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Tribuna
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Malos vientos para la asistencia humanitaria a refugiados y migrantes

Acusar de una forma generalizada a la gente que huye de conflictos de ser terrorista o de constituir una amenaza es de una crueldad absoluta y no aguanta el mínimo análisis racional

Una niña y un hombre a bordo del Aquarius.
Una niña y un hombre a bordo del Aquarius. ÓSCAR CORRAL

Como casi todo el mundo sabe, contamos con un barco que tiene nombre de refresco y al que le han quitado la bandera para navegar y rescatar a las personas que arriesgan sus vidas para huir de la violencia, la guerra, la persecución y la pobreza. Dos veces nos han retirado ya el pabellón. Ese barco, el Aquarius, atracó ocasionalmente en Valencia en el mes de junio. Fueron días muy intensos en los que ocurrieron muchas cosas. Me gustaría destacar tres de ellas.

La primera, y ciertamente la más importante, es que 629 personas que venían de un infierno, de una travesía durísima, encontraron refugio en un país seguro. Las otras dos pueden parecer más anecdóticas, si se quiere ver así. Nunca nos habían lanzado tantos mensajes de rechazo e incluso de odio en redes sociales como cuando el buque de salvamento que operamos conjuntamente con SOS Méditerranée puso proa hacia nuestras costas. Nos llamaron absolutamente de todo, tanto a Médicos Sin Fronteras como a mí personalmente, como cara visible de la organización. Que nos estábamos enriqueciendo como mafiosos y traficantes de personas, que éramos unos ingenuos irresponsables incapaces de entender situaciones complejas…

"Muchas reacciones han pasado de la empatía y solidaridad con los refugiados a un aumento del rechazo, miedo e incluso odio"
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Y la tercera y última: en ocasiones, en Médicos Sin Fronteras tenemos picos de atención mediática. Aunque normalmente trabajamos en crisis olvidadas, hay momentos en los que la actualidad otorga mucha visibilidad a nuestro trabajo y esto se suele traducir en un aumento de socios o del interés hacia lo que hacemos. No ha sido así con el Aquarius. Incluso hemos llegado a perder algunos socios. Fueron pocos, afortunadamente, pero nos mostró que el viento había cambiado. Algunas de las personas que se dieron de baja argumentaron que nos apoyaban para que trabajáramos en un difuso "allí", pero que no querían que su ayuda se tradujera en traerlos a un concreto "aquí".

Desde MSF hemos visto cómo, en un período de tres o cuatro años, ha cambiado el discurso en parte de la sociedad y cómo muchas reacciones han pasado de la empatía y solidaridad con los refugiados a un aumento de las muestras de rechazo, miedo e incluso odio. Nuestro entorno cercano nos enseña, desgraciadamente, cómo puede continuar la historia. Así, nuestros compañeros de MSF Italia han visto cómo la sociedad italiana pasó de aplaudir masivamente los esfuerzos de rescate, tanto los de las ONG como los de su propio Estado, a apoyar opciones políticas radicales que señalan al migrante y refugiado como principio y fin de todos los problemas sociales, económicos y políticos.

"Rescatamos a la gente porque somos seres humanos y es nuestra forma de expresar humanidad"

Es evidente que estamos ante una problemática extremadamente compleja que no tiene soluciones sencillas ni buenistas. Pero acusar de una forma generalizada a la gente que huye de conflictos de ser terrorista o de constituir una amenaza es de una crueldad absoluta y no aguanta el mínimo análisis racional. Este cambio de discurso que vivimos en Europa no surge de una forma espontánea. Detrás hay agendas políticas que lo impulsan y que echan raíces en una Europa antaño referente de valores y que hoy anda ciertamente desorientada.

Cuando en MSF rescatamos a náufragos en el Mediterráneo central, o atendemos a víctimas de violencia sexual o de extorsión retenidas en Libia, o tratamos a refugiados bloqueados durante meses en las islas griegas, o a niños con desnutrición en Yemen, no lo hacemos porque trabajemos en esta organización ni porque seamos médicos. Lo hacemos porque somos seres humanos y es nuestra forma de expresar humanidad.

Seguiremos insistiendo y presionando para que nuestros representantes políticos, aquí, en Bruselas y en el resto del mundo, protejan los derechos y necesidades básicas de los más vulnerables, traduzcan valores en leyes y asuman la responsabilidad de construir una época más próspera y rica a todos los niveles, y por tanto, y necesariamente, mucho más humana.

Son tiempos convulsos, difíciles para nosotros, pero sobre todo para las víctimas. Y aunque el viento sople en contra, vamos a persistir, porque en Médicos Sin Fronteras, que nadie lo dude, somos gente tozuda. 

David Noguera es presidente de Médicos Sin Fronteras España.

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