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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En el Fondo, hay error, no maldición

¿Debe seguir desempeñando el cargo de director gerente del FMI una persona sujeta a juicio por negligencia?

Jesús Mota
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde.
La directora gerente del FMI, Christine Lagarde.POOL (REUTERS)

No faltan supersticiosos convencidos de que el Fondo Monetario Internacional (FMI) está maldito. Primero fue Rato; luego, Dominique Strauss-Kahn, y ahora, Christine Lagarde; una cadena de incidentes extravagantes, como un abandono insólito e inexplicado, affaires sexuales escabrosos (¿nadie sabía que DSK es un adicto al sexo?) y un juicio por negligencia en el llamado caso Tapieque le costó al Estado francés pagar una indemnización de 403 millones de euros en 2008. Lagarde tendrá que comparecer ante un tribunal para explicar qué hizo o qué dejó de hacer en el asunto, por qué aceptó un arbitraje privado para determinar si la venta de Adidas a Crédit Lyonnais había perjudicado a Bernard Tapie y por qué no recurrió la decisión a favor del empresario, amigo de Sarkozy.

Pero, como explicaba Bierce, el ser objeto de una maldición nunca ha elevado en un solo dólar una póliza de seguros. El caso que afecta a madame Lagarde ha de examinarse respondiendo a dos preguntas. Primera: ¿Debe seguir desempeñando el cargo de director gerente del FMI una persona sujeta a juicio por negligencia, que, a su vez, implica una sospecha de connivencia, directa o inducida, con el poderoso Tapie? La respuesta natural es no; el Fondo tiene una reputación que mantener, a pesar de Rato y Strauss-Kahn. Segunda: ¿Conocían Francia y los países europeos la amenaza jurídica que pesaba sobre Lagarde cuando decidieron que era la persona adecuada para dirigir el Fondo? Parece que no, porque el Tribunal de Justicia de la República abrió la primera investigación sobre el caso Tapie en agosto de 2011, un mes después de que Lagarde fuera designada directora gerente de la institución.

Es un atenuante que no exonera del todo al método (si existe) para nombrar a los capitanes del FMI. Desde sus orígenes, las instituciones Banco Mundial y FMI, fundamentales en la regulación financiera mundial, se rigen por un principio sencillo: el presidente del Banco Mundial siempre es un estadounidense, y el del Fondo siempre es un europeo. La designación en el caso del FMI responde a criterios poco conocidos. Básicamente, consisten en que los cuatro países europeos más importantes del consejo (Francia, Reino Unido, Alemania e Italia) se ponen de acuerdo en un candidato; y, más básicamente todavía, en que el que suele tener la capacidad última de decisión es Francia. Alemania y Reino Unido han caído en desinterés crónico, quizá porque entienden que el Fondo no es un organismo decisorio. Este sistema invertebrado de acuerdos de trastienda y conversaciones de moqueta produce que el cargo de director gerente sea una recompensa por servicios políticos prestados o un reducto donde recluir a personalidades que, por una u otra razón, molestan en el entourage político nacional.

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El caso es que, con Lagarde, el sistema de elección mediante componendas acertó más que en los casos de Rato y Strauss-Kahn. A diferencia de sus antecesores, se ha implicado en la gestión del Fondo, ha aceptado sus obligaciones y ha exhibido una férrea profesionalidad. Quede constancia a los efectos oportunos.

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