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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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¿De verdad necesitamos esto de algunas ONG?

En vez de pelearse entre ellas, las organizaciones de la sociedad civil deberían estar poniendo a las administraciones contra las cuerdas

Gonzalo Fanjul
Escena de la película 'La vida de Brian'.
Escena de la película 'La vida de Brian'.

Asisto con estupor a la polémica que se ha abierto entre las ONG del sector social y las de cooperación a cuenta del reparto de las subvenciones públicas. No les aburro con los detalles, que pueden encontrar aquí, pero todo el problema se deriva en un reajuste de los porcentajes asignados a cada sector, y de una interpretación exótica del criterio de “interés social” que, según algunos, excluye la cooperación y el medio ambiente.

Líbreme San Cucufato de frivolizar sobre un asunto del que dependen, literalmente, las vidas de muchas personas. Pero, visto desde fuera, este debate recuerda al del Frente Popular de Judea, en La Vida de Brian. Las ONG españolas peleándose en público por la miseria que consiguen arañar cada año de las administraciones, en vez de enfrentar a la sociedad y a sus gobernantes a las limitaciones de un modelo de filantropía perfectamente adolescente y a una cultura del compromiso con lo público que refleja el mundo de hace cuatro décadas.

La paradoja del sector no gubernamental español es que seis de cada 10 euros de sus presupuestos provienen de los fondos públicos, de acuerdo con los datos más recientes. Los españoles estamos enterrados en el puesto 59 del escalafón del World Giving Index, que mide el compromiso económico y personal de las sociedades en actividades filantrópicas. Muy por detrás de casi cualquiera de los países de nuestro entorno y a años luz de nuestro potencial.

Nos encanta contarnos lo contrario, pero somos una sociedad que ha declinado su responsabilidad a la hora de completar, apuntalar y fiscalizar a las administraciones en la gestión de los asuntos de interés público. Empezando por garantizar derechos sociales universales que están siendo ignorados por esas mismas administraciones dentro y fuera de nuestro país.

Con la que ya tenemos y la que se nos viene encima con la covid-19, ¿de verdad creen las ONG que la prioridad es darse codazos por la miseria que este y los anteriores gobiernos han decidido concederles? ¿No merecería la pena unir fuerzas y promover un terremoto social que movilice a los donantes privados? ¿Que reclame a los gobiernos incentivos fiscales reales y no estas deducciones cicateras que imponen los ministerios de hacienda? ¿Que consiga aprobar la dichosa Ley de Mecenazgo? ¿Que saque a las empresas de su abulia filantrópica? ¿Que estimule la creatividad colaborativa que ha revolucionado la financiación de sectores como el de la salud global?

Algo más: me alarma profundamente el contexto de polarización galopante que estamos viviendo. Y tengo la certeza de que arrimar el hombro al bien común puede llegar a ser un poderosísimo pegamento social. Un aglutinador de la generosidad colectiva y el encuentro, más allá de la puerta de entrada ideológica o religiosa de cada uno. Las ONG son mucho más que el proveedor de servicios al que han quedado reducidas por esta dependencia infantil de los poderes públicos. A ver si lo demuestran de una santa vez.

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