Tuberculosis: 20 años en estado de emergencia global
Nos encontramos en un momento crítico para el control de la enfermedad. A pesar de los avances, sigue siendo responsable de más de 4.000 muertes al día en el planeta
Nos encontramos en un momento crítico para el control de la tuberculosis. A pesar de los avances vividos en los últimos años, esta enfermedad sigue siendo responsable de más de 4.000 muertes al día en el planeta. Esta cifra es desorbitada e inaceptable, ya que casi todas estas muertes son prevenibles. Han pasado más de 20 años desde que la tuberculosis fuera declarada una emergencia de salud pública mundial por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esta alerta sirvió para concienciar a las autoridades sanitarias de todo el mundo de que era preciso dedicar más fondos y actuar de forma coordinada para responder a una enfermedad que aún hoy sigue causando nueve millones de casos al año y mata a un millón y medio de personas en todo el mundo. Una mayor inversión de gasto por parte de los países e instituciones sanitarias internacionales, la reorganización y fortalecimiento de los programas nacionales de control de la enfermedad, el establecimiento de estrategias de control transversales armonizadas para todo el mundo y el aumento de recursos para investigación, has sido los pilares que han evitado millones de muertes y episodios de enfermedad en las últimas dos décadas.
Pero no hay margen para la relajación en la lucha contra la tuberculosis. Mientras que algunos países con menos de 10 casos anuales por 100.000 personas piensan en la ambiciosa eliminación de la enfermedad, otros, la mayoría muy pobres, tienen sobre la mesa un panorama desolador (más de 500 casos anuales por 100.000 personas), sin perspectivas de mejora y sin recursos para hacer frente a una infección bacteriana que impide el desarrollo económico y social de las regiones más afectadas. Mientras que desciende el número de casos de tuberculosis sensible a tratamientos estándar, aumenta el número de casos que no responden a dos de los mejores fármacos (la llamada tuberculosis multirresistente). En consecuencia, pacientes y sistemas sanitarios tienen que hacer frente a pautas mucho más prolongadas (hasta dos años de tratamiento), con más efectos secundarios, y mucho más costosas (hasta 100 veces más). A pesar de la mejora de los sistemas de vigilancia en la mayoría de países, se estima que un tercio de los casos reales de tuberculosis no son notificados y/o diagnosticados, limitando en gran medida una mayor aceleración en la reducción de su número. Puntos calientes de transmisión, como son las minas o las prisiones, representan un desafío formidable para el control de la transmisión de la enfermedad en la población general. En pacientes infectados con VIH y diabéticos, más susceptibles a la tuberculosis, el éxito de los tratamientos es más difícil y el abordaje conjunto de ambas enfermedades añade un grado de complejidad. Para hacer frente a todos estos retos se necesitan más recursos económicos, alrededor de 2.000 millones de dólares más de los que se destinan anualmente, según algunas estimaciones.
Este mismo mes se clausuraba la conferencia anual de la Unión Internacional contra la Tuberculosis y las Enfermedades Respiratorias en Barcelona, que reunió a miles de expertos en tuberculosis de más de 120 países con los objetivos de presentar los últimos avances en investigación en tuberculosis y concienciar sobre la importancia de mantener y elevar el gasto para el control e investigación. Allí estaban profesionales de la salud, científicos, ministros de salud, trabajadores sociales, activistas. Se discutieron estrategias para dar mayor visibilidad a una enfermedad que sigue siendo devastadora. Una visibilidad que pueda traducirse en un mayor compromiso político e inversión por parte de los países e instituciones. No debemos olvidar que la tuberculosis es un problema de salud global, que afecta en mayor o menor medida a todos los países y que, por lo tanto, la actuación ha de tener la misma escala. De lo contrario, seguiremos fracasando colectivamente, perpetuando la desmesurada e inaceptable carga de enfermedad con que la tuberculosis, a día de hoy, sigue castigando.
Alberto García-Basteiro es investigador de ISGlobal en el Centro de Investigación en Salud de Manhiça (CISM), Mozambique.
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