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Tentaciones
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20 respuestas para afrontar la temida pregunta: "Y tú, ¿qué tal todo?"

Buenos consejos para salir airosos de una de las cuestiones más absurdas e intrascendentes

Ahí está. Ese tipo al que hace tiempo que no ves (y te considerabas afortunado por eso). No puedes esquivarlo. Ha habido contacto visual, se va a producir lo que más temes a esta hora del día, justo cuando sales de pagar los implantes capilares y tienes que llegar corriendo a la merienda anual del yayo Matías. Empieza una partida de ajedrez sin cuartel, una sonata de movimientos dialécticos que puede desembocar en una explosión cerebral por sobrecarga de vergüenza ajena.

 “Y tú, ¿cómo estás? ¿Qué tal todo?” Es la pregunta más temida. El momento de la gota de sudor japonesa. Suele llegar después de que tu interlocutor te haya explicado sus miserias sin pedir permiso. A cascoporro. Y eso te obliga a retribuirle con la misma moneda. Si no estás preparado para el desafío, esta pregunta trampa puede conducirte a un monólogo interior forzado y patético; una autohumillación pornográfica en plena rúe, abriéndote en canal mientras una paloma te caga en la solapa y un ciclista decide aplastarte el pie.

En pleno siglo XXI, el humano sigue desarmado ante el “Y tú, ¿qué tal todo?”. No tiene pudor a la hora de exhibir su vida íntima en las redes, pero le aterra que le inquieran sobre ella por la calle, sin la ayuda de filtros o del comando "editar publicación". Por eso cedes a la presión, te desmoronas en el asfalto y escoges la respuesta equivocada. El clásico "NINGUNA NOVEDAD" te puede explotar en el semblante: no solo denota que tu vida es menos interesante que la biografía de Chenoa, sino que llevará a tu interlocutor a apiadarse de ti y e invitarte a cenitas, barbacoas y clases de risoterapia.

Si optas por un giro de personaje de novela negra y te creces con el "SOBREVIVIENDO", tendrás que soportar indagaciones posteriores sobre tu estado económico. Algunos incluso entenderán que “Sobreviviendo” es “Vendo droga” y te pedirán unos porritos. "TIRANDO" suele ser más neutro, pero su uso se ha extendido de tal modo que ha perdido gran parte de su efecto disuasorio, como cuando dices una palabrota muchas veces y pierde su significado.

"RESPIRANDO" es una gilipollez: como decir "whassuuup" en 2017 y creerse ocurrente. Lo mismo podríamos decir de "VIVO": las respuestas estúpidas conducen a preguntas todavía más estúpidas, son mal negocio. No te confíes con el "UF, MUY ESTRESADO MUCHO TRABAJO": funcionaba hace años, pero es un victimismo infructuoso en 2017. El colega, cero impresionado, te preguntará en qué estás trabajando y tendrás que inventarte una ficción in situ, porque en realidad curras en un videoclub de 10 a 14 h. y te pasas las tardes fumando canutos y viendo Netflix.

Muy importante: el negativismo es mal negocio, pues alimenta la curiosidad de tu interlocutor. Tu depresión es su victoria. “BUENO, NO ESTOY EN MI MEJOR MOMENTO". ¡No! "PODRÍAMOS ESTAR MEJOR" ¡No! “Estoy pasando una mala racha.” ¿Estás loco? “Me iba al Subway a cerrar los flecos para el banquete de boda.” ¡No lo hagas, insensato! Odias a tu jefe, tienes lumbalgia crónica, no llegas a fin de mes, no hay forma de eliminar ese hongo genital, tu novia te ha dejado por un cantante de trap, de acuerdo, pero ¿es realmente necesario contarle a este tipo la verdad? ¿Quieres darle esa satisfacción?

Tu interlocutor es una serpiente ávida de malas noticias: necesita saber que te va peor que a él, para volver a casa con una sonrisa y explicarle a su pareja que fulanito de tal está en la mugre y que la vida es muy perra. Si entendemos que la dinámica miserable es contraproducente, una alternativa para evitar una conversación larga e indeseada con alguien que te importa un pimiento sobre cosas que te importan otro pimiento, es tirar de épica ganadora.

Da igual que sea todo mentira, lo que hay que hacer es vender triunfo. Tu interlocutor sueña con una historia de decadencia y patetismo, pero no tiene ninguna intención de escuchar un relato en el que todo son victorias. No investigará ese flanco. Aborrece tu felicidad. "NO ME PUEDE IR MEJOR". ¡Sí! "LA VERDAD ES QUE MUY BIEN, NO PUEDO SER MÁS AFORTUNADO" ¡Sí! "ME HAN ASCENDIDO A DIRECTOR DE VENTAS EN DUBAI". Vale, va. “ACABO DE SER PADRE: MI MUJER TUVO A NUESTRO HIJO AYER DE PARTO NATURAL EN EL JACUZZI DE 20 EUROS EN NUESTRA CASA DE ASPEN". No te vengas arriba.

En este sentido, una opción saludable que utilizo siempre ante el “Y tú, ¿qué tal todo?” es "NO ME PUEDO QUEJAR". He aquí una respuesta de la que se desprende que no tienes un éxito precisamente rutilante, pero tampoco has caído en lo más hondo de la miseria; vamos, que tu zozobra económica y emocional entra en los parámetros de lo aceptable. Es posible que ante el "NO ME PUEDO QUEJAR" tu predador no vea suficiente dolor y humillación en la trama como para perder el tiempo escuchándola.

En un terreno inestable, dúctil, encontramos las referencias de localización obvias; las perogrulladas de toma pan y moja. Con un poco de suerte, el clásico "PUES POR AQUÍ" te delatará como un mentecato carente de ingenio y locuacidad, y es muy posible que al enemigo. "AQUÍ ESTAMOS" es una versión más relajada, pero su afán inclusivo, merced a esa primera persona del plural traicionera, puede hacer que tu interlocutor se sienta arropado, incluso legitimado a seguir metiendo la nariz donde no le llaman. Por cierto, ni se te ocurra emplear el juego de palabras "AQUÍ ANDAMIOS"; te tomarán por un cachondo mental y de ahí al “Venga, hombre, vamos a tomar una caña” hay un paso.

¿La mejor estrategia? Aunque pone en riesgo muy serio tu reputación de persona cuerda, el efecto espejo siempre funciona. Cuando la otra persona te pregunte “Y tú, ¿qué tal todo?”, sácala del partido y contéstale con la misma pregunta. Un 'loop' en retroalimentación eterna. La bella imagen de dos personas casi desconocidas en plena calle repitiéndose hasta el fin de los tiempos la misma pregunta, una y otra vez. “Y tú, ¿qué tal todo?”… “Y tú, ¿qué tal todo?”… “Y tú, ¿qué tal todo?”…

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