Esta veinteañera es la responsable de que los ‘millennials’ escuchen flamenco
'Los ángeles' es un disco fabuloso que le ha valido a Rosalía el mérito de convertirse en uno de esos raros fenómenos al que todos quieren adosarse
Suele decirse de ella que su voz tiene cuajo, tiene poso, tiene duende. Que te dice la verdad. Pepe Habichuela le lanzó a quemarropa un piropo muy flamenco: “Cantas como una vieja”. Rosalía (1993) ha venido a explicarse. A contar, con esa intensidad tan suya, por qué se toma esto como un elogio supremo. “En el flamenco se valora la edad y la experiencia, el poso que la vida te va dejando en la voz, me parece precioso que alguien tan grande como Pepe crea que yo ya tengo algo de eso”.
La voz de Camarón de la Isla la deslumbró cuando ella tenía 13 años y la llevó a asomarse a una tradición que ahora mismo es su vida. “¡Cataluña es muy flamenca! Es Carmen Amaya, es Miguel Poveda, es Maye Martín, es Montse Cortés. El flamenco no es patrimonio exclusivo de Andalucía, y tampoco hay nada en el carácter catalán o en la cultura catalana que nos aleje del flamenco”.
Le preguntamos de dónde viene ella y nos cuenta que de un hogar donde “solo se escuchaba música los fines de semana, y casi toda rock clásico anglosajón, de los Beatles a Supertramp, hasta que entró en casa un disco de Estopa”. Nació y creció en Sant Esteve de Sesrovires, en la comarca del Baix Llobregat, el corazón de la Cataluña obrera y mestiza. “Un pueblo muy pueblo, donde vivíamos rodeados de bosques, en contacto directo con la naturaleza, pero también con sus polígonos industriales, que le dan un cierto aire urbano”, cuenta.
Siempre supo que quería cantar y bailar. En sus primeros recuerdos ya está presente la música, pero el flamenco vino después. “Es la música más emotiva, más brutal que existe”, se entusiasma Rosalía, “es como un milagro. Contiene mucha sabiduría y el eco de una tradición de siglos que ha llegado a nosotros intacta”.
"El flamenco no es patrimonio exclusivo de Andalucía, y tampoco hay nada en el carácter catalán o en la cultura catalana que nos aleje del flamenco"
Su primer maestro, José Miguel Vizcaya, El Chiqui, fue quien le mostró la parte más áspera y genuina de esa tradición. “Con él escuché a La Niña de los Peines, a Valderrama, Chicuelo, Vallejo, Marchena”, recita de corrido, “una música que hoy siento como muy mía, pero que entonces me parecía difícil y poco agradecida, sin el embrujo inmediato que sí encontraba en Camarón”.
Cuando uno se asoma a una tradición milenaria, razona Rosalía, lo hace con la humildad del que se siente un recién llegado. Pero también con la pretensión de aportar algo muy suyo, algo que valga la pena. “Porque, si no, mejor ni te metas”, advierte. ¿Qué aporta ella? “Supongo que frescura, porque soy joven, y falta de prejuicios, porque para mí no hay géneros mejores o peores, y de la misma manera que llevo profundizando en el flamenco desde los 16 años y trato de conocer todos los palos, tengo una sensibilidad contemporánea y escucho de todo: indie, Rihanna o Beyoncé”.
Una falta de prejuicios que la ha llevado a incorporar a su repertorio un tema de Bonnie Prince Billie, I see a darkness, y llevarlo a su terreno, pero también a colaborar con el rapero C. Tangana en Antes de morirme, gran éxito viral, pero también objeto de desprecio por parte de los fundamentalistas de lo supuestamente exquisito. “Hice esa colaboración con un artista urbano, de mi generación y cercano a mi sensibilidad, porque el rap y el trap son también música del pueblo, despreciada, sobre todo, por los que no la comprenden”.
Ella, que ahora mismo está leyendo un libro sobre John Coltrane (“se me saltan las lágrimas, ¡qué talento!”), encontró un cómplice privilegiado en otro melómano sin prejuicios, Raül Fernández, Refree. “Entró en mi vida como amigo. Vino a verme y conectamos al instante. Somos los dos muy inquietos, muy curiosos, enamorados de mil músicas distintas, y a la vez, muy punkis, porque nos entusiasma sobre todo lo muy directo y visceral”. El disco se llama Los ángeles.
Juntos han hecho un disco que es como el eco deslumbrante de un gran río subterráneo. “Me gusta dejarme llevar por esa corriente”, remata Rosalía, “sentir que las canciones me transportan y que yo soy el vehículo a través del que salen a flote. Lo he conseguido en alguna ocasión, dejar de ser Rosalía, dejar de ser pensante, y entrar en trance. Cada vez que canto persigo, una y otra vez, esa sensación”.
Agradecimientos: Hotel Alexandra Curio Collection by Hilton (Mallorca, 251. Barcelona).
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