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Lo que hay de la vida de Bong Joon-ho en la oscarizada ‘Parásitos’

Como en la película, el cineasta dio clases a una niña de familia adinerada, recomendado por su novia, ahora su esposa, la guionista Jung Sun-yong

Bong Joon-ho, con sus Oscar. En vídeo, Javier Ocaña, crítico de EL PAÍS, analiza las claves de la película.Vídeo: AP | EPV
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Cuando el director de cine surcoreano Bong Joon-ho subió el pasado domingo a recoger el Oscar a la mejor dirección por Parásitos, recordó la máxima, atribuida a su admirado Martin Scorsese, que le ha llevado hasta donde está: “Lo más personal es lo más creativo”. Convertido en uno de los hombres del momento, su confesión disparó una pregunta obvia: ¿Cuánto hay de personal en la película por la que el cineasta, un desconocido hasta hace poco para muchos, ha hecho historia?

Él mismo dio algunas claves tras la proyección de Parásitos en Londres tiempo atrás. Según dijo Bong, la cinta, que narra las argucias con las que una familia humilde surcoreana —los Kim— acaba empleada en el sofisticado hogar de otra adinerada —los Park—, está en parte inspirada en hechos reales. “Cuando era joven, mi novia enseñaba inglés a un chico de una familia rica que necesitaba un tutor de matemáticas, así que me presentó para que me contrataran”, contó a la audiencia.

Su novia le recomendó sin revelar su relación sentimental, y Bong, que el pasado septiembre cumplió los 50, fingió entonces ser ducho en matemáticas para que le contrataran, de modo similar a cómo los Kim se van colando en casa de los Park. “Me despidieron después de dos meses”, confesó divertido. “Aquella novia, en cambio, es ahora mi mujer”, remató triunfal. Se trata de la guionista Jung Sun-yong, a la que conoció en un club de cine cuando él estudiaba Sociología en la prestigiosa Universidad de Yonsei, en Seúl. La pareja se casó en 1995, año en el que Bong se licenció, y desde entonces Jung es la primera en leer los guiones del cineasta. Un momento de “máxima ansiedad” para Bong, como ha confesado, que no descansa hasta que su mujer le da el beneplácito. La importancia de la cohesión familiar, muy palpable en la trama de Parásitos, es completada en la vida real por el hijo de la pareja, Hyo-min, que en 2017 dirigió la película online Wedding Ceremony.

Si la familia es clave en Parásitos, premiada con cuatro Oscar (mejor película, mejor dirección, mejor película internacional y mejor guion original), los asuntos de clase son una constante en gran parte de la filmografía de Bong. A diferencia de la pobreza que ahoga a los Kim o la abundancia en la que nadan los Park, el cineasta proviene de una familia de clase media, desde la que observó inquisitivo las diferencias sociales.

El pequeño de cuatro hermanos, nació en Daegu, la cuarta ciudad más grande de Corea del Sur, y se trasladó a la capital, Seúl, junto a su familia, cuando aún estudiaba primaria. Su padre, Bong Sang-gyun, era diseñador gráfico, y su madre, Park So-young, ama de casa. La sangre artística corría por sus venas desde la generación anterior, siendo su abuelo, Park Taewon, un reputado novelista durante la invasión japonesa (1910-1945) que desertó a la Corea del Norte soviética en 1950.

El propio Bong se declaró en el pasado afín a partidos izquierdistas surcoreanos, ya extintos, y fue asiduo a manifestaciones y protestas durante sus años de universitario. Su lado rebelde y apasionado, también notable en sus filmes, ha dejado un buen anecdotario: desde su vegetarianismo temporal al rodar Okja en 2017 –una sátira a la industria cárnica que narra la historia de una niña encargada de criar un supercerdo– a su famoso encontronazo con Harvey Weinstein por Snowpiercer (2013).

Weinstein, que producía la cinta de ciencia ficción, se empeñaba en eliminar una escena, a lo que Bong se oponía. Tras meses de tira y afloja, el surcoreano persuadió al aún poderoso productor de que la escena de la discordia era una suerte de homenaje a su padre, lo que acabó por ablandar a Weinstein. “Fue una burda mentira”, confesó después Bong, desatando la ira del estadounidense.

Una frescura, entre descarada y entrañable, de la que ha hecho también gala en sus apariciones más recientes. La única frase que pronunció en inglés al recoger su Oscar como mejor director —el resto lo dijo en coreano—, fue: “Y ahora, voy a beber toda la noche”. De modo similar zanjó impaciente los ocho minutos de aplausos en el Festival de Cannes, donde Parásitos se llevó la Palma de Oro. “Vámonos a casa”, exhortó a la audiencia. “Queríamos irnos a cenar, ¡era medianoche!”, aclaró con guasa después en el programa de Jimmy Fallon.

Porque Bong, un grandullón de 1,82 metros asiduo a las prendas oscuras y a llevar la melena alborotada, no parece tener mucho interés por el glamur hollywoodiense. Para el director de películas como Memories of Murder (Crónica de un asesino en serie) (2003) o The Host (2006), con las que se dio a conocer internacionalmente, el secreto de su éxito es “mantener un estilo de vida sencillo”. “Beber café, escribir e intentar no ver a mucha gente”, según aseguró en una entrevista con The Telegraph.

Un aislamiento que, después de haber hecho historia en los Oscar en varios frentes —entre ellos dirigir la primera cinta en lengua no inglesa que recibe la estatuilla a la mejor película—, puede resultarle complicado. Aunque quizás Bong, el último soplo de aire fresco en Hollywood, encuentre su método. Si de su cine se dice que no tiene género, Bong ha demostrado ser, de momento, único en su especie.

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