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Dos científicos y un destino

Gonzalo Gómez y Fátima Al-Shahrour, retratados en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid.
Gonzalo Gómez y Fátima Al-Shahrour, retratados en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, en Madrid. Victoria Iglesias

DE PEQUEÑOS, Fátima Al-Shahrour (Madrid, 44 años) y Gonzalo Gómez (Madrid, 43 años) adoraban las series de televisión como Cosmos. Les apasionaban los ordenadores como el Spectrum, uno de los microordenadores domésticos más populares de los ochenta. Ahora son ellos los que intentan expandir el alcance de la bioinformática en España, una disciplina clave para ampliar la compresión del genoma del cáncer y para el futuro de los tratamientos de la enfermedad.

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Al-Shahrour, química, y Gómez, biólogo computacional, se conocieron hace 15 años en la Universidad Complutense de Madrid, cuando ella impartía clases en el máster de Bioinformática y él acudía como alumno. “Desde el primer momento, nuestras trayectorias han discurrido muy paralelas. Yo resolví mi tesis con un método suyo”, apunta Gómez. Fue el principio de un largo camino en el que sus carreras se volvían a encontrar de cuando en cuando. Al-­Shahrour pasó cinco años viviendo al otro lado del Atlántico, trabajando con el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y la Universidad de Harvard. Gómez estuvo investigando en laboratorios experimentales. Al final, ambos coincidieron a partir de 2012 en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, ella como jefa de la unidad de bioinformática, él (que llevaba desde 2008) como investigador bioinformático.

“Todos nuestros trabajos están orientados a proponer terapias a pacientes. Ellos son nuestro objetivo”, afirma Gómez. Uno de los proyectos que en la actualidad desarrolla junto a Al-Shahrour en el CNIO (seleccionado para el programa ­MIT-Spain “la Caixa” Foundation Seed Fund) persigue, entre otros objetivos, desarrollar y aplicar nuevas metodologías computacionales que les permitan comprender la resistencia a tratamientos con inmunoterapia en pacientes con melanoma metastásico y proponer así alternativas terapéuticas para ellos. Los avances ya han empezado a compartirlos con sus colaboradores del MIT, donde realizarán una estancia en marzo y junio. “La ciencia llama a colaborar. No entiende de fronteras”, apunta Al-Shahrour.

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