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carta blanca
Columna
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A los sufridos espectadores

Como dice mi personaje en Historias de nuestro cine: “El cine español, el bueno y el malo, es la historia de este país, la historia de España”

Mis muy queridos, admirados y sufridos espectadores de nuestro cine: por la presente me dirijo a vosotros, permitidme la osadía, para deciros que desde que era muy pequeño hasta esta mi edad provecta, persona en la madurez, yo también formo parte de este colectivo. Con poco más de siete años empecé a ir al cine, primero en compañía de mis padres y hermanos; más adelante con amigos y compañeros; después solo o en compañía de otros —no entremos en detalles—, asistiendo asombrado y fascinado, la mayoría de las veces, a cómo me contaban historias en imágenes y sonido que tenían que ver —es una forma de hablar— con lo que me pasaba, vivía, pensaba, sufría o imaginaba. Cuando posteriormente empecé a trabajar —no solo como actor— en el cine, seguí disfrutando tanto en las películas que hacía como en las que continuaba viendo con más o menos asiduidad dependiendo de las épocas. Recuerdo como si fuera ayer la expectación y la preocupación con la que nos acercábamos a la entrada del cine Paz de la calle de Fuencarral de Madrid cuando estrenamos —lo hicimos entre muchos, de ahí el plural mayestático— nuestro primer largometraje: Ópera prima, dirigida por Fernando Trueba, en la primavera de 1980, hace ahora 40 años; y recuerdo los primeros días (semanas quizá) en los que prácticamente no iba nadie a verla y cómo cuando ya dábamos por muerta y enterrada nuestra incipiente —nunca mejor dicho— carrera cinematográfica, fue cuando descubrimos una cola de gente que daba la vuelta a la manzana y que estaba esperando para comprar las entradas para ver nuestra película. No os podéis imaginar la inmensa alegría que nos invadió, hasta el punto de que nos fuimos a celebrarlo convenientemente a la cafetería de enfrente hasta que nos echaron, con razón, varias horas, cervezas y otras bebidas espirituosas después.

A lo que iba, sufridos y queridos amigos. Gracias a esos espectadores y a otros muchos que vinieron después, un grupo muy numeroso de entusiastas del cine pudimos continuar trabajando en este oficio al que durante muchos años después he seguido dedicándome: hacer películas. Gracias a él he seguido, con más o menos acierto, teniendo relación con vosotros, queridos y sufridos espectadores. Por lo tanto, es el momento de daros las gracias por las alegrías que me habéis proporcionado. Tengo que confesaros que alguna decepción también he tenido, sobre todo por no haber acertado todo lo que me hubiese gustado en la elección de las películas.

Y me gustaría finalizar con una frase que, aunque no es mía, digo en la película Historias de nuestro cine, dirigida junto con Ana Pérez-Lorente, porque pienso que no puede ser más acertada: “El cine español, el bueno y el malo, es la historia de este país, la historia de España”.

Un fuerte abrazo para todos.

Posdata: esta carta, por supuesto, va también dirigida a los sufridos espectadores del teatro y de la televisión

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