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Perfil

Martin Margiela, el iconoclasta que inventó el lujo moderno

Faldas envolventes diseñadas por Martin Margiela para la colección primavera-verano de 2004 
de Hermès.
Faldas envolventes diseñadas por Martin Margiela para la colección primavera-verano de 2004 de Hermès. Marina Faust /
Victoria Zárate

UNA LEGIÓN de modelos, sobre cuyo cuerpo se habían pintado a mano trampantojos, desfilaba por la estación de metro de Saint-Martin en París, abandonada desde 1939. Martin Margiela (Genk, Bélgica, 1957) había escogido este emplazamiento para presentar su colección primavera-verano de 1992. De fondo reverberaba la música de Frédéric Sanchez, que creó en el suburbano una atmósfera más propia de un happening de los sesenta. “Lo recuerdo como una ­auténtica provocación; el alboroto aún resuena en la cabeza de la gente”, explica Susannah Frankel, directora de la revista AnOther y experta en moda.

Cuando, cinco años después, Hermès anunció el nombramiento de Margiela como nuevo director creativo de su división femenina, toda la industria del lujo arqueó la ceja al unísono.

Varios rincones de la exposición que acoge el Mode Museum de Amberes.

La exposición Margiela, The Hermès Years, que acoge hasta finales de agosto el Mode Museum (MoMu) de Amberes, muestra los grandes hitos creativos del diseñador belga a través de un exhaustivo viaje por el archivo de la marca francesa y de Maison Martin Margiela, la enseña que fundó en 1988 y que hoy capitanea John Galliano. La muestra, que ha dado lugar a un catálogo editado por Lannoo, pretende arrojar luz sobre la figura del belga, uno de los creadores más influyentes y también más misteriosos de la moda contemporánea.

Hasta la fecha, solo hay constancia de un retrato oficial de Margiela y son contadas las entrevistas que ha dado. Cualquier declaración del diseñador se solía recibir por fax y en primera persona del plural, como gesto de respeto hacia el trabajo creativo de su equipo.

“En Hermès, Martin Margiela quiso dar una imagen moderna, en la que primara la comodidad de las mujeres”, señala Kaat Debo, directora del MoMu. Como comisaria de la muestra, ha buscado subrayar uno de los inconfundibles sellos del autor durante esta época: la versatilidad de sus piezas.

El montaje del escenógrafo Bob Verhelst, que trabajó con el diseñador desde 1989, representa un diálogo entre Hermès y Margiela, enfrentando en orden cronológico sus creaciones mediante un código de colores binario: el célebre naranja calabaza de Hermès frente al blanco absoluto que rigió en Maison Margiela desde su creación.

En la primera imagen, jersey adaptable perteneciente a la colección otoño-invierno de 1999. En la segunda, cárdigan de cachemir de la colección otoño-invierno de 1990.

“El blanco simboliza la fortaleza de la fragilidad y la vulnerabilidad del paso del tiempo. Es una expresión de unidad, pureza y honestidad. No se trata del blanco sin más: ¡vamos más allá, apostamos por todos sus matices!”, son las palabras que recogía Cream, el libro que publicó la firma en 2008 con motivo de su vigésimo aniversario.

Entre las joyas de la exposición está el reloj Cape Cod de Hermès. La pieza, creada por Henri d’Origny en 1991 y completada seis años después por Martin Margiela con una correa de doble vuelta, es uno de los objetos más falsificados del mundo.

El reloj Cape Cod de Hermès fue creado en 1991 por Henri d’Origny. Martin Margiela diseñó en 1997 la correa de doble vuelta que se ha convertido en un icono de la marca.

En los cinco años que el belga estuvo al frente de la dirección creativa de Hermès, no se empleó ni un solo estampado; toda una declaración de intenciones tratándose de una firma cuyo mayor icono era el Carré, un pañuelo cuadrado de vivos colores. Lo que primó fue la sutil y a la vez revolucionaria investigación del extenso archivo de la marca francesa, que data de 1837. Margiela transformó los historiados botones de la casa por otros más sencillos, de seis agujeros, que al hilvanarse formaban una discreta H. La clásica loneta en crudo de Hermès, conocida como toile H, dejó de usarse solo en maletas y bolsos y pasó a protagonizar las propuestas de prêt-à-porter. Del Carré tomó la parte por el todo: emuló el característico ­hilado del dobladillo para rematar ­blusas y túnicas.

En Hermès, el belga asentó tres principios: confort, calidad y atemporalidad. “La prenda como forma de vida” era su lema.

Le vêtement comme manière de vivre” (la prenda como forma de vida) fue el lema que marcó su trabajo desde su ingreso en los Seis de Amberes, rupturista grupo de diseñadores del que formaban parte Dries Van Noten o Ann Demeule­meester y que puso por primera vez a Bélgica en el mapa internacional de la moda. Esta consigna, como apunta Debo, también marcó su paso por Hermès, donde asentó su trabajo en tres principios: confort, calidad y atemporalidad. Es el caso del Vareuse, una especie de guardapolvo caracterizado por su cuello en uve, que podía adquirir, tanto en Maison Margiela como en Hermès, la función de camisa, túnica o chaqueta.

Junto a otras creaciones como el Antipluie, una capa para protegerse de la lluvia que también podía convertirse en abrigo formal, Margiela definió un nuevo lenguaje que Jean-Louis Dumas, entonces director general de Hermès, recibió de buen grado y que se convirtió, junto a la introducción de prendas de noche —como el esmoquin o los guantes largos— en contextos diurnos, en seña de identidad de la maison. “La creación de este vocabulario constituye una expresión más del inconformismo de Margiela. Los noventa fueron la era del logo, de los diseñadores celebrities, de los it bags. Y él quiso ­reaccionar contra el sistema vigente proponiendo todo lo contrario”.

Propuesta de traje de chaqueta de la colección otoño-invierno de 2002.

No fue un diseñador al uso, en ninguno de los sentidos. Entre 1984 y 1987 trabajó como asistente de Jean Paul Gaultier y ahí surgió su famosa fobia a la popularidad. “En esos años, Gaultier no podía pasear por París sin que una troupe de fotógrafos le siguiesen, y Martin era testigo de ello. Siempre tuvo claro que no quería nada de eso para él”, recuerda Debo. Este recelo hacia la imagen pública es una de las pocas cosas que se conocen sobre su vida. Martin Margiela se graduó en la Real Academia de Bellas Artes de Amberes en 1980. Ocho años más tarde fundaría su marca homónima con Jenny Meirens. Juntos convirtieron Maison Martin Margiela en una firma de vanguardia, financiera y creativamente independiente, cuyas prendas iban marcadas por una etiqueta blanca sin nombre y solamente reconocible por cuatro puntadas visibles desde el exterior. En diciembre de 2009 —tras la adquisición de la marca por parte del grupo OTB, que preside el dueño de Diesel, Renzo Rosso— ­decidió dejar la dirección creativa y retirarse de la vida pública.

Margiela extrapoló esa querencia por el anonimato a sus desfiles, cubriendo en repetidas ocasiones el rostro de sus modelos con un velo. Algo impensable en la era digital, donde las top models con millones de seguidores en Instagram adquieren tanta relevancia como los diseños que visten sobre la pasarela. “Hoy sería impensable. Sus valores y los actuales distan enormemente”, afirma Rafa Bodgar, diseñador y mitad creativa de la firma Chromosome, ejemplo español de la margielización que vive la moda actual y que en el ámbito internacional abanderan firmas como Vetements, Marques’ Almeida o Jacquemus.

Demna Gvasalia, fundador de la primera y director creativo de Balenciaga, ha revolucionado la moda francesa con una camiseta con el logo de la empresa de transportes DHL. La conexión es comprensible, ya que Gvasalia diseñó para Maison Martin Margiela entre 2009 y 2012, periodo en el que comenzó a apostar por la deconstrucción y, al igual que el diseñador belga, por el uso de materiales reciclados, cambiando radicalmente el modo de ­exhibir sus colecciones con el nacimiento de Vetements. “Cualquier persona que sea consciente de lo que es vivir en el mundo contemporáneo está influenciada por Margiela”, declaró el diseñador Marc ­Jacobs al semanario Women’s Wear Daily en 2015. Dada su poderosa ascendencia en la moda actual, cabe preguntarse si no sería un buen momento para que el diseñador belga regresase a las pasarelas. “No creo que eso suceda”, confiesa Debo. “Pero yo no soy Martin. Deberías preguntárselo a él”.

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Sobre la firma

Victoria Zárate
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 2016. Coordinó la web de Tentaciones y su sección de moda y estilo de vida hasta su cierre en 2018. Ahora colabora en Icon, Icon Design, S Moda y El Viajero. Trabajó en Glamour, Forbes y Tendencias y ha escrito en CN Traveler, AD, Harper's Bazaar, V Magazine (USA) o The New York Times T Magazine Spain.

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