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El paraíso de los liquenólogos

Lo líquenes son capaces de colonizar los lugares de la Tierra de clima más extremo. En la Antártida dominan por encima de cualquier otra forma de vida

Los investigadores Jorge Durán y Asunción de los Ríos en un terreno cubierto de líquenes, en las cercanías de la BAE Juan Carlos I.
Los investigadores Jorge Durán y Asunción de los Ríos en un terreno cubierto de líquenes, en las cercanías de la BAE Juan Carlos I.José Miguel Viñas

Gracias a la presente campaña antártica estoy aprendiendo muchas cuestiones ligadas a las distintas disciplinas que llevan a cabo los científicos que participan en ella. La convivencia con ellos en la base y la posibilidad de acompañarlos en su trabajo de campo y en el laboratorio, me está permitiendo conocer de primera mano la ciencia que se hace en la Antártida. Uno de los asuntos que ha despertado en mí una mayor curiosidad es el de los líquenes, de los que apenas conocía cosas hasta ahora.

Los líquenes son las formas de vida dominantes en la Antártida. Ningún otro organismo vivo tiene semejante capacidad de adaptación a un ambiente tan hostil como el antártico, lo que justifica el interés de los científicos por conocer en detalle los mecanismos que les permiten prosperar bajo unas condiciones tan extremas. En las Shetland del Sur –donde España tiene sus dos bases antárticas–, dada su influencia oceánica, encontramos zonas costeras con cubiertas criptogámicas, que presentan una gran variedad de especies de líquenes, conviviendo con algas, hongos y cianobacterias, dotando al terreno de un llamativo color verde. Estas zonas contrastan con los oscuros pedregales y con la blancura del hielo y la nieve, que dominan en la Antártida.

Detalle de una cubierta de líquenes en la que también han prosperado las dos únicas plantas presentes en la Antártida.
Detalle de una cubierta de líquenes en la que también han prosperado las dos únicas plantas presentes en la Antártida.José Miguel Viñas

En el interior del continente antártico desaparecen esos pequeños vergeles. Allí la sequedad ambiental y las bajas temperaturas son tan extremas que los líquenes pasan inicialmente desapercibidos, pero también los hay, en pequeños reductos (microoasis) en los que hay agua líquida disponible aunque sea a cuentagotas. En los valles secos de Mc Murdo (el lugar más seco de la Tierra) los hay que buscan el refugio de algunas rocas de cuarzo, que dejan pasar algo de luz, tapizando de verde su base y evitando así el contacto directo con la inclemente temperie.

Tengo la suerte de estar rodeado de algunos de los liquenólogos más importantes del mundo, que estos días me han permitido descubrir el apasionante mundo vivo que se esconde bajo nuestros pies. Asunción de los Ríos, del Museo de Ciencias Naturales de Madrid y especialista en el tema, no se conforma con estudiar la variedad de líquenes que vemos sobre las rocas antárticas de isla Livingston, sino también los microorganismos que tienen su hábitat en su interior, y que tienen ahí su zona de confort. Cuanto más hostil sea el ambiente exterior, más juegan al escondite estas minúsculas formas de vida.

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Uno de los lugares que más interés despierta entre los liquenólogos que participan en la campaña son las morrenas de los glaciares, como las del lóbulo BAE, en las cercanías de la base Juan Carlos I. Así me lo contó Leopoldo García Sancho, catedrático de Botánica de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid e Investigador Principal del proyecto CRYPTOCOVER. Según Leo, esos espacios, ocupados en tiempos por el hielo, les permiten seguir la pista de la colonización de los distintos líquenes, sin más que haciendo un seguimiento de su evolución a lo largo de los años. Partiendo de un punto cero, se puede arrojar luz sobre las estrategias seguidas por los distintos líquenes para la citada colonización.

La Antártida es el paraíso de los líquenes y, por ende, de los liquenólogos. A diferencia de los musgos o las algas, que son organismos simples, los líquenes son el resultado de una simbiosis con ellos. En las zonas verdes que salpican algunos enclaves costeros de las Shetland del Sur, conviven varias especies y también están presentes, de forma mucho más testimonial, las dos únicas plantas que hay en la Antártida, la deschampia antárctica y el stereocaulon alpinum. No tiene cabida ninguna más, pues la falta de luz y las bajas temperaturas reinantes las impiden prosperar, cosa que no ocurre con los líquenes, que están en su salsa. Incluso en zonas algo elevadas de las cercanías de la base, retiradas de la línea de costa y donde el clima es algo más extremo, prospera un tipo de usnea, de color verde pálido y aspecto de un pequeño hierbajo, que encontramos en muchas piedras. Sorprende ver semejante capacidad de resistencia.

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