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¿Compuso la CIA ‘Wind of change’ de Scorpions, la balada más famosa del 'heavy'?

El prestigioso periodista de investigación Patrick Radden Keefe rastrea en una serie de 'podcast' la intervención de la inteligencia estadounidense en una de las canciones más exitosas de las últimas tres décadas, símbolo del final de la Unión Soviética

Scorpions, el día en que reabrieron las peluquerías.
Scorpions, el día en que reabrieron las peluquerías.Getty

En 2006, el profesor de antropología Alexei Yurchak (nacido en Leningrado, la actual San Petersburgo) difundió un listado de grupos de música vetados en los años ochenta por las autoridades soviéticas en la radio, con el nombre de cada banda y, al lado, el motivo de la censura. El listado, viral en redes sociales en España por la clasificación de Julio Iglesias como “neofascista”, puede verse como un pedazo del otro gran muro que la URSS levantó contra el bloque capitalista: un telón de acero cultural en medio de una Guerra Fría que, desde luego, también se libraba en el terreno de la propaganda. A día de hoy, este tipo de archivos que documentan el grado de paranoia alcanzado en ambos lados contra el enemigo son puro kitsch, vestigios de un tiempo pasado donde la tensión de la lucha entre las superpotencias impedía percibir el ridículo de muchos de sus aspectos. Pero, después de las indagaciones realizadas por el periodista Patrick Radden Keefe sobre uno de los grupos de ese listado, Scorpions, habrá quien crea que la supuesta sobreprotección soviética se quedó incluso corta.

El silbido al principio de Wind of change, puro sello de autor de la CIA.

A lo largo de los ocho capítulos del podcast Wind of change, Keefe, una de las firmas más reconocidas de The New Yorker, investiga la conexión entre la canción homónima de Scorpions y la CIA. El punto de partida: una fuente de la inteligencia estadounidense cercana al periodista que, por supuesto, rehusó ofrecer declaraciones grabadas quien afirmó haber oído a un superior decir que la CIA había compuesto el exitoso tema de la banda alemana. Una revelación estimulante pero claramente insuficiente, en la que el periodista trata de rascar moviendo tierra, mar y aire, entrevistando a un centenar de personas o yendo hasta Kiev (Ucrania) a ver una actuación del grupo. Por frustrante que pueda sonar, Keefe no llega a obtener nada concluyente, pero el viaje merece la pena como estudio de la influencia e impacto cultural que puede dejar tras de sí una mera balada de rock el tipo de canciones donde Scorpions reinó y también como vistazo a los últimos compases de un megaestado que, antes de su disolución, ya tenía en marcha un proceso de apertura que las propias actuaciones masivas del grupo teutón en el país acreditan.

Wind of change (“Viento de cambio”), la canción, se publicó en 1990, a un año vista del fin de la Unión Soviética y un año después de la caída del Muro de Berlín. Ambientada en Moscú, la letra, que deja muy poco margen a interpretarse erróneamente, habla del ocaso de una época y del sueño de los ciudadanos del este por unirse al resto de la humanidad, “como hermanos”. Klaus Meine, vocalista de Scorpions y autor oficial de la canción, aseguró que la idea le había venido a la mente a raíz del concierto del grupo en el Festival de Música para la Paz de Moscú, celebrado en el verano de 1989 en el Estadio Lenin (hoy, Estadio Olímpico Luzhnikí): “Notaba una energía renovada entre los jóvenes soviéticos. Ellos querían ser parte del resto del mundo y esto me motivó e inspiró”. No era la primera vez que Scorpions pisaba la federación comunista: dos años antes, se habían convertido en el segundo grupo de rock occidental en actuar en la URSS, después de Uriah Heep. Y en 1991, Mijaíl Gorbachov, el dirigente que puso fin a la unión de repúblicas y cambió la doctrina socialista por la economía de mercado, invitó a la banda a interpretar la canción en la Plaza Roja, frente al Kremlin.

“En 2020, miramos atrás y vemos con claridad que el Muro de Berlín iba a caer y la Unión Soviética iba a colapsar. Pero la CIA no lo daba por hecho. Existía la sensación de que la Unión Soviética iba a durar para siempre y la CIA tenía que hacer todo lo que pudiese para socavarla”, explica Patrick Radden Keefe.

Con estos datos, parece absurdo pensar que la CIA realmente necesitara montar ninguna operación con Scorpions para convencer a la población soviética de abrirse al mundo: las mismas autoridades ya llevaban años con las puertas de par en par. Pero en el podcast, Patrick Radden Keefe advierte de la posibilidad de que, con ese punto de vista, caigamos en la falacia del historiador: “En 2020, miramos atrás y vemos con claridad que, por supuesto, el Muro de Berlín iba a caer y la Unión Soviética iba a colapsar. Pero la CIA de entonces no lo daba por hecho, en absoluto. Existía la sensación de que la Unión Soviética iba a durar para siempre y la agencia tenía que hacer todo lo que pudiese para socavarla”.

Además de ser sospechosa de un sinfín de operaciones al margen de la legalidad –desde tráfico internacional de drogas hasta organización de magnicidios, con especial fijación por el dirigente cubano Fidel Castro, sobre el que se han documentado cientos de intentos de asesinato–, la CIA, como recuerda Wind of change, no era ni mucho menos ajena a la producción de obras culturales de guerra. Dos adaptaciones cinematográficas de George Orwell, Rebelión en la granja (1955) y 1984 (1956), fueron impulsadas y supervisadas por la inteligencia estadounidense con un mensaje anticomunista recargado. Keefe, sin embargo, advierte de que en muchos casos la CIA también está encantada de engrandecer su leyenda y atribuirse falsos méritos, como muchas películas libremente basadas en hechos reales se han encargado de hacer (caso de la ganadora del Óscar Argo, de Ben Affleck, que sobredimensionaba el papel de la Agencia en el rescate de seis diplomáticos estadounidenses en Irán en 1981, bajo el mandato del ayatolá Jomeini). Las grandes operaciones secretas de la entidad se encuentran, en definitiva, en un difuso punto intermedio entre el “piensa mal y acertarás” y la leyenda urbana más delirante.

Una tensión de la que el podcast de Keefe se alimenta, ante la debilidad de las conexiones (pese al enorme esfuerzo documental) que consigue reunir. El periodista confirma, por ejemplo, que antes de una actuación de Scorpions en Memphis, un agente de la CIA visitó a la banda en su hotel y pidió al cantante, Klaus Meine, que le silbara el principio de Wind of change, requerimiento que el vocalista alemán satisfizo, pero que no tendría por qué significar nada. Y establece un vínculo algo más sólido entre la celebración del Festival de Música para la Paz de Moscú de 1989 y el servicio de inteligencia a través de Doc McGhee, manager de Scorpions que, precisamente, organizaba el evento (en teoría, un festival antidrogas) como servicio a la comunidad después de que le condenasen por introducir más de 18.000 kilos de marihuana de contrabando en Estados Unidos.

Tras el lanzamiento de la serie de podcast el pasado 11 de mayo, Klaus Meine ha salido al paso del rumor sobre la mano de la CIA detrás de Wind of change y, naturalmente, lo ha desmentido. Meine ha contado que el periodista Patrick Radden Keefe le entrevistó meses atrás y se quedó atónito cuando, en mitad del encuentro, le preguntó si había oído alguna vez la teoría de que la agencia había compuesto la canción. “Lo encontré muy divertido y me eché a reír a carcajadas”, declaró esta semana al programa de radio online estadounidense Trunk Nation. “La historia es muy divertida y alocada, pero no tiene nada de cierto. Como diríais vosotros, es una fake news”.

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