Lo que no habíamos visto de uno de los rodajes más convulsos de la historia
Un libro celebra el 50 aniversario de ‘La semilla del diablo’ con casi 200 fotografías inéditas. La historia alrededor de este clásico da más miedo que la propia película
Cuando en 1967 el escritor Ira Levin publicó El bebé de Rosemary, el horror (como género) supo que había dado con algo extraordinario. Vendió más de cuatro millones de ejemplares y la crítica reconoció de manera unánime su sutileza para envolver al lector hasta, al final, arrojarlo al abismo. Así pues, no fue extraño que la productora de cine Paramount se pusiera manos a la obra para adaptarla inmediatamente a la gran pantalla. El escogido como director fue un recién llegado, que no novato, llamado Roman Polanski.
El director francés de origen polaco había levantado ya un buen número de proyectos en Europa, entre ellos Repulsión (1965) o El baile de los vampiros (1967), esta última estrenada en EE UU y destrozada por la crítica del país. Sin embargo, el productor de la cinta, un tipo legendario en el mundillo de la serie B llamado William Castle, creyó que no era mala idea darle una oportunidad. Así, lo que tenía que ser una película aparentemente sencilla en su concepción y desarrollo se convirtió en un maldito dolor de cabeza para todos los presentes.
Mia Farrow llegó al rodaje hundida por el ultimátum de su pareja por aquel entonces, Frank Sinatra. El legendario cantante le había dicho que escogiera entre el matrimonio con él o su carrera cinematográfica; John Cassavetes, un tipo célebre por ser lo que se ha dado en llamar ‘actor del método’, casi llega a las manos con Polanski, un hombre rígido como el palo de una escoba, con disciplina de rodaje prusiana y aficionado a llevar a sus actores al límite.
El circo tuvo como espectador de excepción a un foto fija del Hollywood clásico, un veterano llamado Bob Willoughby. Willoughby ya había ejercido de fotógrafo en rodajes como los de El graduado, My fair lady u Ocean’s 11, donde hizo muy buenas migas con el grupo de actores Rat Pack (el grupo de amigos formado, entre otros, por Frank Sinatra, Dean Martin o Sammy Davis Jr.). Aquí captó el terremoto (metafórico) que se produjo en el edificio Dakota de Manhattan cuando Polanski arrancó su aventura fílmica en Estados Unidos.
Una gran parte de este trabajo quedó en ese limbo artístico en el que a veces perecen algunas obras y jamás fue publicado. Ahora ha sido recuperado por la editorial británica Reel Art Press, que ha seleccionado 200 de entre las miles de instantáneas del fotógrafo para publicar This is not a dream, uno de los libros más potentes del año si uno es aficionado al séptimo arte, mitómano o amante de las joyas en formato visual.
“El trabajo de Bob Willoughby es impresionante y, sobre todo, desconocido para el gran público. Yo interpreto su rol en La semilla del diablo [en España decidieron destrozar la intriga ya con el propio título] como el de un cronista que inmortalizó uno de los rodajes más legendarios de la historia del cine y luego se guardó ese material sin darle más importancia”, cuenta Tony Nourmand, fundador de Reel Art Press. “La pena es que en casos como este es imposible incluirlo todo”, lamenta.
This is not a dream ilustra a lo largo de sus 200 páginas el tortuoso proceso que del infierno llevó a la luz una de las novelas más amadas por los fans del horror. Desde el momento en que el peluquero Vidal Sassoon le hace a Mia Farrow el icónico peinado que luciría en la película a las miradas que Casavettes dirige a Polanski (y la soledad del primero, que traspasa el ámbito del papel para colarse en los ojos del observador) o a los recovecos del edificio Dakota, que aún hoy muchos consideran un lugar demoníaco, pasando por la sutileza del diseño de producción de Richard Sylbert y la clase de actores como Ralph Bellamy o Ruth Gordon.
Casi todo ello en blanco y negro y acompañado por un precioso texto del escritor James Munn, según muchos, uno de los mayores expertos en la mística de esta película estrenada en 1968, hace ahora 50 años, pero que sigue siendo considerada por méritos propios una auténtica obra maestra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.