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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un plan para Irak

La comunidad internacional debe implicarse para frenar los riesgos de la escalada bélica

En contra de las aspiraciones de Barack Obama cuando llegó a la Casa Blanca hace cinco años, la cuestión iraquí sigue sobre su mesa; y ahora, con mayor urgencia que entonces. El desmoronamiento de Irak ante el avance de los milicianos del Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL) hacia Bagdad y la alarma creada en la comunidad internacional por las atrocidades que el propio EIIL ha difundido han activado las presiones en EE UU para que el presidente actúe. Que tome decisiones en las que se aborde de alguna manera la peligrosa situación existente excluido el empleo de tropas de tierra, opción rechazada mayoritariamente en las encuestas, por una población que no quiere ver regresar más ataúdes envueltos en la bandera de las barras y estrellas.

En lo que parece un dilema sin salida, al mandatario estadounidense le ha surgido un aliado táctico. El régimen de Teherán también observa alarmado, aunque por diferentes razones, la fractura de Irak. En el marco de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní se han producido contactos en Ginebra entre el subsecretario de Estado de EE UU, William Burns, y el ministro de Exteriores de Irán, Mohamed Yavad Zarif. Una señal de este nuevo clima es el anuncio ayer de Reino Unido de que reabrirá su embajada en Teherán, cerrada hace tres años.

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Toda la preocupación internacional servirá de poco si uno de los principales responsables de esta situación persiste en su actitud de atrincheramiento físico y político en Bagdad: Nuri al Maliki es el presidente de Irak y sobre él recae la tarea de tender puentes entre los sectores de la sociedad iraquí, retomar la iniciativa política y forjar una alianza interna de inclusión —es decir, lo opuesto de lo que ha hecho hasta ahora— capaz de neutralizar el avance de unos combatientes surgidos de lo más profundo de la práctica extremista. Con el EIIL prácticamente a las puertas de la capital iraquí, el tiempo se agota para adoptar decisiones por razones de todo tipo: humanitarias, estratégicas y económicas. La Agencia Internacional de la Energía ha advertido de que el petróleo iraquí es fundamental para la estabilidad de los mercados, justo cuando la ofensiva del EIIL ha obligado a cerrar la mayor refinería de petróleo del país.

EE UU, Europa y el resto del mundo son conscientes de que el peligro se cierne no solo sobre la sociedad iraquí, que en pocas décadas ha asistido a la disolución de un Estado y la aparición de un escenario de cruenta guerra religiosa entre chiíes y suníes, que se libra desde hace siglos y que se ha intensificado en los últimos años en escenarios como Siria. El peligro reside además en que cientos de ciudadanos occidentales están combatiendo del lado del EIIL, que es autor de ejecuciones sumarias y fusilamientos masivos y que se jacta de ello. Una fuerza cuyos militantes en algún momento volverán a sus países de origen curtidos en combate y con una ideología que considera débiles y corruptos a los sistemas democráticos.

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