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Columna
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El miedo en la sociedad colombiana

El Gobierno de Iván Duque está haciendo poco para lograr tramitar la actual situación social y política del país

Ariel Ávila
Manifestantes marchan por la Carrera Séptima de Bogotá.
Manifestantes marchan por la Carrera Séptima de Bogotá.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)

Colombia ha entrado en una fase inédita de protestas sociales sostenidas, donde centenares de miles de personas han salido a la calle, pero estas manifestaciones han traído otras cosas nuevas. Por un lado, es la población no organizada la que está liderando las marchas, es decir, las que se han volcado a las calles son la clase media baja y la clase media. Tradicionalmente marchaban sindicatos, algunas organizaciones estudiantiles y organizaciones sociales de base. Por otro lado, el Gobierno Nacional, a pesar de la campaña del miedo, no ha logrado detener las manifestaciones. Ha utilizado todo tipo de estrategias, desde las de manifestar que las marchas son producto de una gran conspiración internacional denominada Foro de Sao Paulo, hasta decir que la guerrilla del ELN esta detrás de los marchantes. En ningún caso ha tenido éxito.

Pero a medida que pasan los días parece que la sociedad comienza a dividirse en dos partes. Por un lado, una gran mayoría que ve un Gobierno que no cede en algunas cosas y que por el contrario va adelante con varias de sus reformas. Tal vez, la ley de financiamiento que actualmente cursa en el Congreso de la República sea el mejor ejemplo. Incluso, varios miembros del Gobierno han dicho que ellos conversan con los manifestantes, pero no negocian, pues creen que lo están haciendo bien. Esto quiere decir que las manifestaciones continuarán durante todo el año 2020. Luego hay un sector de la sociedad, una clase alta y cierta clase media alta, que han tenido un crecimiento económico durante los últimos años y que miran con asombro no solo las manifestaciones, sino la debilidad del Gobierno. Su petición es clara: mucha mano dura.

Esta división entre sectores sociales tal vez es el reflejo de la forma como el país ha estructurado su modelo económico en las últimas décadas. Por un lado, un pequeño sector social que cada vez es más rico y que se ha beneficiado de aquella teoría del rebosamiento, es decir, creer que reduciendo impuestos a los ricos se mejorará la equidad social y la distribución económica, ya que entre más ricos los ricos habrá mayor inversión, por ende, mayor empleo. Vale la pena aclarar que esta teoría difícilmente se ha comprobado en alguna parte del mundo. De hecho, durante el 2019 estuvo vigente la Ley de financiamiento aprobada en 2018 y luego declarada inexequible por la Corte Constitucional. Dicha ley traía amplias reducciones de impuestos a los más ricos y aun así el desempleo aumentó en Colombia.

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Igualmente, producto del boom de los commodities, hubo una reducción de la pobreza, al igual que ocurrió en gran parte de la región en los últimos años. Pero dicho crecimiento no fue sostenible y, sobre todo, no hay una curva ascendente generacional. Es decir, hay una frustración de expectativas, donde los hijos de este sector que salió de la pobreza no ven como su vida sea mejor que la de sus padres. Un estudio de la OCDE, basado en una estimación, indica que se necesitan muchas generaciones para que una persona nacida en una familia de bajos ingresos alcance la clase media. Colombia es uno de los países más inequitativos del mundo.

Solucionar dicha inequidad requiere ajustes profundos al modelo económico colombiano. Así las cosas, la posibilidad de que no existan cambios luego de las manifestaciones, o el miedo a los cambios de un sector social que se ha visto beneficiado del modelo económico, puede desembocar en alternativas políticas extremas. Lo complicado del asunto es que el Gobierno está haciendo poco para lograr tramitar la actual situación social y política del país. Todo indica que vendrán varios años de movilizaciones, descontentos y protestas. Qué salga de todo esto, es la gran pregunta.

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