Este hijo de agricultores es más innovador que Jeff Bezos
Cuando el ruidoso presidente de Amazon compró The Washington Post, el discreto John W. Henry compró The Boston Globe. La historia le recordará a él
Los equipos de fútbol tienen cosas en común con la redacción de un periódico. En los dos casos hay un público expectante, unas caras más visibles que otras y un conjunto de egos que raramente soporta observar cómo su vanidad se esfuma entre páginas secundarias. Pero lo fundamental es que el resultado no lo deciden las cabriolas del mejor delantero ni los bloqueos del defensa, sino la dirección.
John W. Henry es uno de esos magnates de apariencia relajada y olfato brillante para los negocios que solo Estados Unidos parece crear y que se forjó en dos bandas de rock
En el caso del decano periódico estadounidense The Boston Globe los primeros elementos varían poco. A sus lectores, los habitantes de Massachusetts, les importan tanto las noticias locales como hace 20 o 30 años. Sus caras reconocibles, como, pongámosle, el columnista Dan Shaughnessy, llevan décadas satisfaciendo esas necesidades. Pero luego está el director. Esta publicación de Massachusetts pasó hace aproximadamente un año a manos de John W. Henry, un multimillonario de 65 años que regenta varias redes deportivas y el equipo de fútbol inglés Liverpool. Un estratega de los negocios que compró el Globe poco después de que Jeff Bezos, el dueño de Amazon, comprara The Washington Post y pusiera más o menos de moda que los millonarios boyantes compraran diarios menguantes para reinventar sus papel en la actualidad. Solo que Henry, a diferencia de Bezos, ha sabido innovar de verdad. Ha tenido que hurgar en el pasado más inamovible de su Estado de referencia, pero ha sabido tirar para delante. Por ejemplo: no suena especialmente rompedor pero este hijo de agricultores de Illinois le ha dado a una de las ciudades más católicas de Estados Unidos más cobertura católica.
“Una maravillosa y extraña persona”. Así lo definió el periodista deportivo Peter Gammons. Y así lo calificó el semanario Bloomberg Business Week, que le reservó un papel de “misterio” y subrayó su alergia al contacto directo con la prensa mientras enumeraba frases elogiosas de sus allegados
Este año, las ventas de la antigua cabecera perteneciente al grupo New England Media Group, de The New York Times Company, se han mantenido. Y el giro hacia una línea católica trata de atraer a un público devoto que constituye tres de los seis millones y medio de habitantes del estado de Massachusetts, centro de distribución de este rotativo fundado en 1873 y ganador en múltiples ocasiones del Pulitzer.
Es más, Henry acaba de fichar a John L. Allen, un reportero traído de The National Catholic Report que sirvió de analista para la CNN en el Vaticano y que ha escrito cinco libros de temática religiosa. Allen, de 48 años, acaparó un papel importante tras la muerte del Papa Juan Pablo II y siguió muy de cerca a Benedicto XVI. Tanto, que plasmó la experiencia en un libro, Diez cosas que el Papa Benedicto quiere que sepas, de 2008. Su inclusión en la plantilla no ha levantado mucha polvareda. Sobrevuela la idea de que acercarse ahora a los creyentes responde a la popularidad obtenida por el nuevo Papa, personaje del año 2013 para la revista Time. Francisco I ha logrado derribar ciertos tabúes de una institución como la Iglesia y ha hablado del aborto o del matrimonio entre personas del mismo sexo.
“¿Por qué alguien compra un periódico estos días?”, se preguntaba en una memorable carta publicada en el Globe. “Es en muchos aspectos los ojos y los oídos de esta tierra. El punto de encuentro no solo de noticias e información, sino también de opinión, debate e ideas”
“¿Por qué alguien compra un periódico estos días?”, se preguntaba John Henry en una memorable carta publicada en el Globe el 27 de octubre del año pasado, al poco de formalizar el contrato. “Durante los dos últimos meses he aprendido cómo los habitantes de Nueva Inglaterra valoran el Globe. El periódico representa, en muchos aspectos, los ojos y los oídos de esta tierra”, escribió. "Es el punto de encuentro no solo de noticias e información, sino también de opinión, debate e ideas”.
Henry es uno de esos magnates de apariencia relajada y olfato brillante para los negocios que solo Estados Unidos parece crear. The Boston Globe le costó 70 millones de dólares (unos 55 millones de euros), que pagó al contado. En 1993, The New York Times Company no se habría desecho de él por menos de 1.100 millones (867.000 millones, si fueran euros). Algunos le definen como “tímido y de apuestas arriesgadas”. Una personalidad que se forjó, debido al nomadismo de sus padres, en las diferentes ciudades donde vivió a partir de su Quincy natal y que cristalizó en California. En este Estado, centro de emprendedores y mentes inquietas del país norteamericano, pasó por varios centros de estudios y se enroló de gira con dos bandas de rock, Elysian Fields y Hillary.
Cuando se estableció en Boston, una de las capitales principales de la costa este, se introdujo como socio de la red regional de deportes New England Sports Networks. Este interés le llevó a convertirse en el copropietario del equipo de automovilismo Roush Fenway Racing y, más tarde, a adquirir los famosos Red Sox, el equipo de béisbol de Boston. Henry obtuvo el 100% de la formación en 2001 por 380 millones de dólares (300 en el caso de pasarlo a euros), cuando eran uno de los equipos más gafes del mundo. A lo largo esta década ha alcanzado un valor de 1.300 millones de dólares (1.025 de euros), constituyéndose como el tercer equipo más caro de la Liga Nacional. En 2013, además, ganó la Serie Mundial.
Henry acaba de fichar a John L. Allen, analista para la CNN en el Vaticano. No suena muy rompedor pero, en plena ola del papa Francisco, ha hecho que el católico público de Massachusetts vuelva al periódico
“Una maravillosa y extraña persona”. Así lo definió el periodista deportivo Peter Gammons. Y así lo calificó el semanario Bloomberg BusinessWeek, que le reservó un papel de “misterio” y subrayó su alergia al contacto directo con la prensa mientras enumeraba frases elogiosas de sus allegados. Unas alabanzas que no pasaron desapercibidas cuando John Henry compró el Liverpool, estandarte de la Premier League inglesa. “El principal argumento a la hora de comprar un Liverpool sumido en la bancarrota fueron las similitudes entre las dos ciudades, los dos equipos, las dos historias y los dos estadios”, manifestó lacónico. Su fortuna se estima, según Forbes, en 1.400 millones de dólares (1.103 millones de euros).
Los antecedentes de este empresario y el año transcurrido desde que adquirió The Boston Globe han suscitado comparaciones con otro magnate: Jeff Bezos. El presidente de Amazon, curtido en garajes de Seattle y con una trayectoria propia del ‘hecho a sí mismo’, pagó 250 millones de dólares -unos 200 millones de euros- por The Washington Post prácticamente al mismo tiempo que Henry hacía lo propio con el Globe. En estos meses, Bezos, de 50 años, no sólo ha sido calificado como el peor jefe del mundo por la Confederación Internacional de Sindicatos de Berlín sino que su leyenda de visionario se ha difuminado entre quejas de la plantilla.
“La reconocida tecnología de Jeff Bezos y su talento para los negocios, su mirada a largo plazo y su integridad personal le convierten en la persona indicada para ser dueña del Post”, alegó Donald Graham el presidente y director de The Washigton Post Company. “No se le ve por la oficina”, comentaban para Politico algunos de sus empleados. Según esta publicación digital, lejos de embarcarse en una reinvención del periódico, Bezos se ha dedicado a mejorar sus productos de Amazon y a entrar de lleno en el uso de ‘drones’ para los repartos. Sin interesarse apenas por el día a día de un negocio, el de la prensa escrita, que aunque atraviesa un momento trágico aún recibe ciertas sorpresas de vez en cuando.
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