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La paradoja y el estilo
Columna
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¿Quieres ser infiel?

Me divierte, igual que a medio país, gritar “Estefaníaaa” en una cola o dentro del taxi

Brad Pitt y Jennifer Aniston, en los premios SAG, el 19 de enero.
Brad Pitt y Jennifer Aniston, en los premios SAG, el 19 de enero.Emma McIntyre (GETTY / AFP)
Boris Izaguirre

Gracias a La isla de las tentaciones para unos cuantos millones de españoles la infidelidad se ha convertido en ese caramelo que todos queremos probar. Si no llegamos a atrevernos a dar el paso, sí podemos sentarnos delante del televisor para que Mónica Naranjo y los semidesnudos concursantes del programa nos deleiten con las infinitas posibilidades, amargas y dulces, que ofrecen los cuernos de esa fruta prohibida.

Me divierte, igual que a medio país, gritar "¡Estefaníaaa!" en la cola de una tienda o dentro del taxi. Christofer es el desdichado novio de Estefanía que gritaba su nombre en las idílicas playas de Santo Domingo después de que Mónica Naranjo le enseñara las imágenes donde Fani disfrutaba de las curvas y el maquillaje corporal del corpulento Rubén, una tentación en forma de varón depilado. Ha sido un momento impagable, cierto. En ese grito está encerrado el secreto del éxito del programa: podemos vivir la fantasía de cometer una infidelidad. Porque es natural. Resulta imposible ser permanentemente fiel.

Pero si estamos en la otra esquina del cuadrilátero, podemos hacer como la gran Ágatha Ruiz de la Prada, quien protagoniza la portada de ¡Hola!, (hablando alto y claro, como le gusta tanto a lectores como a telespectadores) expresando que no desea ver a Luis Miguel en “mucho, mucho tiempo”. Bueno, así se termina una infidelidad, aunque Ágatha confiesa que no tiene pruebas pero la intuición las suple. En este caso, la infidelidad trajo algo bueno y Ágatha tiene ahora libertad de movimiento, Luismi también y todo el mundo está mejor. Podría tratarse de un caso flagrante de infidelidad positiva. Que puso a cada quien en un lugar mejor.

Rubén y Estefanía, en 'La isla de las tentaciones'.
Rubén y Estefanía, en 'La isla de las tentaciones'.Mediaset

Claro que también hay infidelidades malas, como la de Bigote Arrocet y sus amigas, que parece fueran todas fieles a la misma peluquería. Desde otra trinchera acaba de saltar a la arena mediática la hija de Bigote, que defiende a su padre con la fiereza con que lo haría cualquier hija en un culebrón venezolano. María Teresa, por su parte, acude a Sálvame y da una entrevista cuyo contenido se extiende cinco días de emisión. La vi angulosa, bien peinada y fiel a sí misma, que es lo mejor que se puede hacer. Y lo más televisivo.

Pero la peor de las infidelidades actuales es la que representa Karelys. La última entrega de esta apasionante historia es que Karelys Rodríguez podría trasladarse a Madrid y abandonar Londres, esa ciudad de la que le encantaba tanto su diversidad como sus cafeterías más ordinarias. Karelys está empezando a adquirir ciertas sombras en su cara. Me apena la armonía entre cuerpazo y rostro, ahora inexistente. Pero ya sabe mejor que su abogada que su verdadero objetivo es el volverse contenido de la insaciable y romántica prensa rosa y desea ser fiel a ese jugoso juego. En el otro lado, Eva González se mantiene fiel a su bolso Loewe y a su impecable sonrisa, aparte de declarar, siempre escuetamente, que confía en Cayetano. Yo confío en Eva.

También defiendo que no se puede ser siempre fiel. Es una pérdida de tiempo. Sobre todo en un mundo saturado de ofertas que lo pone todo del revés. Quizás vaya siendo hora de que veamos a la infidelidad como ese ingrediente picante que “despierta cualquier ensalada”, como una vez dijo Diana Vreeland. Y es lo que nos enseña La isla de las tentaciones, que un poco de infidelidad es necesaria para que cualquier pareja, relación o matrimonio, despierte y se avive. Vuelva a ser lo que era.

Quizás por eso fascinó ese reencuentro de Brad Pitt con Jennifer Aniston en la entrega de los premios de la Academia de actores. Llevo días con esa foto en todos mis aparatos, el móvil, el ordenador, me encanta la madurez que ofrecen. Se ven como si estuvieran reconociéndose con la franqueza de saber que se conocen mejor que nadie. Ella está cómoda, con su premio, con ese traje de 15 años atrás que sigue sentando bien. Él, relajado, recuperado, tranquilizando toda la situación. Ambos atravesaron todo lo que conlleva una infidelidad. En el caso de Pitt, matrimonio y paternidad con Angelina Jolie y reconocimiento de que se emborrachaba para conseguir digerirlo. Ahora, vuelven a estar donde el destino hollywoodiense ha querido llevarles: cara a cara. Deberíamos colocar esta foto en las plazas. Y celebrar el lado positivo de la vida. Que una infidelidad siempre, o casi siempre, te devuelve a la felicidad.

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