_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Basura

En Buenos Aires han instalado una especie de cajas fuertes para los residuos. El objetivo es impedir que los cartoneros los revuelvan y ensucien

Leila Guerriero
Un hombre busca en un depósito de basura este martes, en Buenos Aires.
Un hombre busca en un depósito de basura este martes, en Buenos Aires.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)

Mi país, la Argentina, es una exitosa fábrica de pobres: el 32% de la población —14,3 millones, tres millones más que en la medición anterior, casi cinco veces la población de Uruguay— es pobre. Tan solo en Buenos Aires produjimos 98.000 indigentes más que en 2015. Semanas atrás, el Gobierno de la ciudad instaló 18 contenedores inteligentes en el centro, sobre la avenida de Corrientes. Tienen puertas automáticas y se abren con tarjetas magnéticas que solo poseen comerciantes y vecinos de la zona: cajas fuertes para la basura. El objetivo es impedir que los cartoneros los revuelvan y ensucien. Los cartoneros son personas pobres que viven de los desperdicios. Buscan cartones, que venden, y comida, que comen, y cuando se instalaron los contenedores protestaron, diciendo que el Gobierno no solo les quita su fuente de ingresos sino que intenta esconder su existencia vergonzante. El ministro de Ambiente y Espacio Público, Eduardo Macchiavelli, respondió de manera extraña: en sus declaraciones no hizo ninguna alusión a los cartoneros, dijo que “en toda Europa se usa esto. Es un dispositivo exitoso que mejora la limpieza”, y escribió una columna de opinión donde habló del “problema de la basura”, diciendo que en Oslo “ya lo tienen resuelto” y que a partir de los desperdicios reciclados generan energía. Propuso, entonces, “rever la definición de basura”. Según una encuesta, 9 de cada 10 porteños aprueba estos contenedores y están “hartos de la suciedad que generan los cartoneros”. De esos datos se desprende que: a) muchos no necesitan “rever la definición de basura” porque ya la tienen clara; b) en nuestra fábrica de pobres, la limpieza es un valor supremo. “Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos. Ciegos que ven. Ciegos que, viendo, no ven”, decía la mujer del médico en Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Leila Guerriero
Periodista argentina, su trabajo se publica en diversos medios de América Latina y Europa. Es autora de los libros: 'Los suicidas del fin del mundo', 'Frutos extraños', 'Una historia sencilla', 'Opus Gelber', 'Teoría de la gravedad' y 'La otra guerra', entre otros. Colabora en la Cadena SER. En EL PAÍS escribe columnas, crónicas y perfiles.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_