La Niña de los Peines, voz de todos
Es la integral de su obra grabada, pues aunque se especuló mucho sobre el número de cantes que llegó a grabar -y que algunos investigadores elevaron hasta más de 400-, una exigentísima comprobación ha permitido fijar los mismos en estos que aquí se ofrecen. Aun así, el nombre de La Niña de los Peines sigue ocupando un lugar de honor entre los flamencos que más presencia tuvieron en el disco.
Pastora Pavón, La Niña de los Peines (Sevilla, 1890-1969) es probablemente la figura del flamenco que más honores ha recibido hasta hoy. El más singular, y sin duda el más relevante, en septiembre de 1996, cuando en Sevilla se celebraba la IX Bienal de Arte Flamenco y su voz fue declarada Bien de Interés Cultural por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. Un hecho absolutamente sin precedentes. Nunca antes, que se sepa, ni en España ni fuera de ella, se había hecho algo semejante por una voz humana. En teoría y a partir de entonces, la voz de La Niña de los Peines goza de la misma protección que cualquier otro bien artístico; por ejemplo, una obra pictórica, un códice único o un edificio de valor histórico sobresaliente.
Obviamente no podemos aquí extendernos sobre su personalidad artística. Hermana de Arturo y Tomás Pavón -cantaores excepcionales como ella-, su precocidad cantaora fue tal que de sus ocho años ya constan actuaciones en público. Ascendió meteóricamente. Cantaora plural, La Niña de los Peines lo cantó todo, y casi todo a la perfección. Fue tal su prestigio que García Lorca la propuso como modelo de la cantaora enduendada, en un texto memorable en que la trata de "sombrío genio hispánico, equivalente en capacidad de fantasía a Goya y a Rafael el Gallo". El poeta se mostraba fascinado por el arte de la cantaora: "Entonces, La Niña de los Peines se levantó como una loca, tronchada igual que una llorona medieval, y se bebió de un trago un vaso de cazalla como fuego, y se sentó a cantar sin voz, sin aliento, sin matices, con la garganta abrasada, pero... con duende".
Un elemental recorrido por
los estilos de cante en que sobresalió esta mujer nos da efectivamente la imagen de una cantaora completa, que quizá ni ella misma llegó a tener plena conciencia de la trascendencia de lo que hacía. Todos ellos los encontramos en esta colección, que comprende grabaciones de 1910 a 1950. Alrededor de dos docenas de estilos en que la acompañan los mejores guitarristas de su tiempo. Entre ellos, Montoya, Currito de la Jeroma, Niño Ricardo, Melchor de Marchena. Y un extraordinario Luis Molina, a quien conocemos fundamentalmente a través de estas grabaciones, porque murió joven en accidente de tráfico, en 1919, y no dejó mucho más.
Cantaora única, sin duda la mujer más celebrada en lo jondo. Tenía un metal de voz que era gloria pura, transido de emoción y flamencura, tremendamente efectivo como forjador de un cante que a nadie dejaba indiferente. Pepe de la Matrona decía que le gustaba Pastora hasta echando una maldición, y a veces se metía con ella "na más pa oírle las maldiciones que me echaba, pa oírle el metal de su voz".
No siempre era así, claro, pues el rigor profesional no fue precisamente una de sus virtudes distinguidas. En la colección que comentamos es fácil oír, junto a cantes que son verdaderas joyas por la intensidad y la pasión que ella les comunica, otros cantados como sin ganas y absolutamente prescindibles. Aun tratándose, en ocasiones, del mismo estilo y con las mismas coplas en dos grabaciones distintas, pues Pastora grabó a destajo cuanto le propusieron sin exigirse ella misma el mínimo esfuerzo en renovar temas y coplas. Así, en todos estos discos hay cantes que se repiten hasta seis u ocho veces, quizá más. Y no importa demasiado, Pastora es Pastora siempre.
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