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RED DE EXPERTOS PLANETA FUTURO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Filipinas: voces locales en la lucha global contra el cambio climático

La Cumbre de París debería haber sido una oportunidad para que los países ricos destinaran fondos para ayudar a las comunidades vulnerables

"La  gente  ahora  acude  a  las  reuniones  sobre  preparación  y  adaptación. Esto  es  nuevo, especialmente para mujeres como yo", comenta  Cherry Ann.
"La gente ahora acude a las reuniones sobre preparación y adaptación. Esto es nuevo, especialmente para mujeres como yo", comenta Cherry Ann.Airah Cadiogan (Oxfam)

El 12 de diciembre de 2015, vi, junto con la mayor parte del mundo, como el ministro de Relaciones Exteriores francés, Laurent Fabius, golpeaba el martillo verde en un auditorio lleno de los líderes mundiales en Le Bourget, París. Dicho gesto señalaba oficialmente la adopción del Acuerdo de París, la primera convención internacional legalmente vinculante que obliga a los gobiernos de los países tanto en desarrollo como desarrollados a actuar para detener el peligroso cambio climático.

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El acuerdo histórico, que se produce después de más de dos décadas de polémicas negociaciones internacionales de alto nivel, ha sido muy bien acogido por los expertos en clima, los activistas y los medios de comunicación de todo el mundo. Fue, a todas luces, un momento histórico para la humanidad.

Sin embargo, notablemente ausente de los procesos de París son los que están en la peligrosa primera línea de la batalla global contra el cambio climático: agricultores, pescadores y mujeres —líderes y expertos por derecho propio— cuyas vidas y medios de vida están en peligro debido a los cada vez más impredecibles y extremos fenómenos meteorológicos.

¿Qué tiene reservado el Acuerdo de París para ellos? ¿Pueden esperar más apoyo para ayudarles a adaptarse y ser más resistentes, siendo las personas menos responsables pero a su vez más afectados por el cambio climático?

Recuerdos del supertifón Haiyan

El pasado noviembre, pocos días antes de la conmemoración del segundo año desde que el tifón Haiyan, la tormenta más fuerte que jamás haya tocado tierra, sacudió el centro de Filipinas dejando más de 6.000 muertos, visité el pequeño pueblo pesquero de Salcedo, en la provincia de Samar en el Este del país. Junto con algunos compañeros de Oxfam en Filipinas, fui a la aldea de Caga-ut para descubrir cómo la innegable realidad de las cambiantes pautas meteorológicas ha hecho mella en la vida cotidiana de las personas, y lo que hacen para adaptarse.

Salcedo se encuentra a unos 20 kilómetros de distancia de donde Haiyan tocó tierra el 8 de noviembre de 2013 por primera vez. La tormenta causó cerca de 300 muertos y más de 2.000 millones de pesos filipinos (alrededor de 38,8 millones de euros) en daños a la agricultura solamente en la zona Este de la provincia de Samar.

Allí conocí a Sharon, de 21 años, quien actualmente lidera un grupo de jóvenes del pueblo que educa a los jóvenes sobre la preparación para desastres naturales y la adaptación al cambio climático.

De París estuvieron ausentes los más afectados por el cambio climático: agricultores, pescadores y mujeres 

"Dicen que Haiyan llegó debido al clima más cálido", comenta Sharon, señalando el entorno cada vez más caliente y húmedo. "Creo que es verdad porque nosotros nos hemos dado cuenta de los cambios. Abril y mayo solían ser calurosos y secos, pero en los últimos años siempre ha estado lloviendo. Entre junio y agosto, esperábamos lluvias, pero en su lugar tenemos sequías. Durante noviembre y diciembre, se espera que haga más frío, pero ahora todavía se nota como si fuera verano", exclama Sharon.

El padre de Sharon, Carlos, estaba de acuerdo: "Es impredecible. Nunca hemos experimentado algo como esto".

Para Carlos, de 59 años, la lucha para soportar el cambio climático se agravó cuando las gigantes olas de ocho metros que el supertifón Haiyan provocó, destrozaron el arrecife de coral cerca de su área de pesca.

"Antes de Haiyan, podíamos pescar lo suficiente para sostenernos e incluso vender para poder comprar arroz o aceite. Ahora, apenas obtenemos lo suficiente para nuestras necesidades", me comenta Carlos, quien perdió su casa, la bangka (canoa típica filipina para la pesca) y sus redes de pesca tras el paso de Haiyan.

Cambios positivos

A pesar de la devastación, Sharon me cuenta que cosas buenas han salido de Haiyan.

"A causa de Haiyan, muchas personas, incluyendo a mis padres, ahora están tomando los consejos del gobierno y las ONG más en serio. No sólo las órdenes de evacuación, sino también consejos sobre prácticas de pesca y qué hacer ahora que estamos experimentando El Niño", dice.

La vecina de Rosaldos, Cherry Ann Abud de 31 años de edad, también ha notado cambios positivos en su pueblo tras el paso de Haiyan.

"La gente ahora acude a reuniones informativas sobre la preparación y adaptación. Esto es algo nuevo, especialmente para mujeres como yo", asegura Cherry Ann, quien está casada con un pescador y tiene un hijo de 18 meses de edad.

Cada dólar invertido en acciones de adaptación podría ahorrar siete en costes de asistencias futuras

"Gracias a las ONG que han llegado aquí, me he unido a una organización con otras mujeres. Nos educamos a nosotros mismos sobre el cambio climático y la mejor forma para adaptarnos al entorno. Cuando nos enteramos de que hay una tormenta o temporada de sequía en camino, vemos la cantidad necesaria de alimentos que debemos guardar, cuándo tenemos que evacuar, o los medios de vida alternativos que podríamos emprender", me explica Cherry Ann, quien fue elegida recientemente presidenta de la Asociación de Agua y Saneamiento de su barangay (barrio en la lengua local).

Para los Rosaldos y Abud, y otras familias cuyo principal sostén es la pesca, la capacidad de adaptar sus prácticas al cambio climático es clave para resistir los fenómenos meteorológicos extremos como Haiyan o la corriente de El Niño, que se ha predicho que será la peor en la historia mundial. Sin embargo, con sus limitados recursos, no pueden hacerlo por sí mismos.

Adaptación y consecuencias de París

Oxfam estima que se necesitarán al menos 150.000 millones de dólares (136.000 millones de euros) cada año a partir de 2020 para ayudar a los países en desarrollo, entre ellos Filipinas, a adaptarse o prepararse para el cambio climático. Comunidades como Salcedo, por ejemplo, necesitan fondos y asistencia técnica para desarrollar planes de preparación, fortalecer los sistemas de alerta temprana, construcción de instalaciones de riego y establecer bancos de semillas, o explorar otras fuentes viables de subsistencia visto cómo las ya existentes están siendo amenazados por el clima más cálido.

Lamentablemente, en 2013-2014, de los 20.000 millones de dólares (18.000 millones de euros) de fondos para el clima mundial de los países desarrollados, sólo entre 3.000 y 5.000 millones de dólares (entre 2.800 y 5.400 millones de euros) fueron destinados a acciones de adaptación. Si esta cantidad se divide entre los 1,5 millones de pequeños agricultores en los países en desarrollo, cada uno recibiría alrededor de tres dólares al año (2,8 euros) para hacer frente al cambio climático, el precio de un café en muchos países ricos.

La Cumbre de París debería haber sido una oportunidad para que los países, en particular los ricos con la responsabilidad histórica de causar el cambio climático, destinaran los fondos necesarios para ayudar a las comunidades vulnerables al clima a adaptarse y mejorar su capacidad de recuperación. Sin embargo, el resultado final, que se estima vaya de 5.000 a 8.000 millones de dólares (entre 4.500 y 7.300 millones de euros) en subvenciones para la adaptación al cambio climático cada año, deja mucho que desear.

La ONU ha informado, además, que cada dólar invertido en acciones de adaptación podría ahorrar siete en costes de asistencias futuras. Pero esto parece perdido en el Acuerdo de París, lo que sugiere que los líderes todavía tienen que apreciar el valor de la inversión en adaptación o todavía tienen que comprender la enormidad de los riesgos que enfrentan las comunidades pobres cuando no pueden prepararse o adaptarse adecuadamente. ¿Se necesita otro Haiyan para que los líderes mundiales se tomen la adaptación al cambio climático más en serio?

"París está muy lejos"

Tras la aprobación del Acuerdo de París, le pregunté a Sharon por teléfono lo que pensaba al respecto, o lo que sabía acerca de ello en primer lugar.

Sharon me dijo que era consciente de que había una gran reunión en París que podría afectar al futuro del mundo y cómo se abordaría el cambio climático debido a la campaña de Oxfam llamada Tuktuk a París.

"Pero París está muy lejos", añadió Sharon. "No sólo el lugar, sino de lo que están hablando. Ojalá el acuerdo nos ayude en lugar de hacernos daño. Espero realmente que nos ayude".

Puedo asegurar que las palabras de Sharon reflejan los sentimientos de muchas de las personas más pobres que deben vivir con los efectos adversos del cambio climático: temen que suceda algo más allá de su control y hacen lo que pueden para sobrevivir. A pesar de todo, tienen grandes esperanzas para el futuro.

Escuchar con atención estas voces locales y apoyarlas para adaptarse a un entorno cada vez más hostil es lo mínimo que pueden hacer los gobiernos para garantizar que el Acuerdo de París sea sólo el comienzo de una acción climática genuina.

París puede estar a más de 11.300 kilómetros de la ciudad de Salcedo, pero las repercusiones de las acciones por el clima mundial —o inacción— tendrán efectos evidentes en las vidas de las personas y sus medios de subsistencia que ya están en peligro.

Airah Cadiogan es oficial de política y campañas sobre el cambio climático, Oxfam Filipinas.

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