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Tribuna
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Hacia un marco europeo de salarios mínimos

El aumento de los sueldos ayudaría a consolidar la recuperación impulsando la demanda interna y la inversión

Es probable que la dureza de la crisis nos haya hecho confundir lo urgente con lo importante. En reiteradas ocasiones las decisiones económicas relacionadas con la coyuntura han sustituido los debates de fondo sobre los mecanismos de gobernanza del euro, los patrones de crecimiento o, incluso, la resolución de los problemas que acumulamos con anterioridad a la crisis como la baja competitividad, la insuficiente inversión en I+D o los problemas de productividad. En ese rincón de los debates postergados se encuentra la manera de resolver la insuficiente coordinación de las políticas salariales, imprescindibles para una adecuada integración de economías tan divergentes como las que constituyen la zona euro.

En 2012 (con los niveles de consumo por los suelos como consecuencia de la austeridad excesiva y el alto desempleo), la Comisión Europea impulsó una devaluación interna con el objetivo de estimular el crecimiento a través de un aumento de las exportaciones. Así, se permitieron cierta relajación de los ritmos de consolidación fiscal a cambio de que los Estados miembros flexibilizaran al máximo sus leyes laborales, facilitando la devaluación. Durante este periodo, Grecia rebajó un 20% su salario mínimo real, mientras que en España los salarios reales cayeron un 4% de media (un 15% los salarios más bajos, según el método de Ghini).

La devaluación generalizada de salarios, lejos de solucionar los problemas, deprimió aún más la demanda interna, desplomó la inflación y estancó la creación de empleo. Además las tasas de crecimiento no aumentaron ya que, en la zona euro, sólo el 17% de las exportaciones se producen con países no europeos por lo que la evolución de la demanda interna es determinante para el crecimiento.

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No se trata de una retribución mínima única para toda Europa, sino de una horquilla para cada país con el que se garantice un ingreso salarial que impida la pobreza laboral

Mientras el sur devaluaba, Alemania se beneficiaba de las exportaciones, acumulando un superávit por cuenta corriente superior al 7% en 2013 demostrando, una vez más, la falta de una estrategia con visión de conjunto en la UE. ¿Hubiera habido una alternativa? Sí, la creación de un mecanismo europeo de coordinación de salarios que introdujera un marco de salarios mínimos en la UE.

No estamos hablando de un salario mínimo único para toda Europa -es imposible dadas las diferencias entre los distintos Estados miembros- sino de una horquilla para cada país con el que se garantice un ingreso salarial que impida la pobreza laboral en la UE (según Eurostat, el 10% de los trabajadores son pobres, el 12,3% en España).

Este marco debería poner límites a las devaluaciones internas y evitar desequilibrios como el de la balanza de pagos de Alemania durante estos años. Además, el incremento de los salarios europeos, en estos momentos, ayudaría a consolidar la recuperación impulsando la demanda interna y la inversión. Según el Observatorio Francés de Coyunturas Económicas, aumentar unas décimas el salario en Alemania equivale a la totalidad de la demanda de Portugal lo que, por sí sólo, generaría un crecimiento adicional del 0,25% del PIB en España.

A esto sumaríamos importantes beneficios sociales: reduciríamos el dumping social, compensaríamos el trabajo frente a la inactividad, aumentaríamos la inversión en el capital humano incrementando la productividad, y elevaríamos los ingresos fiscales garantizando la suficiencia del gasto social.

Sin olvidarnos que trabajar por un salario digno no es sólo una política eficiente desde el punto de vista económico. Simplemente, es lo justo.

Sergio Gutiérrez es secretario general de los socialistas españoles en el Parlamento Europeo.

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