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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

A las aerolíneas en quiebra siempre les quedará Teruel

La empresa rusa en bancarrota Transaero estaciona sus aviones en una plataforma aeroportuaria aragonesa

Rosario G. Gómez
Aviones de Transaero aparcados en Teruel.
Aviones de Transaero aparcados en Teruel.Josep Lluis Sellart

El progreso económico y las aerolíneas de bajo coste han impulsado una revolución turística que puede estar enfrentándose a su propia burbuja. Rusia es un buen ejemplo. La devaluación del rublo, la crisis de Ucrania y el deterioro del poder adquisitivo han dado la puntilla a un sector que ya no moviliza las oleadas de viajeros de años atrás. Esta riada se ha llevado por delante a la compañía privada rusa Transaero, especializada en rutas domésticas e internacionales.

Dos décadas atrás, Canal + emitió el documental Aeroflot, el descontrol aéreo que narraba, a camino entre el drama y la comedia, el declive de la emblemática compañía aérea soviética, una de las más antiguas del mundo, integrada por una flota de 3.000 aviones y una plantilla de 600.000 trabajadores. El desmoronamiento de la URSS acarreó el fin de su imperio. Uno de sus veteranos pilotos recordaba entonces los avatares que sufrían los empleados y los métodos antiestresantes antes de comenzar el trabajo: un largo trago de vodka.

La marca que fue orgullo de las fuerzas aéreas soviéticas fue desgajada sin piedad y troceada en varios centenares de empresas. Este verano, Aeroflot tenía previsto comprar Transaero, su principal rival. El precio era simbólico: un rublo. Tras esta aparente ganga se escondía una deuda de 3.500 millones de euros. Aeroflot estaba dispuesta a asumirla, pero finalmente la operación no prosperó y la Agencia Federal de Transporte Aéreo de Rusia decidió suspender la venta de billetes de Transaero. El futuro de la aerolínea quedaba (nunca mejor dicho) en el aire, a la espera de su recuperación financiera y con la licencia para volar a punto de ser anulada.

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Hace 10 días, pocas horas antes de que expirara el plazo para dejar de operar, una veintena de aparatos despegaban de Moscú rumbo al aeropuerto de Teruel, enclave que se ha convertido en un auténtico parking de aviones. Las instalaciones del viejo aeródromo militar de Caudé han dado cobijo a la flota de una empresa en bancarrota situada a más de 3.000 kilómetros de distancia. Por sus condiciones meteorológicas y su ubicación, la Plataforma Aeroportuaria aragonesa se ha convertido en el albergue de compañías en apuros, un lugar (aparentemente) seguro en el que descansan las aeronaves a la espera de mejores tiempos. Allí permanecen varados más de 60 aviones (entre ellos varios de la también rusa UTair). Mientras tanto, los responsables del estacionamiento de Caudé se disponen a ampliar la zona para acoger a más inquilinos ante los malos augurios que se ciernen sobre la industria turística.

Transaero ha trasladado a Palma de Mallorca, Barcelona y Málaga a miles de viajeros procedentes de los Urales y Siberia. Creada a principios de los años noventa para competir con Aeroflot asumía el 20% de los viajes internacionales en el mercado ruso. Se ha ido a pique arrastrada por la debacle de los grandes touroperadores, pero siempre le quedará Teruel.

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