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Giuliana Mazzoni: “Para mentir hay que tener en cuenta lo que el otro es capaz de creer”

Psicóloga y neurocientífica, profesora de la Universidad británica de Hull, está especializada en la memoria y su funcionamiento en casos judiciales

Daniel Verdú
Giuliana Mazzoni, fotografiada en Roma.
Giuliana Mazzoni, fotografiada en Roma.ANTONELLO NUSCA

No conviene intentar engañar a Giuliana Mazzoni (Savona, 1955). La profesora de psicología y neurociencia en la Universidad británica de ­Hull, autora de Psicología del testimonio (Trotta, 2019), sabrá si la está mintiendo. Podría desmontar su farsa de varias maneras. Con un mapa de activación cerebral, un polígrafo o un sofisticado interrogatorio. Sus libros los estudian psicólogos forenses y criminólogos y su consejo es requerido en complicados procesos judiciales. Pero ¿podríamos saber si Mazzoni está mintiendo en esta entrevista? Antes de diseccionar su propio testimonio, suelta una carcajada.

RESPUESTA. Usted debería contrastarlo. Buscar la corroboración externa. Otra manera de descubrir si miento sería pedirme que repita las cosas una segunda vez tomando un punto de vista distinto. También cambiando el orden cronológico, lo que permitiría saber si he memorizado el testimonio o lo que cuento responde a una experiencia. Hay muchas más cosas en las que puede fijarse, como el nivel de detalles que ofrezca.

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PREGUNTA. ¿Cómo distinguir una mentira o un fallo de la memoria?

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R. Es muy difícil. Somos seres sociales y estamos estructurados para fiarnos de los demás. Así que resulta complicado detectar a una persona que miente, a menos que sea muy mala haciéndolo. Hay mentirosos profesionales capaces de contar una farsa como si fuese real. Y además muchos estudios señalan que el hecho de mirar hacia abajo, evitar el contacto visual, mover las manos o enrojecer no es necesariamente un signo claro de mentira. Puede ser ansia o inseguridad, o que quien habla no se acuerde bien y esté avergonzado por ello.

P. ¿El mentiroso que lleva su mentira más allá de lo imaginable responde a un determinado cuadro psiquiátrico?

R. El mentiroso patológico es una variación psicopática. Un tipo se enamoró de una amiga mía y juró que estaba soltero. Ella se fue de EE UU, vendió su casa y se llevó a sus dos hijos a Australia. Se lo encontró felizmente casado y con una familia entera. Algunas personas se crean una realidad alternativa. Disocian ambas realidades y pueden vivirlas de la misma manera.

P. ¿Un impostor?

R. El impostor es muy bueno mintiendo porque está entrenado y no tiene remordimientos ni valores morales. El mentiroso patológico es como nosotros desde el punto de vista emocional. Vive genuinamente las dos realidades, no lo hace de forma calculada y fría. Su personaje se convierte en él y es capaz de convencer a los demás porque no hay distinción.

“Los niños mienten desde los dos años y medio, pero mentir exige conocer la realidad y leer la mente”

P. ¿Hay un proceso neurológico que explique la mentira?

R. Hay estudios que intentan aclararlo, pero hay que distinguir entre tipos de mentiras. Los experimentos no se han hecho con mentirosos patológicos, sino con gente a la que se le pide que mienta, y entonces se ve que ciertas áreas frontales se activan, pero no es una evidencia clara. Esas son áreas de control, de inhibición de ciertos conocimientos.

P. ¿Qué aconsejaría a quien quisiera construir una mentira?

R. Primero, que no lo haga, porque tendría que entrenarse mucho si no quiere que le pillen. Los niños empiezan a mentir a partir de los dos años y medio, y tienen problemas porque para mentir necesitas conocer la realidad, leer la mente del otro, crear una versión alternativa que sea convincente. Hay que tener en cuenta lo que el otro es capaz de creer, y no vale cualquier cosa. Pero, sobre todo, mentir requiere que usted se acuerde del embuste, que prevea todo un recorrido cronológico: un antes, un durante y un después.

P. Complicado, sí.

R. Bueno, el otro truco es convencerse de que es verdad. Si logra creerlo y construir una realidad interna, todo será más fácil.

P. ¿Cómo obtener una confesión en un interrogatorio?

R. Le puedo asegurar que la tortura sería contraproducente. Obtendría una respuesta, pero no sabremos nunca por qué se la dieron. Más allá de la cuestión moral, la tortura es un método pésimo. Alguien bajo tortura dice lo que sea, no lo que sabe. Solo quiere que acabe el sufrimiento, de modo que es imposible distinguir la verdad.

P. ¿Qué recomienda?

“Las técnicas de identificación de culpables deben ser usadas con mucha cautela”

R. Que se utilicen técnicas que no comporten riesgos en la modificación del testimonio. El Ministerio del Interior del Reino Unido en 1992 creó una hoja de ruta sobre cómo interrogar. Y fundamentalmente siguieron dos principios. Primero, la creación de la relación entre interrogador e interrogado. Segundo, hacer preguntas abiertas, y entrenarse para no reconstruir más de lo que le cuenta. Porque, por ejemplo, si yo le digo que ayer fui al cine, usted rápidamente me imagina en la sala y a una hora corriente, que suele ser la noche. Y eso son inferencias automáticas que distorsionan el testimonio.

P. ¿Por?

R. Porque entonces no me preguntará a qué hora fui al cine y perderá información que puede ser importante. Además, su escenario mental influye en las preguntas que me hace y determina mis respuestas.

P. Escribe que damos por hecho la mentira en individuos como los políticos. ¿Qué político miente más?

R. Trump seguramente es un mentiroso patológico que muchas veces cree sus mentiras, como, por ejemplo, que hubo mucho más público en su toma de posesión que en la de Obama. Trump crea un mundo en el que él es el protagonista y puede convencer a los demás.

P. ¿Y Boris Johnson?

R. Parece tener un cociente intelectual elevado. No cree en lo que dice, pero tiene una idea exacta de su estrategia. Para obtener lo que quiere está dispuesto a decir cualquier cosa sin ningún remordimiento. Habló de los millones de libras que con el Brexit no irían a Bruselas sino al sistema de salud británico, y todo era una gran mentira para ganar votos.

P. ¿Por qué hay tantos fallos en la identificación de sospechosos?

R. Las técnicas de identificación deben ser usadas con cautela. Si se hace escribir a un potencial culpable un testimonio, hay estudios que demuestran que hay una reescritura del trazo visible. Las ruedas de reconocimiento y los álbumes con muchos rostros de sospechosos también resultan problemáticos porque se pueden confundir las imágenes y mezclar los rasgos.

P. ¿Cómo ocurre esto?

R. En lugar de contrastar la imagen que tiene alguien en su mente con la de una figura, simplemente se busca a quién se parece más. Por eso aunque no esté el culpable hay muchos estudios que demuestran que el testigo o la víctima tiende a señalar al sospechoso más similar, aunque sea inocente. Se cometen errores con una enorme confianza de haber acertado. En los casos de violación, además, hay una voluntad de que el culpable pague.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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