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MIRADOR
Columna
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A Marte

En un par de décadas, el magnate sudafricano Elon Musk quiere establecer una colonia permanente en el planeta rojo

Javier Sampedro
Explosión del cohete SpaceX Falcon 9 el pasado 1 de septiembre en el momento de su lanzamiento.
Explosión del cohete SpaceX Falcon 9 el pasado 1 de septiembre en el momento de su lanzamiento. HANDOUT (REUTERS)

Elon Musk tiene la negra. El magnate y visionario sudafricano, que fundó hace 15 años Tesla, para hacer coches eléctricos, y SpaceX, para hacer cohetes, ha tenido que soportar este verano la ira de Zeus en castigo a su audacia. Uno de sus modelos Tesla causó en julio la primera muerte a bordo de un coche autopilotado (aquel que iba viendo una de Harry Potter, ¿se acuerdan?), y uno de sus cohetes SpaceX estalló el jueves pasado antes de despegar de Cabo Cañaveral, en Florida. En el segundo incidente no murió nadie, lo que parece confirmar que sigue siendo más probable morir en la carretera que en el espacio, pero la explosión destruyó el satélite israelí de comunicaciones que iba a ponerse en órbita, y seguramente la confianza de unas cuantas billeteras. Innovar es estrellarse, ¿no es cierto?

Pero nada de eso va a parar a Musk. Desde que Washington suspendió el programa de las lanzaderas, la industria espacial necesita malamente un sustituto que pueda poner satélites en órbita, entregar cargas a la Estación Espacial Internacional y reparar algún telescopio de vez en cuando, todo ello al menor coste posible. La innovación esencial de SpaceX es el reciclado de las fases del cohete. Todos hemos visto esos cohetes que, a medida que ascienden al cielo, van deshaciéndose de las partes (fases) que le sirvieron para despegar y alcanzar la velocidad de escape y luego no son más que un lastre. Esas fases cuestan una pasta, y además se desintegran en la atmósfera y son una fuente considerable de basura espacial, ese vertedero que hemos logrado poner en órbita en solo 60 años.

La idea de Musk, que ya se ha probado con éxito, es reciclar las fases en lugar de abandonarlas. Una vez que la primera fase, la que formaba la base del cohete, se desprende del resto porque ya no hace falta para el vuelo, sus máquinas se encienden una última vez para dirigir su aterrizaje en una plataforma marina. Después se puede reutilizar para otro lanzamiento, y eso ahorra un montón de dinero y basura espacial. Musk planea lanzar un cohete donde las tres fases, y no solo la primera, sean reutilizables, tal vez a principios del año que viene. Y antes de que acabe ese mismo año, quiere organizar viajes tripulados a la estación espacial, aunque desde luego tendrá que evitar antes todo este tema de las explosiones. Los millonarios tienen apego a la vida, y de ningún modo querrían morir antes de despegar.

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