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El “cestito de los embutidos” en la política de Rusia

Las investigaciones contra la corrupción incorparán un nuevo término.

Pilar Bonet
El exministro de Economía ruso Alexéi Uliukáyev. Moscú. Rusia.
El exministro de Economía ruso Alexéi Uliukáyev. Moscú. Rusia.MAXIM SHIPENKOV / EFE

Los funcionarios rusos están advertidos. Si Igor Sechin, el presidente de la petrolera Rosneft (controlada por el Estado), le ofrece un cestito de embutidos, lo sensato es ponerse en guardia, sobre todo, tras la experiencia de Alexéi Uliukáyev, el exministro de Desarrollo Económico de Rusia, al que se está juzgando en Moscú por supuesta aceptación de un soborno de dos millones de dólares a cambio de un dictamen a favor de una operación de Rosneft.

En una fría noche de noviembre de 2016, Uliukáyev visitó a Sechin en Rosneft y, según la acusación, aceptó el dinero, entregado por orden de su interlocutor. La suma iba en una bolsa de viaje impregnada con fijador de huellas dactilares. Al margen de cuál sea su responsabilidad real, el ministro cayó en una trampa. No obstante, este caso puede ser un ejemplo de cazador cazado. En las transcripciones de la conversación entre los dos altos cargos, divulgadas por el fiscal del caso, no se menciona la palabra dinero, pero sí, varias veces, el “cestito de los embutidos”.

Sechin es aficionado a la caza y, según la revista Forbes, para no desperdiciar las presas cobradas, en las cocinas de Rosneft se producen con ellas hasta 16 tipos de embutidos, que se reparten como regalos corporativos. Las grabaciones de la emboscada (tendida con ayuda de los servicios de seguridad de la petrolera) revelan un lenguaje vulgar y comentarios despectivos sobre los socios indios y chinos de Rosneft. A Sechin no le gustó que el fiscal difundiera la conversación y ha calificado el hecho de “cretinismo profesional”. “Hay testimonios que contienen secretos de Estado”, dijo, según el diario Kommersant. Y agregó: “El proceso debería haber sido cerrado”.

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El cestito de los embutidos se ha incorporado a la terminología política. La figura de Sechin, que trabajó con Putin en San Petersburgo y llegó a vicejefe de la Administración presidencial, adquiere tintes caricaturescos. Lo ridículo compite con lo temible y los observadores creen que las familias del entorno del jefe del Estado se dan codazos para mantenerse a flote, y quien sabe si con ayuda del mismo Putin.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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