Dewaere en su casa de Paris en 1977. El actor se suicidaría cinco años después. Getty Images
Ianko López

El 16 de julio de 1982, la televisión francesa abría sus noticieros con el suicidio de Patrick Dewaere, de 35 años, uno de los actores más respetados y prometedores de su generación. Pese a su reputación de profesional difícil, en su agenda no faltaban los proyectos. “¿Cómo puede explicarse este gesto?”, le preguntaba un reportero al director de cine Bertrand Blier, con el que había estado la noche anterior. “Es algo que nunca puede explicarse”, respondía Blier. Y, sin embargo, en la vida de Dewaere se acumulaba un número suficiente de desgracias como para pensar que, si no con una explicación, aquella muerte sí había llegado con preaviso.

“Acabé siendo actor porque era la única cosa que sabía hacer”, había dicho él mismo. Con esto parecía dar a entender que, más que una vocación, la interpretación había sido para él una condena. O, quizá, una enfermedad hereditaria. Su madre, Mado Maurin, era una respetada actriz. Él y sus cinco hermanos se sumaron a la profesión siendo niños: bajo el nombre colectivo de les petits Maurin (“los pequeños Maurin”), actuaron en obras teatrales, películas y series de televisión. Patrick había sido reconocido como hijo por el segundo marido de Mado, Georges Collignon, pero en realidad su padre era un amante de paso que la había abandonado al saberla embarazada. Mado esperó a que él tuviera diecisiete años para contárselo, y él no encajó muy bien la noticia. Con un carácter atormentado ya desde la infancia, Patrick se consideraba distinto a sus hermanos, y en aquel ambiente competitivo de niños artistas sufría porque estaba convencido de tener menos talento que ellos. Madre e hijo mantuvieron una relación especialmente turbulenta en la que no faltaron los episodios de violencia recíproca. Como veremos, mucho después se sabría que un adulto del entorno familiar había abusado sexualmente de él.

Quizá con el fin de marcar distancias, al llegar a la edad adulta renunció al nombre Patrick Maurin para pasar a llamarse Patrick de Waëre primero, y después Patrick Dewaere. Así rebautizado, fundó el café-teatro Café de la Gare junto a otros comediantes como la guionista y actriz Catherine Sigaux, Sotha, con la que se casó a los veintiún años, y con la que después mantendría una duradera amistad. Entre sus compañeros había otra pareja de actores, Michel Colucci (más conocido como Coluche), y Silvette Herry (in arte Miou-Miou). Ambas parejas se rompieron al poco tiempo, y Dewaere y Miou-Miou iniciaron una relación sentimental que, según los conocidos de ambos, sería la más importante de su vida.

Como el resto de la compañía, Patrick trató de hacerse hueco en el cine, trabajando como secundario en un puñado de películas. Al público no le pasó desapercibido aquel joven de romántico bigote y ojos de cervatillo que interpretaba sus papeles con una entrega deudora del Actor’s Studio norteamericano. Hasta que en 1974 llegó el bombazo de Los rompepelotas. La segunda película de un joven director llamado Bertrand Blier narraba las correrías delictivas y sexuales de dos delincuentes de poca monta aderezadas con unas cantidades de sal gruesa sin precedentes. Se convirtió en la segunda película francesa más taquillera de aquel año, solo por detrás de Emmanuelle, de la que representaba una especie de reverso oscuro: donde Emmanuelle mostraba la cara burguesa, esteticista y chic del erotismo, Los rompepelotas era una irreverente comedia negra con momentos de una vulgaridad extrema.

Catherine Deneuve y el director André Téchiné acuden al funeral de Patrick Dewaere en la iglesia de Saint Pierre de Montrouge el 23 de julio de 1982.
Catherine Deneuve y el director André Téchiné acuden al funeral de Patrick Dewaere en la iglesia de Saint Pierre de Montrouge el 23 de julio de 1982.Getty Images

Hoy en día nadie alzaría una ceja por el lenguaje grosero, los desnudos o los ménages-à-trois que en ella abundan, pero la misoginia que supuran algunos momentos de su guión lo haría directamente infilmable. Esta cinta sería determinante en la vida y la carrera de Dewaere por dos motivos: su éxito lo convirtió en una estrella, y además supuso su primer encuentro en pantalla con Gérard Depardieu, que también ascendió al estrellato y se convertiría a partir de entonces en su amigote, su némesis, su espejo y su rival, todo al mismo tiempo.

Juntos eran el hambre y las ganas de comer. Se ha contado que, durante aquel rodaje, Depardieu y Dewaere adoptaron un comportamiento bastante similar al de los dos gamberros que interpretaban, y que sus juergas e informalidades llegaron a retrasar seriamente el calendario de la filmación. Eran como dos niños que se secundaban en sus travesuras, pero también mantuvieron numerosos desencuentros. El más aparatoso de ellos sobrevino cuando Dewaere pensó que Miou-Miou (que completaba el trío protagonista del filme) le estaba siendo infiel con Depardieu, y se plantó en la habitación del hotel de éste para echar la puerta abajo.

Durante casi una década, ambos actores se miraron de reojo sin por ello dejar de considerarse amigos. Sus carreras avanzaron en paralelo, aunque con ritmos discontinuos. Hasta finales de los setenta, Dewaere disfrutaba de una mayor consideración dentro de la industria y entre los espectadores, pero a partir de entonces las tornas cambiaron drásticamente. Patrick comenzó a obsesionarse con la idea de que a su compañero (a quien llamaba “el gordo”, quizá no tan cariñosamente) le daban los mejores papeles, mientras que él debía conformarse con trabajos de bicho raro, si no directamente con los restos de serie.

En 1977, el director Claude Miller quiso volver a reunir al terceto de Los rompepelotas en la película Dites-lui que je l’aime: Depardieu y Miou-Miou aceptaron la propuesta, pero Dewaere no quiso acompañarlos porque esta vez su personaje era secundario. Dos años más tarde, el propio Blier volvería a juntar a los dos actores en ¿Quiere usted ser el amante de mi mujer?, otra comedia con los suficientes elementos incorrectos como para que difícilmente pudiera realizarse hoy en día. Sin embargo ganó el Oscar a la mejor película extranjera en unos tiempos más laxos con según qué cuestiones de moral privada.

Patrick Dewaere y Miou-Miou en el Festival de Cannes en mayo de 1974.
Patrick Dewaere y Miou-Miou en el Festival de Cannes en mayo de 1974.Getty Images

Aparte de este triunfo hollywoodiense, los premios se le resistieron obstinadamente. Cinco veces fue candidato al César al mejor actor protagonista sin llegar a obtenerlo nunca. En 1981, Depardieu y él estaban entre los finalistas, pero fue el primero quien lo ganó por El último metro, de François Truffaut. Un año más tarde, esperaba desquitarse al ser de nuevo candidato por Beau-père, otra película de Blier, pero la estatuilla se le volvió a escapar. Después de la ceremonia, Depardieu acudió al rescate y ambos salieron de juerga como en los viejos tiempos, y el director Jean-Jaques Annaud, que se los encontró en un momento de la noche, contaría que de pronto Dewaere se echó en sus brazos sollozando desconsoladamente.

Los llamados “Oscars del cine francés” ya le habían deparado una experiencia especialmente amarga cuando, en la edición de 1979, él se quedaba sin premio mientras Miou-Miou ganaba como mejor actriz. La pareja se había roto apenas tres años antes. Ella había intentado tenerlo como compañero en la película D’amour et d’eau fraîche, pero el director prefirió contratar a Julien Clerc, un cantante de moda sin experiencia interpretativa. Y este papel no fue lo único en lo que Clerc lo reemplazó, ya que al poco de empezar el rodaje Miou-Miou le anunció por teléfono que le dejaba por su coprotagonista. La reacción de Dewaere consistió en presentarse en el plató con el propósito de atizar a Clerc.

Precisamente ese carácter explosivo se convirtió en factor determinante para que Depardieu terminara desplazándolo en los gustos de los productores y el público. En 1980 mantuvo con un reportero que había publicado sin permiso la noticia de su segunda boda un violento altercado que terminó con un puñetazo en la nariz del periodista. La prensa francesa se negó entonces a entrevistarle durante la promoción de su siguiente película, Un mauvais fils, y su nombre llegó a ser omitido de las crónicas. Para empeorar las cosas, durante la presentación de la película a los medios, al director Claude Sautet se le escapó que antes había ofrecido el papel a Depardieu, y que solo después de que éste lo rechazara se decidió por Dewaere. Como era de esperar, éste entró en cólera insultando a Sautet sin temor a la ropa tendida, lo que aún amplificó su mala fama.

Los testigos de aquel momento dirían que el actor parecía encontrarse bajo los efectos de las drogas. Y no sería el único incidente que protagonizaría por esta causa. Un año después, durante el rodaje en España de Paco el seguro (que protagonizaba junto a, atención, Alfredo Landa) el director, Didier Haudepin, se lo encontró encerrado en su habitación de hotel y hubo que sacarlo de allí en ambulancia. En plena crisis de abstinencia, había roto una mesa de vidrio cortándose la arteria femoral.

Patrick Dewaere en el Café de la gare (Café de la estación, local que él mismo fundó) en 1980.
Patrick Dewaere en el Café de la gare (Café de la estación, local que él mismo fundó) en 1980.Getty Images

Los estupefacientes tuvieron un efecto devastador en su vida y la de su última pareja, la actriz Elsa Challier. Con ella tuvo a su segunda hija, la también actriz Lola Dewaere (la madre de la primera, Angèle Herry, era Miou-Miou). En el verano de 1982, Elsa lo abandonó para irse de vacaciones a la isla caribeña de Guadalupe. Su anfitrión allí era Coluche, el amigo de Dewaere desde los tiempos del Café de la Gare y antiguo novio de Miou-Miou.

En un alarmante estado de ansiedad, anunció a su amiga y exmujer Sotha que contemplaba la idea de suicidarse, pero ella lo convenció de que la desechara por el bien de sus hijas. Días después, durante una pausa en los ensayos de la película Édith et Marcel –donde debía interpretar al boxeador Marcel Cerdan, pareja de Édith Piaf-, el equipo presenció cómo mantenía una tensa conversación telefónica, tras lo cual se marchó a su casa sin dar más explicaciones. Una vez allí, se encerró en el cuarto de baño y puso fin a sus días disparándose en la boca con una escopeta de caza. El arma era un regalo de su amigo Coluche.

Lola Dewaere contaría después que, ese mismo día, su padre había llamado a Elsa para suplicarle que saliera de Guadalupe para regresar junto a él, cosa a la que ella se negó. Y que, al poco rato, Patrick recibió otra llamada, que pudo ser la que le hizo abandonar los ensayos. No por evidente lo que le hicieron saber entonces le resultó menos doloroso: “Alguien le sopló que mi madre y Coluche estaban juntos. No voy yo a tirar la primera piedra: en aquella época, todo el mundo estaba con todo el mundo. Pero pienso que mi padre vivió aquello como la traición suprema, ya que Coluche era su mejor amigo”.

En un giro más de los acontecimientos –dentro de una historia que es básicamente una sucesión de ellos–, en el momento de la tragedia Betrand Blier preparaba una nueva película llamada La femme de mon pote (“La mujer de mi colega”), que debían interpretar Coluche, Miou-Miou y Patrick Dewaere, y que se inspiraba en la relación real entre los tres. A la muerte de este último, Miou-Miou también canceló su participación en el reparto, y quien la reemplazó fue Isabelle Huppert. Ambas actrices acababan de coprotagonizar una película, Coup de foudre, y durante el rodaje su relación había sido pésima (obviamente esto no ayudó a que se reconciliaran). Por su parte, tras muchas dudas, Coluche sí decidió aceptar la propuesta de Blier, y con ello obtuvo algunas de las mejores críticas de su carrera: encasillado hasta entonces en roles cómicos, su estatus experimentó un punto de inflexión, y solo un año más tarde logró el César al mejor actor que Dewaere nunca había obtenido. Por cierto, él también tendría un final violento al fallecer en accidente de moto solo cuatro años después que su amigo.

En 2004, Gérard Depardieu afirmó en una entrevista con el escritor Laurent Neumann para su libro Vivant!: “Creo que, durante su infancia, Patrick fue víctima de actos de pedofilia. Él mismo me habló de ellos […] creo que de ahí venía su fragilidad. Esa infancia que nunca pasó fue su abismo interior”. La biografía Patrick Dewaere. L’écorché, publicada en 2017 por Christophe Carrière con la aprobación de Lola Dewaere, confirmaría las palabras de Depardieu. En el prólogo del libro, la hija del actor afirmaba: “Mi padre estaba jodido porque fue violado cuando era niño y tuvo una relación sucia con su madre, Mado”. Gérard Depardieu añadió en una entrevista para la revista Le Journal du Dimanche: “Eso le creó un desorden interno que las drogas, en cierto momento, habían apaciguado”.

Solo un mes después de su muerte se estrenaba su última película, Paradis pour tous, donde increíblemente interpretaba a un hombre depresivo que intentaba suicidarse. Podría parecer que, además de breve, la carrera de Patrick Dewaere fue mediocre, entre tanta oportunidad perdida y tanto papel aterrizado en otras manos. Y, sin embargo, nada más lejos de la realidad: ya en vida muchos lo consideraban el mejor actor francés joven, y en poco más de un lustro trabajó con directores del prestigio de Blier, Sautet, Miller, Annaud, Téchiné, Dino Risi, Marco Bellocchio o Luigi Comencini. Pero seguramente su mejor papel lo desempeñó en Série Noire (1980) de Alain Corneau, un policiaco trufado de humor macabro donde era un hombre del montón empujado al crimen por una serie de delirantes acontecimientos. Lleno de carisma, al mismo tiempo preciso e hiperbólico, su desempeño allí pertenece a esa rara estirpe de ovnis interpretativos donde también se cuentan la Anna Magnani de Roma, ciudad abierta o el Joaquin Phoenix de Joker. De todas sus nominaciones a los César en que se fue de vacío, sin duda aquel fue el robo más flagrante que sufrió.

Catherine Deneuve, con la que en 1981 protagonizó Hôtel des Amériques, de André Téchiné, declararía: “Era conmovedor, es uno de los pocos actores que me han hecho llorar en el rodaje”. Ella fue una de las asistentes al funeral, junto con Miou-Miou y Mado Maurin. En cambio, sus amigos y rivales Coluche y Gérard Depardieu faltaron a la cita.

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Ianko López
Es gestor, redactor y crítico especializado en cultura y artes visuales, y también ha trabajado en el ámbito de la consultoría. Colabora habitualmente en diversos medios de comunicación escribiendo sobre arte, diseño, arquitectura y cultura.

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