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Tribuna
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Maduro se quita la careta

La anulación de los poderes de la Asamblea Nacional supone un punto de no retorno

La opositora Amelia Belisario discute con fuerzas de seguridad en Caracas, este jueves.
La opositora Amelia Belisario discute con fuerzas de seguridad en Caracas, este jueves. JUAN BARRETO (AFP)

La anulación por parte del Tribunal Supremo de Venezuela de los poderes de la Asamblea Nacional, el Parlamento que debería poder representar a todos los venezolanos, ha llevado a Maduro a alcanzar un punto de no retorno en su diabólica aventura de poder.

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Durante todos estos años, desde dentro y fuera de Venezuela, muchos, incluidos destacados dirigentes de la oposición, han apelado constantemente a las reglas de juego constitucionales para exigir un tipo de conducta u otro por parte del poder Ejecutivo. Una y otra vez caían en la trampa de Maduro que, revestido con la túnica de la democracia, nunca tuvo intención alguna de someter su poder a ningún tipo de control distinto del que ejercían las distintas familias internas de su régimen.

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Fue Moisés Naím, también en EL PAÍS unos días antes de las últimas elecciones al Parlamento, quien sugirió que la estrategia de Maduro ante el previsible triunfo de la oposición -que finalmente se produjo en términos aún más abultados de los esperados, sería aceptar el resultado, vistiéndose hábilmente con la "túnica de la democracia". No hace falta ser un afinado constitucionalista para saber que ni entonces ni ahora existe en Venezuela un solo atisbo de división de poderes. Allí no queda un solo juez inamovible, el Parlamento nunca ha podido ejercer verdaderamente como tal, y la prensa ha sido sometida o brutalmente amedrentada. Mientras tanto, una sola mano ha mecido la cuna de todos los venezolanos, decidiendo sobre su última suerte y fortuna. La libertad arrebatada, arrollada por aquellos que decían querer empoderar a la gente y resolver objetivas injusticias históricas de un país siempre en construcción. Desde entonces, cuantos venezolanos han recordado aquellos tiempos, "cuando éramos felicites y no lo sabíamos". El colapso del suministro por corrupción e incompetencia, la imposibilidad de imponer el orden público y la constante denuncia internacional, han ido jalonando el desgaste del tirano.

Son muchos los que han luchado y lo hacen hoy para revertir las cosas y construir el futuro. Pero los políticos opositores, apoyados en una millonaria legión de ciudadanos armados con las armas que necesitan WiFi para funcionar, no han podido hacer otra cosa que escribirlo en una barra de hielo. La conducta que realmente se ha mostrado más efectiva ha sido la de los opositores en la cárcel que, con su fuerza y dignidad, han sabido mostrar al mundo lo que de verdad se escondía en ese gran país infectado por una nueva mutación del viejo virus de la dictadura comunista. Se equivocaron de enemigo al llevar a Leopoldo López a la cárcel. Él levantó, desde Ramo Verde, la bandera de todos los presos de conciencia y comenzó una estrategia que, tan costosa para él, ha llevado finalmente al régimen contra las cuerdas. Hoy Maduro se ha visto en la necesidad de quitarse completamente la careta, forzando a sus marionetas judiciales a prevaricar en perjuicio de la libertad y el bienestar de más 30 millones de seres humanos que hablan español.

Javier Cremades es abogado, miembro del equipo de defensa de Leopoldo López

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