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OBITUARIO

Muere Maruja Carrasco, pionera española en la conservación de colecciones científicas

La investigadora y profesora madrileña tuvo un papel esencial en modernizar la conservación de los mayores herbarios españoles

Maruja Carrasco en el Pirineo Navarro en junio de 2013
Maruja Carrasco en el Pirineo Navarro en junio de 2013MAURICIO VELAYOS (RJB-CSIC)

María Andrea, Maruja, Carrasco de Salazar ha muerto en Madrid el 1 de agosto de 2018, después de unos años de jubilada como profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid. Carrasco era una botánica de bota, como gustan llamarse los botánicos sistemáticos, y ella de bota muy desgastada; era una investigadora en el campo de la taxonomía de plantas y también una especialista de primer orden en conservar, mantener y actualizar colecciones científicas, una tarea no muy conocida para la opinión pública (quizá algunos sí reconozcan mejor el término curator, de la terminología internacional). Sin esos profesionales, muy respetados en las instituciones científicas internacionales, mal podría hablarse de los estudios de biodiversidad en cualquiera de sus perspectivas actuales.

Maruja tuvo una carrera extraordinaria en la Botánica y la universidad españolas, una de más de 35 años. Se licenció a finales de los sesenta, una época en la que, por el retraso que había en la España de la dictadura, pocos científicos y académicos viajaban para ampliar perspectivas laborales. Entonces se popularizó en el gremio la expresión "hay que salir". Ella sí salió. Recién licenciada se mudó a Chicago con el físico José María López Sancho, su marido y mejor amigo desde entonces y hasta ayer mismo. Trabajó en dependencia de la Universidad de Chicago como técnica en un laboratorio biológico. Esa experiencia, no relacionada con su posterior actividad, debió contribuir mucho a su formación intelectual y a su amplia visión del mundo. No pudo ser de otra manera porque mucho de lo que allí veía no podía encontrarlo en su entorno en la universidad española de entonces. Y ella, dotada de una gran inteligencia, aprovechaba cada oportunidad para aprender.

Desde 1971 trabajó en Botánica en la Universidad Complutense, donde se doctoraría poco después. Desarrolló tres facetas: profesora, investigadora y curator del herbario. Esas tres vertientes la convirtieron en una figura de fuerte influencia en el entorno académico en la Facultad de Biología de la Universidad Complutense y en general en la Botánica española; pero más allá de nuestras fronteras también fue muy respetada y querida en el ámbito de los naturalistas mediterráneos. Incluso jubilada, continuó manteniendo una notable actividad en este contexto.

Todavía veinteañera era ya influyente en las épocas en las que en la universidad española había que dar la batalla por los valores democráticos y cívicos; entonces su personalidad y su simpatía arrastraban a hacer “una sentada” a colegas de corbata y terno, que sin ella de por medio jamás se hubieran expuesto a recibir porrazos o acabar visitando a la dirección general de seguridad.

Sin esos profesionales, muy respetados en las instituciones científicas internacionales, mal podría hablarse de los estudios de biodiversidad en cualquiera de sus perspectivas actuales

Su impacto como compañera de todos perduró en el tiempo de su vida activa. Cada vez que ella quiso ser candidata para representar intereses profesionales en el ámbito universitario, fue elegida; su sentido de la justicia y su honradez iban paralelos a su atractivo personal, su generosidad y su sentido de la lealtad colectiva.

Su influencia se extendió a los conservadores de herbarios nacionales y de las asociaciones internacionales de colecciones científicas; en ellas colaboró decisivamente para insertar el Herbario MACB (siglas internacionales de referencia) de la facultad de Biología de la Complutense. Puede decirse que ella fue artífice fundamental en el desarrollo de esa notable colección científica de plantas. Cuando en 1981 se hace cargo del MACB este consta de apenas 3000 ejemplares. En 2004 cuando se jubiló, el herbario había crecido hasta más de 100.000 especímenes. Publicó además más de 100 artículos científicos especialmente sobre flora ibérica.

Muchos de estos artículos, incluida su tesis doctoral, versaban sobre nomenclatura y tipificación de especies en diferentes colecciones, españolas o extrajeras, públicas o privadas; le fueron encomendado a ella el estudio y conservación de los herbarios antiguos más relevantes, propiedad de órdenes religiosas. Ella los trabajó y publicó información destacable sobre su contenido. Este trabajo de investigación sobre las colecciones botánicas clásicas era de lo más querido para Maruja y posiblemente es en el que ella alcanzó mayor prominencia como profesional. Esa investigación consiste en ordenar la taxonomía y nomenclatura como exigen los códigos internacionales; lo que requiere estudiar varios cientos de pliegos con muestras y etiquetas a veces ilegibles; comparando muestras y etiquetas de cualquier colección científica donde pueda producirse un equívoco de autoría de fecha o de contexto conceptual; se requiere mucha preparación para resolver con éxito problemas difíciles. Maruja Carrasco lo podía hacer por dominar los códigos y las técnicas y por su enorme erudición en el conocimiento de plantas de visu.

El objetivo de este tipo de estudios sobre las colecciones, muy complejo y para el cual se están agotando los especialistas, hace posible trabajar en biodiversidad. Porque se dispone de ese trabajo como infraestructura, todos, biólogos evolutivos, filogenetistas y ecólogos, ambientalistas y jardineros, pueden llamar a las especies correctamente y todos están seguros de llamar igual al mismo concepto. De estas investigaciones se han beneficiado muchos herbarios y muchos investigadores de todo el mundo.

No se puede hablar de Maruja Carrasco sin destacar su faceta de profesora; tuvo muchos tesinandos y varios doctorandos que han mantenido relación muy estrecha con ella hasta el último día. Es muy excepcional que alumnos suyos de varias promociones de biológicas, algunos botánicos, otros profesores de secundaria y bachillerato, cuando ella se jubiló constituyeran una suerte de agrupamiento llamado “Deambula marujoidea” para organizar campañas botánicas anuales con ella, y así lo hicieron varias ediciones. Todos coinciden en recordarla como una profesora solvente, didáctica y atractiva que comunicaba entusiasmo y placer por la Naturaleza.

Lo mínimo que pueden decir quienes la conocieron es que era una amiga excepcional. Una persona magnética, entrañable y querida, el clavo del abanico para varios círculos. En sus emociones siempre estará presente. Mientras ellos no se integren también en la siguiente etapa del ciclo del carbono.

Ana Crespo, Ana Rosa Burgaz y Mauricio Velayo son biólogos

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