_
_
_
_
Tentaciones
ESCUCHA ESTO

Andrew Bird: “El único momento en el que no silbo es cuando como”

Puede tocar casi cualquier instrumento, pero el violín y su silbido han hecho de Andrew Bird una de las estrellas del pop folk actual. Este fin de semana actúa en el Vida Festival

Hay músicos que nacen por vocación, y otros a los que sencillamente no les queda más remedio que serlo. Andrew Bird es una de esas personas cuyos oídos funcionan de una manera distinta, alguien que tiene una relación especial e intensa con los sonidos. “Siempre he sido muy sensible a ciertos tonos”, explica desde su casa de California, a donde se mudó hace un año y medio desde su Illinois natal. “Algunos instrumentos pueden incluso provocarme nauseas. La música no solo me hace sentir feliz o triste; a veces también puede ponerme físicamente enfermo. Siempre me ha afectado más el sonido y la textura que la melodía”.

Quizás por eso el primer recuerdo musical de este multiinstrumentista de aspecto quebradizo y discografía de artesano es “jugar con el dial de la radio del stereo de mi padre, un viejo Pioneer”. Su primer violín, como reza cualquiera de sus biografías, se lo regalaron a los cuatro años, momento en el que comenzaría una relación que no tiene visos de ruptura. “Recuerdo a mi padre sujetándolo por encima de mí”, cuenta. “Yo saltaba como loco intentando cogerlo, y él mientras intentaba hablarme sobre la responsabilidad de cuidar de un instrumento. Le debió costar unos 100 dólares o así”.

Fuese cual fuese la cantidad, estuvo bien empleada. Después de graduarse en la universidad y atravesar su etapa indie rock con la banda Andrew Bird's Bowl of Fire, comenzó una carrera en solitario que fue avanzando de manera sutil, hasta superar la imagen de artista de culto con un Noble Beast (2009) que hizo de él un pequeño fenómeno del pop de cámara, ganándose incluso un hueco en las listas de ventas. Pero la mecánica de la industria discográfica, ya sea indie o no, no parece hecha para él. “Me preocupa hacer durante demasiado tiempo la misma cosa y acomodarme”, explica. “Intento buscar otros proyectos para mantener un equilibrio. Lo último que querría es tocar un concierto de rock una noche tras otra”.

Es por eso que su última aventura es Echolocations: Canyon, el primero de una serie de discos grabados en espacios naturales con particularidades acústicas especiales. “Ese proyecto nació de tocar cada noche en un sitio distinto”, recuerda. “Un día tocaba en un club, otro en un teatro, otras veces al aire libre… En cada prueba de sonido intentaba encontrar el sonido más satisfactorio para cada lugar. Es como afinar el recinto. Das vueltas intentando averiguar cuál es el feedback que te da la sala. La mayoría de bandas tocan las mismas canciones y al mismo volumen cada noche. Intentan que el entorno se adapte a ellos. Yo intento justo lo contrario, adaptarme al entorno”.

El primer lugar elegido fueron los cañones de Coyote Gulch, en el estado de Utah. Un espacio de belleza casi extraterrestre, pero no fue escogido por sus vistas. “Me gustan especialmente los lugares con eco”, explica Bird. “Me encanta la idea de cerrar los ojos y sentir cómo los distintos sonidos rebotan contra los objetos que hay alrededor. Recibes una especia de respuesta sobre lo que estás tocando. Me resulta fascinante”. A ese paraje natural llegó sin nada compuesto, con la idea de adaptarse al entorno: “Lo complicado es no tener un plan, cómo anticiparse a algo sin pensar en lo que vas a hacer. La idea era esperar a estar en ese entorno para ver qué tipo de feedback te ofrecía y, solo entonces, empezar a componer sobre la marcha. Es un poco como el free jazz: llegar con un concepto previo y ver como puedes adaptarlo al momento. Antes de estar en ese cañón no sabía qué iba a sonar bien allí, y cada vez que tocaba un do sostenido sonaba increíble. La manera en la que resonaba en ese lugar me dio toda la información que necesitaba”.

"Mi ideal sería tener mi propio museo, e ir allí a trabajar de 9 a 12"

Echolocations: Canyon también forma parte de la instalación Sonic Arboretum, creada para el ICA de Boston junto al escultor y lutier Ian Schneller. Este mundo, el del arte y los entornos museísticos, atrae cada vez más a nuestro compositor. “Se adapta mejor a mi horario, me gusta más trabajar por la mañana”, aclara. “Mi ideal sería tener mi propio museo, ir allí a trabajar de 9 a 12, componer mientras la gente da una vuelta y volver a casa (risas). Creo que tener un concierto cada noche, y estar esperando todo el día a que llegue la hora de tocar, no es bueno para la creatividad”.

Sin embargo, son sus directos, acompañado tan solo de un pedal de loop que le sirva para crear pequeñas catedrales sonoras o junto a su banda, los que le han llevado hasta su estatus actual. También una particularidad, que ha acabado por definirle incluso a su pesar: su silbido. “¿Qué puedo hacer si me identifican como el tío de los silbidos?”, se excusa. “Es como cuando la gente me compara con otros compositores que utilizan el violín. Es solo porque es poco habitual ver a alguien que utilice el violín como instrumento principal. Nadie compara a Hendrix con Dylan solo porque ambos tocan la guitarra”.

Lo cierto es que esa habilidad para interpretar melodías mientras frunce los labios, desarrollada de manera casi inconsciente, ya forma parte del artista y de la persona. “Me paso todo el día silbando”, admite. “Creo que el único momento del día en el que no estoy silbando es cuando como. Para mí es algo natural, me expreso así. Es como mi propia emisora de radio. Cuando estaba grabando Noble Beast hubo un momento en el que estaba tocando la guitarra, tenía las manos ocupadas, y necesitaba tocar una melodía entre una estrofa y otra, así que la silbe simplemente para darme cuenta de cómo debía ser, en qué lugar de la canción tenía que aparecer. Luego pensaba sustituirlo por un instrumento, pero me di cuenta de que el silbido era mucho más musical que cualquier otra cosa con la que podía suplirlo”.

Por si no hubiese quedado claro que no estamos ante un compositor usual en el panorama del pop actual, también hay que recordar su querencia hacia las canciones de otros. Antes de Echolocations: Canyon publicó Things Are Really Great Here, Sort Of…, disco en el que interpretaba exclusivamente composiciones de sus amigos de The Handsome Family. “Me gusta ponerme a hacer versiones entre un disco y otro. Me encanta cómo se siente uno al cantar esas letras. Yo no puedo escribir canciones como ellos, solo puedo componer como yo mismo, así que me gustaba la idea de ver de qué era capaz como cantante. Cuando cantas una canción de otra persona puedes salirte por completo de tu propia cabeza, y habitar esa canción de otra forma. Me gusta esa tradición de gente como Sinatra, Elvis… ellos no componían sus canciones, pero eran grandes intérpretes. Yo hago todas las partes del proceso, compongo, grabo… A veces es agradable centrarte solo en cantar”.

"Necesitamos menos información, que nos lleguen las cosas menos procesadas"

Ahora Bird trabaja en su nuevo disco, entre paseos en bicicleta por los montes californianos. El proceso que seguirá para registrarlo será, como el de sus trabajos anteriores, el más tradicional posible. “Tenemos demasiada información en nuestras vidas sobre cómo se hace y se graba la música hoy en día”, cuenta. “No es que sea un nostálgico de cómo se hacía las cosas antes, simplemente quiero reducir la información. Las grabaciones modernas, digitales, son unos y ceros, y me llevan a lo que comentaba antes sobre el sonido y la textura. Creo que necesitamos menos información, que nos lleguen las cosas menos procesadas, con menos carga”. Cuenta que espera que su nuevo álbum se publique a principios de 2016. Puede que alguna de sus canciones se escuche este fin de semana en el Vida, el festival de Vilanova i la Geltrú que parece pensado para un artista como él: árboles, naturaleza y un ritmo distinto. “He visto el cartel y me gusta que haya muchos grupos locales”, cuenta. “Es un poco bajón cuando pasas de un país a otro y coincides siempre con los mismos grupos”.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_