Generador de utopías
Jordi Sánchez sufre el síndrome de la cárcel de Lledoners, como los presidentes de gobierno sufren el de Moncloa, Palau o Waterloo
Conocí a Jordi Sánchez hace muchos años. Trabajaba como subdirector en la fundación Bofill y era un activista comprometido con causas solidarias. Creía en la utopía y opinaba que siempre hay un pero en la vida y la política forma parte de la vida.
Sánchez mantuvo un tenso interrogatorio con el ministerio fiscal ¡Menudo coñazo el de los coches de la Guardia Civil! Ingenuo no lo ha sido nunca. Sí creo que sufre el síndrome de la cárcel de Lledoners, como los presidentes de gobierno sufren el de Moncloa, Palau o Waterloo: creerse más líderes de lo que son. El procés le ha dado a Sánchez un protagonismo que no todo el independentismo comparte.
Que sepa el oyente, no ha escrito durante el tiempo encarcelado un libro reflexionando sobre su actividad política y contando que en la cárcel hay buena gente, cosa que suelen descubrir los que van a chirona por primera vez. Sí lo han escrito Joaquim Forn y Raül Romeva. Este último, que en su día calificó como fascista a Carlos Jiménez Villarejo, ha tenido replica en el capítulo que el exfiscal Anticorrupción le dedica en Cataluña, mitos y resistencia. “Me indigno leer que Romeva define como franquista a la justicia española de hoy”, me cuenta Jiménez Villarejo.
Al rocoso Sánchez, cordial a la distancia corta, le gusta el flamenco. Maite Martín, Tomatito, José Mercé… lo que caiga. No es una contradicción. Dice el guitarrista Chicuelo en la entrevista en el Quadern de este diario que Cataluña no se entendería sin flamenco. Le gusta también el cine pero solo para desconectar ¿Cómo disfruta? Con las utopías.
