_
_
_
_
_
PORQUE LO DIGO YO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Verano frío

Me he pasado julio sudando y feliz en Madrid, pero no ha sido suficiente

La cuenta Hotdoglegs de Instagram, una inspiración para mi verano frío.
La cuenta Hotdoglegs de Instagram, una inspiración para mi verano frío.
Ana Marcos

La previsión del tiempo para la próxima semana en Bogotá es de máximas de 17 grados y mínimas de ocho. Y así será todo agosto, septiembre y octubre hasta que empiece (si es que alguna vez se fue) la época de lluvias en noviembre. Conclusión: los que vivís en el hemisferio norte a menos de 2.600 metros estáis en verano y yo sigo en el otoño eterno. O, como he decidido llamarlo, el verano frío.

En honor a la verdad, me he pasado julio sudando y feliz en Madrid. No ha sido suficiente. Mi cerebro sigue pensando que la época estival termina a finales de septiembre. Por eso durante este mes voy a intentar no quedarme excluida.

Mi primer reto consiste en conseguir una foto hot dog. O lo que el común de los mortales conoce como una imagen de las piernas torradas con un fondo paradisiaco. Mis extremidades inferiores se parecen más a dos Mini Milks (de leche) que a dos salchichas, pero siempre puedo titular la instantánea: “Comienzan las vacaciones #sufriendo”. Así, los más suspicaces podrán guardarse lo de “¡Qué blanca estás!”.

Lo más parecido a una piscina o a un mar de aguas cristalinas que hay en mi casa y alrededores es la ducha. Investigo en Instagram y compruebo que puedo poner mis piernas ante otro tipo de paisajes siempre que cumplan con el requisito de parecer destinos que desprendan envidia de la mala. La barandilla de mi terraza con vistas a los cerros bogotanos, la parte de los Andes en la que vivo, puede funcionar. No hay palmeras. Tengo cedros, pinos, incluso algún árbol autóctono que da ese punto exótico que estoy buscando.

Solo me falta lo del cielo azul. Hace ya unos cuantos años que pasé por mi particular crisis de fe, voy a intentar lo del perdón y el arrepentimiento a ver si la virgen de Monserrate, la versión andina de la Moreneta, me concede el deseo de un horizonte limpio de nubes. Y si no, tendré que prometerle que subiré a verla un par de veces por semana, pese a los más de mil escalones mediante. “Una buena manera de empezar con la operación bikini y poner los muslos a tono”, me digo a mí misma entre el engaño y el convencimiento.

Recopilando. Tengo dos piernas, un balcón con vistas y una petición a la virgen. Un plan sin fisuras.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura, encargada de los temas de Arte. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Fue parte del equipo que fundó Verne. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_