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Tentaciones
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Christina Rosenvinge nos revela las mil y una posibilidades de un poncho

La autora de 'Lo nuestro', que actúa hoy viernes en Santander dentro del ciclo SON Estrella Galicia y nos descubre los infinitos usos de la prenda que descubrió en un viaje a Perú y Chile

Christina Rosenvinge con su objeto multiusos. (Fotografía: Erik von Frankenberg).
Christina Rosenvinge con su objeto multiusos. (Fotografía: Erik von Frankenberg).

Christina Rosenvinge parece muy relajada. Luce pintauñas verde, mientras lamenta que la mano derecha nunca le queda tan bien como la izquierda. Transmite comodidad enfundada en el poncho que ha escogido como su prenda preferida. “Creo que fue en el 93 cuando viajé por primera vez a Chile y a Perú. Entonces descubrí el poncho, del que ya nunca me he separado. Este es uno de mi extensa colección. Siempre llevo un poncho en la maleta porque sirve para muchas situaciones: si vas en un avión, lo usas como manta para dormir; si estás en un camerino, puedes cambiarte con privacidad, aunque haya gente delante; si das un paseo por el campo y quieres bañarte en el río, tienes el poncho para secarte”. Resumiendo: estamos ante la navaja suiza de cualquier ropero. “También puede utilizarse como almohada o para hacer ejercicio en el suelo sin mancharte. La primera vez que te lo pones descubres que es una de esas cosas sencillas y perfectas”, explica.

Ya que hablamos de ropa, le recuerdo su reciente canción La tejedora. “Está inspirada en una escultura de Louise Bourgeois. Tiene forma de araña y está delante del Guggenheim Bilbao. La artista está haciendo una analogía entre las madres y las arañas, en el sentido de que ambas tejen una tela protectora que puede resultar asfixiante. Se puede hacer extensivo a cualquier relación de afecto que suponga alguna renuncia. Es una canción que surgió en uno de esos viajes por América Latina. Estaba en Huachúa, una zona de Perú, y tenía en la cabeza una letra con aire de música tradicional española. Podría haber funcionado perfectamente dentro de algún palo flamenco. Cuando hice la música, me metí mucho en el viaje, por eso me salió el chillido en el estribillo, que es influencia de unas danzas folclóricas de allí, que había visto la noche anterior en un teatro. Era un baile muy sencillo, que incluía estos gritos histéricos, que a mí me recordaban mucho a Yoko Ono”. Precisamente la mezcla de tradición y vanguardia es la que ha enamorado en la crítica musical especializada, que ha incluido Lo nuestro en numerosas listas de lo mejor del pasado año.

"Creo que es ingenuo hablar del sistema como si uno no fuera parte de él"

Venga, vamos con la pregunta comprometida. Rosenvige aprecia la naturaleza y es usuaria habitual de bicicleta. ¿Le supuso algún quebradero de cabeza participar en el anuncio de una marca de automóviles? “No soy anticoche, tengo uno, pero a diario me muevo en bici y transporte público porque es mejor en todos los sentidos. La cuestión es hacer uso limitado y racional del coche y poco a poco transformar las ciudades para que sean más limpias. Cuando me ofrecieron ese anuncio, tenía mis dudas sobre si hacerlo era coherente. Incluso, antes de aceptar, consulté a mi gurú bicicletero, representante de Pedalibre. Al final hice solo una parte de la campaña”, precisa. “Acepto solo algunas de las cosas que me proponen y escojo con mucho cuidado. Para mí, hacer publicidad es una manera de financiar proyectos musicales que si no serían inviables. Sería mejor que la música en general pudiera funcionar sin patrocinadores, pero ahora mismo es difícil, hasta que no se encuentre un sistema sostenible hay que buscar recursos externos”.

Otra de las novedades del disco es Alguien tendrá la culpa, la canción más explícitamente política que ha compuesto en su carrera. “Es una canción protesta no acusatoria, que me incluye de alguna manera en el problema. Creo que es ingenuo hablar del sistema como si uno no fuera parte de él”. Rosenvinge destaca también por un discurso feminista cordial, que asume que parte del género masculino también sufren en cierto grado los estereotipos dominantes. “El corsé de los hombres también aprieta lo suyo, pero no digo esto como crítica al feminismo actual. Creo que las feministas defienden también a los hombres que no se identifican como "machos". La lucha de sexos está muy superada. El transfeminismo plantea dejar de dividir a las personas en categorías según su sexo y su preferencia sexual, afrontar la desigualdad sexual como parte de las otras desigualdades. Posiblemente el futuro va por ahí”, apunta.

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