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CIENCIA POLAR

¿Peligra el alimento de la fauna antártica?

Una investigación revela los impactos del cambio climático en el krill, un crustáceo fundamental para la vida de focas, pingüinos, lobos marinos o ballenas

Focas cangrejeras, en la costa de la península antártica.
Focas cangrejeras, en la costa de la península antártica.Logan Pallín

Uno de los asuntos que trae de cabeza a los científicos antárticos de todo el mundo es la desaparición del krill, esa especie de crustáceo que conforma buena parte del fitoplancton que da la vida a la fauna del lugar. Cada vez les preocupa más porque a medida que descubren el papel fundamental que tiene esa especie de gamba en la cadena de la vida polar, también detectan cómo aumentan las amenazas que se ciernen sobre ella como consecuencia del cambio climático.

Los últimos en publicar una investigación sobre el asunto son científicos de varias universidades estadounidenses y de la Universidad Austral de Chile en la revista Nature Climate Change. Se han centrado en la estrecha relación que hay entre la supervivencia del krill y la de las focas cangrejeras —aunque deberían llamarse krileras porque es el 98% de su dieta— en la península antártica. Y revelan cómo el aumento de temperaturas acabará desplazando al crustáceo a zonas en las que la supervivencia de otras especies que dependen de él será muy complicada. Si a ello se suma el aumento de la pesca comercial de krill, el escenario, señalan, es muy poco halagüeño para estas focas, pero también para pingüinos, aves, lobos marinos… y los que dependen de esta fauna. Supone, aseguran, el ataque a uno de los pilares de la biodiversidad antártica.

Y es que esta península es uno de los lugares de la Tierra donde el impacto del cambio climático está siendo más brutal: se calienta 0,6ºC por década, tiempo en el que pierde un 10% de su masa de hielo. Es algo que se siente cuando se visita y que también numerosos científicos españoles están investigando, como contaba en El País Semanal del día 25 de marzo.

Pero volvamos a las focas cangrejeras. El estudio ahora conocido sobre la especie Lobodon carcinophaga comenzó hace 18 años ¿Y por qué fijarse en ellas cuando el krill es básico para tanta fauna polar? “Se escogieron porque es uno de sus grandes depredadores y porque se quedan allí todo el invierno, no se van como los pingüinos. Además, son numerosas y grandes para poder colocarles los transmisores”, cuenta desde la Universidad de California el biólogo chileno Luis Hückstädt, primer firmante de este trabajo.

En total, a lo largo de tres años fueron marcadas 42 focas de los dos millones que se calcula que hay rondando por la península; unos siete millones en todo el continente. Sobre la piel, pegado, les colocaron un transmisor con sensores de temperatura y salinidad del agua, datos que les llegaban a los investigadores vía satélite durante el tiempo que le duraba la batería al dispositivo y el pelo a la foca, es decir, un año. Esos datos los modelizó después la oceanógrafa Andrea Piñones, en Chile. “Una de las proyecciones de escenarios futuros de cambio climático indican que los vientos del oeste en la península antártica se intensificarán, así que aumentamos en un 20% esos vientos e incrementamos la temperatura de transporte de la corriente circumpolar antártica en la subsuperficie para ver qué ocurriría”, explica Andrea. Hacer modelos es una constante en la ciencia ambiental.

Conviene recordar que las focas habitan en zonas costeras. En la península antártica he visto muchas cangrejeras, algunas con heridas tras un encontronazo seguramente con una foca leopardo. Para evitar ataques, normalmente se alimentan en lugares protegidos, alejadas de las más peligrosas orcas. Pero ahora su hogar está cambiando y lo hará más según las predicciones. Se estima que para 2100, en invierno el hielo marino llegará con tres meses de retraso a esta zona. Y el krill buscará latitudes más frías en las que poder alimentarse de las algas que crecen bajo ese hielo. Hücksädt confirma que, aunque aún se sabe poco de lo que está pasando con este crustáceo, el grueso ya se está desplazando hacia del Polo Sur a zonas más abiertas que las que ahora habita.

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¿Cambiarán también de lugar sus depredadores?¿O comenzarán a bajar sus poblaciones? ¿Quizás sobrevivan comiendo otra cosa? De momento, se ha visto que en invierno hay zonas en las que las focas cangrejeras bucean poco, que es lo que hacen para conseguir comida. La investigación menciona que, junto con otra fauna, podrían seguir la ruta al sur del krill, reduciendo su presencia en el estrecho de Bransfield y en torno a las islas Shetland del Sur.  “La evidencia molecular indica que la población de cangrejeras aumentó mucho hace 1,6 millones de años, coincidiendo con la expansión del hielo, luego tienen mucha flexibilidad para moverse grandes distancias y seguir a sus presas”, señalan los autores en el artículo. “Lo que no se sabe es si sus crías sobrevivirán en ese clima más polar, si aguantarán más tiempo sin comida mientras esperan la vuelta de sus progenitores. En el caso de los lobos marinos, además, necesitan hacer colonias en tierra, no sobre el hielo. Otra opción es que se acostumbren a comer otras presas, pero serán más difíciles de atrapar que el krill”, explica el biólogo chileno por teléfono. Un coste energético que a nivel reproductivo les pasará factura.

Las focas descansan sobre el hielo, donde se sienten seguras de sus principales depredadores, según explica el biólogo chileno Luis Hückstädt.
Las focas descansan sobre el hielo, donde se sienten seguras de sus principales depredadores, según explica el biólogo chileno Luis Hückstädt.Dan Costa

Por ello, aunque no lo mencionan en su artículo, los científicos hacen hincapié en el problema de las pesquerías, que si bien son controladas por la Convención para la Conservación de Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCAMLR, por sus siglas en inglés), siguen aumentando su presión al albur de una demanda que atribuye beneficios no contrastados científicamente al aceite de krill. “Está aumentando la presión de barcos factoría para conseguir este producto, cuya demanda es artificial, tanto para productos dietéticos como para cosmética. Es un mercado que surge en medio del desafío del cambio climático y por ello es importante mejorar la protección marina de la Antártida. Creo que si realmente queremos combatir ambas cosas, hay que votar a los políticos que pongan el medio ambiente y el cambio climático como ejes de su agenda”, defiende Hücksädt.

En la misma línea, Andrea Piñones reclama más protección para la Antártida y sus habitantes no humanos: “Mi conciencia me dice que hay que lograr proteger más la Antártida porque la presión de la pesca y del turismo cada vez es más grande”.

A tenor de los resultados de este trabajo, quién sabe si los futuros investigadores polares en las islas Shetland del Sur verán tantos animales salvajes como hoy las habitan.

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