_
_
_
_
_

La biblia de la alimentación no llega a todas partes

Los países en desarrollo piden apoyo para cumplir con los estándares internacionales de inocuidad, los pequeños productores necesitan más ayuda

Una mujer vende alimentos en Ngolongoliwa, una aldea del sur de Malawi.
Una mujer vende alimentos en Ngolongoliwa, una aldea del sur de Malawi.AMOS GUMULIRA (AFP)
Más información
¿Sabemos lo que comemos?
Los microplásticos: una atracción fatal para los peces
La alarma por los huevos contaminados alcanza a la carne de pollo en Holanda
El panga, un pescado ‘low cost’ que se ahoga en su mala fama

Cada año, casi una de cada diez personas enferma (y 420.000 mueren) por comer alimentos contaminados. La ingesta de comida con residuos tóxicos, parásitos u otro tipo de patógenos provoca más de 200 enfermedades distintas, de diarrea a cáncer, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por eso es básico un control exhaustivo sobre los productos alimenticios, sus componentes y los procesos a los que se ha sometido hasta llegar a la mesa, según han coincidido los ponentes de un acto celebrado este jueves en Roma (Italia).

A este respecto, hay reglas y estándares locales, nacionales, o regionales. Pero también globales. El Codex Alimentarius, es una suerte de biblia alimentaria en la que 187 países y 219 entidades tratan de consensuar, con arreglo a pruebas científicas, los niveles máximos de aditivos o residuos que puede contener un alimento o las prácticas adecuadas para tratarlo. Es el manual por excelencia de lo que en español se ha venido en llamar "inocuidad alimentaria": esto es, que los alimentos sean seguros. La OMS y la FAO (la agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) son los encargados de gestionar los trabajos.

Inocuidad vs. seguridad

A menudo se confunde el concepto técnico de "inocuidad alimentaria" —que los alimentos sean seguros para su ingesta— con el de "seguridad alimentaria" que uno esté seguro de que conseguirá alimento suficiente—. El lío viene de su formulación en inglés, como "food safety" y "food security", respectivamente, ya que ambas palabras se pueden traducir al español como seguridad".

Pero no siempre es fácil hacer cumplir esas normas. En Tanzania, por ejemplo, faltan inspectores e instalaciones de análisis adecuadas, según reconocía George K. Madafa, embajador tanzano en Italia. Doojduan Sasanavin, secretaria del Ministerio de Agricultura de Tailandia, también reconocía las dificultades de su país (un gran exportador de alimentos) para cumplir con los requisitos de venta al exterior.

"Cuidar la inocuidad de la comida es importante para cumplir con las reglas comerciales, pero sobre todo porque la comida segura y de calidad es la base de una vida saludable", ha argumentado el director general de la FAO, José Graziano da Silva. La representante tailandesa ha admitido que, más allá de la normativa internacional, es la creciente demanda de los consumidores por comer productos sanos y nutritivos la que más empuja a transformar los sistemas alimentarios. "Hace 20 años Tailandia procuraba producir al menor precio posible. Pero ahora nos centramos mucho más en la inocuidad y la calidad", ha asegurado.

El problema, han coincidido Sasanavin y Madafa, es que para los pequeños agricultores, ganaderos o pescadores —que son legión en los países en desarrollo— no es fácil alcanzar los estándares. "Hay que hacer mucha labor de formación y apoyar sus medios de producción", ha apuntado el diplomático tanzano, al tiempo que ha pedido apoyo técnico y económico para hacerlo. "Tenemos que poner el acento en la granja, en el campo, controlar cómo se crían los pollos", agregaba la representante tailandesa.

Pero no solo eso. También, según han coincidido los ponentes, hay que involucrar a los distribuidores y educar a los consumidores sobre qué productos son inocuos. Y explicar realmente la base científica de las recomendaciones o controles alimentarios. "En las redes sociales se esparcen muchas cosas sin sentido. Vemos mensajes como 'no comas atún en lata' que desatan la alarma sin ninguna base científica", ha denunciado Sasanavin.

Por eso, Jaled el Taweel, representante de Egipto ante la FAO y presidente de uno de los comités que forman el Codex Alimentarius, ha pedido más fondos para que el organismo pueda seguir realizando estudios que le permitan estar al día. Ya sea a la hora de valorar cuál es el nivel asumible de restos químicos en un alimento o controlar la presencia de aflatoxinas (una toxina cancerígena) en productos como el maíz, uno de los problemas que azotan precisamente a los pequeños agricultores de Tanzania. "El Codex no puede funcionar de forma aislada, tiene que contar con las últimas evidencias científicas", ha insistido El Taweel.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_