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Cáncer de cuello uterino: un desafío de género

Cada año más de 500.000 mujeres desarrollan la enfermedad en el mundo, y alrededor de 266.000 mujeres mueren por esta causa. Una cada dos minutos. El 90% de estas muertes ocurren en países en vías de desarrollo

Ilustración de María José Durán

La mayor parte de nosotros hemos vivido en nuestro entorno más cercano las devastadoras y fatales consecuencias de un cáncer. Y muchos nos hemos preguntado, con rabia e impotencia, qué más se podría haber hecho para evitarlo. Afortunadamente, no todo son razones para la desesperanza. Todo lo contrario. Existen vacunas que han demostrado ser eficaces en prevenir enfermedades infecciosas como la hepatitis B y la infección por el virus del papiloma humano, responsables respectivamente de ciertos tipos de cáncer de hígado y del cáncer de cuello uterino.

La infección por el virus del papiloma humano es la causa de prácticamente el 100% de los casos de cáncer de cuello uterino. Es una infección de transmisión sexual altamente contagiosa y frecuente. Si se previene, por lo tanto, la infección por el virus del papiloma humano podemos prevenir el cáncer de cuello uterino. Existen ya vacunas que han demostrado ser seguras y eficaces en prevenir la infección y que pueden evitar el 70% de los cánceres de cuello uterino. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda vacunar a todas las niñas preadolescentes entre los 9 y los 13 años de edad. Se recomienda en esta edad y antes del comienzo de las relaciones sexuales, dado que las vacunas solo son eficaces antes de que la persona entre en contacto con el virus.

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Cada año más de 500.000 mujeres desarrollan un cáncer de cuello uterino en el mundo, y alrededor de 266.000 mujeres mueren por esta causa, lo que representa una mujer cada 2 minutos. Cerca del 90% de estas muertes ocurren en países en vías de desarrollo, donde habitualmente no existen programas de cribado ni posibilidades de tratamiento, y donde el cáncer de cuello uterino representa la primera causa de muerte por cáncer en mujeres; mujeres, por lo general, en plena edad activa que tienen un papel crucial en el desarrollo de sus comunidades. Por tanto, la introducción de la vacuna contra el virus del papiloma humano en países pobres, donde las tasas de mortalidad por este cáncer son mayores, es una prioridad en salud global y una inversión visionaria que promociona la equidad y mejora la salud de las mujeres y el desarrollo.

Los gobiernos de los países más afectados, en colaboración con instituciones y agencias internacionales como GAVI (Alianza Global para las Vacunas y la Inmunización) y la OMS, ya se han puesto manos a la obra para acelerar la introducción de esta vacuna y conseguir precios asequibles para estos países. Sin embargo, la introducción de esta vacuna no está exenta de retos para unos sistemas de salud que frecuentemente son débiles y dotados de escasos recursos, y que pueden comprometer el alcanzar la máxima cobertura de la vacuna. La administración de esta vacuna se realiza en las escuelas, lugar no habitual de vacunación en estas áreas, a lo que se añade que muchas niñas abandonan la escuela en torno a esa edad, en ocasiones para asumir responsabilidades familiares.

La adolescencia es un tiempo crítico en la vida, y un momento en que las oportunidades y las opciones determinan el futuro. El Fondo de Población de las Naciones Unidas en su informe de 2014 destaca que la población de entre 10 y 24 años representa 1.800 millones del total de la población mundial; la mayor población de adolescentes y jóvenes en el mundo hasta la fecha. Luego, los adolescentes importan, y mucho. No hay tiempo que perder. Invertir en mejorar las oportunidades de los adolescentes, como supone la introducción de la vacuna contra el virus del papiloma humano, en particular en países donde la brecha de equidad es mayor, es apostar por mejorar su futuro.

Azucena Bardají es médico investigador de la Iniciativa de Salud Materna, Infantil y Reproductiva del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal).

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