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Columna
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Magos, no gobernantes

Lo que hay es un divorcio de la realidad que ha terminado por destruir el entramado político-constitucional-social

Manifestación  en Toulouse, Francia.
Manifestación en Toulouse, Francia.PASCAL PAVANI / AFP

Viendo al presidente francés, Emmanuel Macron, plantar cara a la jauría enfervorizada de las centrales sindicales y el pulso que le van a echar por la reforma de los ferrocarriles públicos, me doy cuenta de que hoy el mundo no elige a gobernantes. En realidad, como si fuera un libro de Harry Potter, buscan magos.

Gobernar hoy es luchar con la realidad y Macron ha dicho lo que cualquier presidente que se precie: llevamos demasiados años viviendo no por encima de nuestras posibilidades, sino al margen de nuestras realidades.

El problema es que si uno combina la ineficacia de los gobiernos con la crisis de la democracia representativa, ¿que nos queda? Por ejemplo, Donald Trump, que ya ha conseguido de verdad jugar en las grandes ligas al mismo nivel que Xi Jinping, Kim Jong-un y Vladimir Putin: no hay nada por encima de ellos.

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No necesitan ser buenos gobernantes, solo necesitan que, durante un ratito, alguien se crea que pueden ser los “magos” que harán el milagro que requiere cada sociedad en cada momento y los voten. Al final, siempre existe el terrible día siguiente.

Y el día después -para el que no existe píldora- nos encontramos con un aspirante a mago, disfrazado de gobernante, que tiene a una sociedad cada vez menos dispuesta a negociar con la realidad, que es lo que justificaría la misión de su gobierno.

Observen a su alrededor. No es que tengamos crisis de liderazgos y de programas políticos -que los tenemos-, no es que en este momento cueste mucho diferenciar entre los capitalistas de China y Vietnam y los progresistas de Ohio, sino que realmente lo que hay es un divorcio de la realidad que ha terminado por destruir el entramado político-constitucional-social.

Y eso ¿cómo se combate? Pues solo de una manera: chocando con la realidad. ¿Cómo se administra? Primero, diciéndole al público que la fiesta se terminó. Segundo, ¿se acuerdan ustedes de Naciones Unidas? Amortizadas. ¿De Bretton Woods y del gran economista John Maynard Keynes? Muerto. ¿Del Fondo Monetario Internacional? Desaparecido. ¿Del Consenso de Washington? No sabe/no contesta. ¿De la Organización del Tratado del Atlántico Norte? Cadáver. ¿De la Unión Europea? Desaparecida.

¿Se acuerdan ustedes del mundo que construimos? Fíjense en que la vida empieza en el hogar: no hay ningún padre que, a la hora de recomendar a su hijo qué estudiar, tenga que reflexionar sobre para qué servirá lo que estudie. En el mundo moderno, seguramente el 80% de las crisis empiezan porque los mandamos a la universidad sin saber exactamente qué aprenderán. No hay carrera más exitosa hoy que la de "hacker". Y esa ¿en dónde se aprende? ¿Cuál es la legalidad que se respeta? ¿La de la Guerra de las Galaxias o la de los países?

Por eso, tener gobernantes mediocres -que crean y confundan el desinterés con la aprobación- es, en gran parte, con lo que vamos tirando. El problema es que el mundo de nuestros hijos -ese en el que ellos viven y al que nunca llegaremos, ese "byte mental" que es inaprensible para nosotros- no encaja con el mundo en donde los hacemos vivir. El divorcio ya no es la ruptura sociológica, no es la existencia del concepto millennial, es otra cosa. Nunca en toda mi vida pensé que se vería cumplida la profecía de la película "The Manchurian candidate" ("El mensajero del miedo") y se cumplió, ni que vería al director del FBI explicándole al presidente de Estados Unidos sus tendencias sexuales y se cumplió y ni mucho menos que vería lo que significa la aniquilación de las formas.

¿Dónde radica esa crisis? Muy sencillo, todas las manifestaciones de libertad de expresión necesitan tener un fin y un orden. En el mundo en que vivimos, existe la capacidad de expresión. Lo que no existe es el destino, el objetivo, el sistema, el fin, ni el orden. Bienvenidos a Hogwarts.

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