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Cosmética orgánica: si es tan natural, ¿se puede comer?

Una mujer llega a engullir en su vida hasta un kilo de pintalabios. ¿Cambia algo si nos maquillamos con productos 'eco'?

“Mira ahora, mira ahora, puedes mirar, que ya me he puesto maquillaje; y si ves mi imagen te vas a alucinar y me vas a querer besar”, cantaba Mecano en uno de sus grandes éxitos (Maquillaje, 1982). “Cuando besas a una persona en la boca, esta se va a comer parte de tu pintalabios; y con él, si los lleva [a veces, ocurre], rastros de metales pesados y moléculas derivadas del petróleo”, comenta Anna Dal Passo, quien regenta una distribuidora de cosmética ecológica en islas Baleares. Y no solo eso. Según Dal Passo, una mujer puede llegar a comerse hasta un kilo de su propio pintalabios a lo largo de su vida, y aunque no hay evidencia de daño a la salud, la experta recomienda fijarse muy bien en qué tipo de cosmético utilizamos. Y no alentar (quizás) tan a la ligera, como hacía Ana Torroja, a que se coman nuestro maquillaje. ¡Un momento! Resulta que uno de los productos estrella que Dal Passo comercializa es una barra de labios cuyos ingredientes provienen del mundo alimenticio (aceites esenciales y extractos vegetales). Entonces, ¿es la cosmética ecológica tan natural y sana que hasta se puede engullir?

Si el consumidor quiere ser responsable de sus elecciones, debe informarse mucho, pues en cosmética ecológica no hay normativa que codifique lo que está permitido y lo que no" (Anna Dal Passo, comerciante)

En el mercado existen ciertos cosméticos que, por ingredientes y proceso de elaboración, lucen el mismo sello que los alimentos ecológicos. Tienen calidad alimenticia y se pueden comer. Se trata, en su mayoría, de productos de formulación sencilla como mantecas de karité, cacao y aceites vegetales y esenciales, fuente natural de ácidos grasos Omega 3 y 6. "Como, por ejemplo, el aceite de lino o el de rosa de mosqueta, que se pueden beber o absorber a través de la piel", concreta Dal Passo. Esta dualidad no sucede en el caso de productos más elaborados, como el maquillaje o el champú, que por muy naturales y ecológicos o convencionales que sean, pueden llevar pigmentos minerales el primero (para dar color) y tensoactivos el segundo (para formar burbujas de la espuma), que son ingredientes no comestibles.

Además, dentro de la cosmética orgánica, no todo el género es tan natural como su nombre reivindica, porque también están permitidos conservantes y emulsionantes sintéticos y solventes químicos. “Es una lástima, pero en este momento si el consumidor quiere ser responsable de sus elecciones, debe informarse mucho, pues en cosmética ecológica no hay normativa que codifique lo que está permitido y lo que no”, avisa Dal Passo.

El sello no lo es todo

Marga Roldán, una de las dos coordinadoras de la Red ecoestética, un proyecto de la Asociación Vida Sana, que forma parte del programa Empleaverde de la Fundación Biodiversidad, corrobora el vacío legal. “En Europa no existe legislación que regule los términos natural, orgánico o ecológico en cosmética, por lo que el sector ha creado sus propias normas”, expone. En el mercado se ven entonces numerosos sellos y certificadoras y, aunque en general, los principios son los mismos, cada norma tiene sus peculiaridades.

Roldán recomienda fijarse en el INCI (International Nomenclature Cosmetics Ingredients), una nomenclatura en inglés que deben llevar todos los cosméticos comercializados en Europa y que no es otra cosa que la enumeración de todos los ingredientes del producto (en orden de cantidad: los más abundantes, primero). “Muchas marcas se han subido al carro de lo ecológico y venden sus productos como tales pese a que entre sus componentes incluyen derivados del petróleo como parafina y silicona", denuncia Roldán. Según la coordinadora de la Red Ecoestética, sabremos que el cosmético es potencialmente comestible cuando en esta lista aparecen ingredientes nutritivos (cacao y aceites vegetales, entre ellos) y no más de un conservante (y siempre, al final de la lista, lo que indicaría que es poco abundante).

Lo que más le ha costado a la cosmética econatural, orgánica, natural o ecológica (todos los nombres son posibles y tienen sus defensores y detractores) es encontrar emulsionantes y conservantes que sustituyan los que se usan en el mercado convencional. Estos elementos son los responsables de que el producto final se absorba rápidamente y no se oxide ni se estropee una vez abierto. “Hoy en día la mayoría de conservantes utilizados la cosmética econatural son los mismos que ya están permitidos para la alimentación ecológica según el reglamento europeo”, expone Roldán. Es decir, carbonato de calcio y lecitina. Sin embargo, según la Ley Europea de Cosméticos ningún producto de belleza convencional lleva ingredientes en concentraciones tóxicas, a pesar de que por sí solo sí pueden serlo. Es el caso de la parafina, por ejemplo, que, ingerida, se asocia a problemas de oclusión intestinal. En cuanto a las cremas, conviene no probarlas, pues incluso las modalidades ecológicas pueden emplear emulsionantes de la industria química, surfactanes y tensioactivos, para unir parte líquida y grasa: no son tóxicos, pero tampoco comestibles.

Vale, a veces son comestibles… ¿pero funcionan?

Los defensores de la cosmética natural claman que moléculas como parabenos, derivados del petróleo y metales pesados, presentes en los productos convencionales, son absorbidos a través de la piel y resultan tóxicos para el individuo. El dermatólogo Dídac Barco, del Hospital Quirón Teknon, difiere en este punto: “Los polímeros como la parafina, que llevan algunos cosméticos, son moléculas muy grandes, por lo que su absorción es mínima y no llegan al torrente sanguíneo. Además, aunque no es obligatorio, la mayoría de cosméticos de uso común ya están libres de parabenos, pues sí se ha observado su asociación a una frecuencia relativamente elevada de alergias tópicas. Los metales pesados, por su parte, se utilizan muy poco, tan solo el dióxido de titanio como fotoprotector, y también es demasiado grande para que la piel lo capte”.

Hablando de cosmética estética que se pueda comer, Barco indica que además de los cosméticos de uso tópico, también existen productos que se pueden ingerir directamente, como comprimidos para la pérdida del cabello (sales de algas marinas con mucho silicio) y para hidratar la piel desde dentro (aceites esenciales de origen vegetal y animal). De todos modos, el experto pone los puntos sobre las íes y recuerda que, a diferencia de la cosmética médica, “la estética, sea convencional o ecológica, solo está obligada a demostrar que no es nociva para el consumidor, no a demostrar eficacia”, ya que los resultados de sus investigaciones no son publicados en revistas científicas.

También hay argumentos del bando verde. “Los pintalabios hechos con aceites minerales y silicona se limitan a generar una capa de plástico por encima de la piel. No la hidratan como los que contienen principios activos naturales”, afirma Dal Passo. No obstante, para Barco los productos cero (sin parabenos, sin conservantes) son sobre todo una moda, un tema de ideales o filosofía, pues no está demostrado que sean mejores ni peores que los convencionales. “Sin ir más lejos, no hay ningún estudio serio que demuestre la eficacia de la tan popular y cicatrizante rosa de mosqueta”, asegura Barco. La polémica sobre la efectividad está servida. Mientras tanto, buen provecho, porque precisamente este producto de belleza sí que se puede beber.

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