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CARTAS AL DIRECTOR
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Callosidad protectora

Yoyes, que no tenía esa callosidad protectora, como dice Millás, abandonó ETA dejando escrito que le podría costar la vida a manos de su antigua organización, como así sucedería

Impresionante La Imagen, y más impresionante aún el artícu­­lo de Juan José Millás que la complementa, Una callosidad protectora, del domingo 26 de enero. Después de leerlo no tuve más remedio que recordar a los personajes de la foto y revisar artículos de la época, así como volver a ver el documental sobre Dolores González Catarain, Yoyes, emitido por TVE, (Documentos TV) con testimonios de su entorno y reflexiones de la propia Yoyes, entre las que destaco: “Del derecho a la diferencia y al desarrollo de cultura vasca se ha pasado al deber de uniformidad en pro de un supuesto movimiento de liberación nacional. Se ha despojado de ese lema el término ‘y social’, lo cual no es gratuito”. Se marchó de ETA en 1979, “me bajé del carro”… “previendo que el aspecto social del movimiento desaparecía aumentando el militarismo basado exclusivamente en el nacionalismo oscurantista y mítico”.

¡Qué clarividencia la suya! Ella, que no tenía esa callosidad protectora, como dice Millás, abandonó ETA dejando escrito que le podría costar la vida a manos de su antigua organización, como así sucedería.

Relaciones insatisfactorias

Por Carmen Villar, (Barcelona)

¡Bravo! por el artículo de Santiago Roncagliolo Están vivos del 26 de enero, en el disfrute de cuyo texto, a caballo entre realidad y ficción, he estallado en una sonora carcajada. Como bien dice el autor, tendemos a lo fácil, a los sucedáneos y a no implicarnos y asumir responsabilidades. Pero, querido escritor, discrepo cuando estima que esa comadreja robot posee todas las ventajas de un ser vivo, sin los inconvenientes. Los que disfrutamos o hemos gozado de la compañía de perros y gatos, podemos afirmar que esa mirada indescriptible con la que te obsequian a cada instante vale todo un mundo. Y la fidelidad aleccionadora que emociona y te prodiga, inenarrable.

Sin embargo, no tiene alma esa tecnología omnipresente que parece indispensable. Deviene preocupante anteponer interés por el whatsapp del momento al tema de conversación que en una cena o comida se está debatiendo con el amigo y comensal de al lado…

Como argumenta el escritor, nos comunicamos sin tocarnos. Dicha conclusión me lleva a recordar un hecho que en su día me pareció insólito y en la actualidad lo vislumbro cada vez más factible. Se trata de “familiares y amigos falsos” de alquiler, de los que en Japón echan mano –más en fechas señaladas– con el propósito de dulcificar la soledad de infinidad de humanos…

De idiotas y ciegos

Por Fernando Urruticoechea, (Murcia)

Siguiendo el razonamiento de Shakespeare de que “desdichado país aquel donde los idiotas conducen a los ciegos”, para dejar de ser desdichados es preciso que los ciudadanos dejen de ser ciegos, dejando de votar a los idiotas y exigiendo se cuente con su voluntad en la conducción del país, ya que un sistema democrático no es el despotismo de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Para ello resulta imprescindible seguir contando con opiniones como la de Javier Marías en su artículo Entre el ridículo y la mansedumbre (26 de enero) y especialmente el de La baraja rota (12 de enero), denunciando los abusos políticos y acusando a sus responsables corruptos, en la forma inteligente en que lo efectúa.

Es evidente que el novelista al que Javier Marías dice apreciar, cuando expresa su cínico pensamiento de que cuando un alcalde dice que “hay que hacer un puente, el puente se hace”, no tuvo en cuenta a los vecinos del Gamonal, ni a la marea blanca de Madrid, ni lo que la historia nos enseña en infinitas ocasiones de que basta un grupo de ciudadanos conscientes y comprometidos para cambiar el mundo.

El problema es que opiniones como las de Javier Marías constituyen solo parcelas insólitas en los miles de páginas de periódicos y las miles de horas de otros medios de comunicación de asentimiento e indiferencia y silencio, y no por miedo al ridículo, sino precisamente por complacencia con el poder, con el despotismo actual.

Y la solución está en uno de los lemas de la Revolución Francesa citado por Marx: “Pongámonos de pie”, ya que los grandes nos parecen grandes solo porque estamos arrodillados.

La conciencia no se calla

Por Caridad Hernández, (Madrid)

¿Servimos de algo…?, se pregunta Javier Marías en su artículo del domingo 26 de enero (Entre el ridículo y la mansedumbre). Pues claro, don Javier, claro que sirven ciudadanos como usted. Sirven para que nuestros políticos, que parecen haber olvidado la misión de gestionar los asuntos que contribuyen a nuestro máximo bienestar social y personal, recuerden que han de responder ante ese pueblo de todos y cada uno de sus actos como gestores públicos. Es posible que esos a los que llamamos nuestros políticos se hayan olvidado de su responsabilidad antes sus conciudadanos, visto el caso omiso que han hecho de nuestras protestas; pero lo que no podemos permitir es que nuestra conciencia se calle. Pues de lo contrario sería como decirles: “Señores, hagan lo que les venga en gana; tienen ustedes el derecho a hacer lo que mejor convenga a sus intereses”.

Así que personas como usted, señor Marías, sirven para despertar, avivar, azuzar nuestra conciencia y no permitir que, cansados y aburridos de tanta ineptitud, irresponsabilidad, desfachatez y prepotencia, mandemos al cuerno nuestra responsabilidad ciudadana y dejemos el campo abonado a más políticos como los actuales.

Confortables e impermeables

Por Alejandro Prieto, (Gijón, Asturias)

Cerrar la boca, halagar buscando prebendas y refugio o guardarse las opiniones incómodas en el bolsillo son opciones para ir a favor de la corriente imperante o pasar desapercibido. Después de leer el artículo de Javier Marías Entre el ridículo y la mansedumbre, solo queda animar a Javier Marías a que continúe confeccionando trajes de palabras con estilo propio, cuidado y elegante en su diseño, confortable e impermeable a la arbitrariedad e indecencia y pensado para moverse en ambientes sociales saludables. Además, ¿no estamos en un periodo en el que se apuesta por el talento y la innovación? Los avances logrados a lo largo del tiempo en cuestiones relacionadas con el bienestar colectivo y el respeto por los derechos humanos no han sido, precisamente, a base de silencio, subordinación y esterilidad intelectual.

No desfallezca

Por Javier Caballero, (Cambrils, Tarragona)

Soy un ávido lector de los artículos de Javier Marías y debo decirle que jamás me decepciona. Incluso en aquellas ocasiones en las que no estoy de acuerdo con usted, los matices, las maneras siempre educadas y su escrupuloso uso del lenguaje abren ventanas que llenan de aire mi entendimiento.

Hoy he leído con cierta preocupación que se plantea abandonar su página semanal ante el desánimo que le provoca ver que los políticos no hagan caso de sus palabras. No se engañe, usted y yo sabemos que sería atribuirles unas cualidades morales e intelectuales que la mayoría de ellos no tienen. Así que le ruego que no desista, sepa que hay gente que lo lee con avidez, con ganas de que sus palabras den forma a nuestra opinión. Lo que ha pasado en Burgos es esperanzador, puede que sea el primer fruto de las semillas que personas como usted han plantado. Le necesitamos.

No estamos solos

Por Mercedes Murillo, (Culiacán, Sinaloa, México)

Señor Marías, soy una lectora virtual desde México y a mí me sirve mucho leerlo todos los domingos. Me acompaña en mi furia, en mi indignación e inconformidad, porque usted cree que solo habla de sus políticos y de España, pero pareciera que los hijos de la madre patria hacen muy bien su tarea de imitarlos. ¿O será que todos los políticos del mundo son de la misma calaña?

Por favor, no deje de poner en palabras sabias lo que uno siente a diario al leer las noticias, al enterarse de un nuevo fraude, al pagar la ridícula cantidad de impuestos que ni siquiera te dan la certeza de ir y venir a trabajar y regresar sano y salvo a casa. Si cree que su acompañamiento es poco, no lo minimice, de verdad es un recordatorio dominical de que no estamos solos y que de alguna manera los intelectuales sí les ponen piedritas en los zapatos a los gobernantes, aunque ellos parecen caminar bastante erguidos sobre ellas.

Yo le pido, Javier, que no deje de escribir. Acá tiene una lectora fiel del otro lado del charco.

Adorado King

Por Ana Caravaca, (Madrid)

El hecho de que siga siendo una fiel y devota lectora de El País Semanal es debido, entre otras cosas, a la alegría que me infunde leer algunos de sus artículos. Tal ha sido el caso del de Vidas hipotéticas, de Javier Cercas (19-1-2014). Y me refiero a lo que opina sobre Stephen King.

Cuando hice el máster de escritura, nos recomendaban leer solo buena literatura, a los grandes clásicos de cualquier género y también a Stephen King. Esto nos trastornó un poco porque pensábamos que todos los best sellers eran por definición malos.

King, además de ser autor de verdaderas maravillas como Misery o Carrie, lo es de una especie de biblia para el que quiera aprender a escribir llamada Mientras escribo. En esta obra autobiográfica no solo explica las pautas para llegar a escribir bien, sino que también se vislumbra el King más intimista que confiesa desde el principio su humildad y se considera un escritor de segunda. Después de leer este libro, te tiras de cabeza a cualquiera de sus obras.

Un paso al frente

Por Lucía López Farelo, (Valencia)

Si todo va como es debido, para cuando esta carta se publique –si es el caso–, estaré empezando una nueva e importante etapa de mi vida. Acabo de leer el artículo de Stephen Grosz (19-1-2014), que habla de esos momentos en que una persona se encuentra estancada sin ser consciente, y estoy completamente de acuerdo con él. Y ese es mi caso.

Siempre se ha dicho que las cosas se ven mejor desde fuera que cuando uno está emocionalmente implicado en ellas. Sería bonito pensar que siempre se llega a ese momento ideal en que uno se mira dentro y piensa: “yo solo no puedo”, o “esto no va bien”, o “necesito ayuda”, pero por desgracia sé que no siempre es así. Muchas personas viven sus vidas “estancadas”, solo que a veces en unas aguas muy revueltas que les empujan lejos de todo y de todos, hasta de sí mismos, y no logran hacer ese clic.

La psicología, incluso la psiquiatría, deberían ser asignaturas obligatorias desde primaria, como la filosofía, para educar a las personas en la idea de que no todos pensamos igual. De que no siempre podemos entender a los demás, ni siquiera hacernos entender, y que podemos vivir con eso. De que nuestra forma de pensar es solo una más de entre todas las que “pueden ser”, ni más ni menos correcta que otras, solo distinta. Que no hay que tener miedo a los cambios, ni a avanzar o retroceder en el camino, ni a pensar que otros puedan ser en algunos momentos más adecuados incluso que nosotros mismos, para ayudarnos a salir de nuestra inercia.

Inicio una nueva etapa exactamente con las mismas inseguridades que la que termina, porque la estabilidad no existe y solo mirando atrás podemos saber si para bien o para mal. Mientras, pienso disfrutar la novedad.

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