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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Inaceptable escalada

Pekín debe cesar las provocaciones en su disputa territorial con Japón en el mar de China

La zona de defensa aérea establecida por Pekín en el mar de China Oriental (que obliga a todos los aviones a informar anticipadamente de sus planes de vuelo y a obedecer instrucciones) supone una calibrada y peligrosa escalada en su disputa con Japón sobre la soberanía de un puñado de islotes deshabitados. La medida pone a la vez a prueba el grado de compromiso estadounidense con su aliado nipón y cuestiona el dominio de EE UU sobre el Pacífico occidental, que Pekín no está dispuesto a seguir considerando un océano americano.

China califica de puramente defensiva y no dirigida contra nadie la ampliación de su espacio aéreo estratégico. Pero sus argumentos no se compadecen con lo abrupto y unilateral de su decisión, ni con el hecho de que una parte de ese espacio se solapa con el de soberanía japonesa, vigente hace muchos años. El terreno está abonado así para incidentes fortuitos o deliberados de imprevisibles consecuencias. Los islotes que China reivindica, y en los que se supone que hay gas y petróleo, han sido administrados por Tokio desde finales del siglo XIX y difícilmente Pekín lograría un arbitraje internacional a su favor, de pretenderlo.

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La creciente tensión en la zona convirtió ayer en misión urgente la visita, inicialmente comercial, del vicepresidente estadounidense a Pekín. Joe Biden reafirmó previamente en Tokio la determinación de su país en la defensa de Japón, de acuerdo con su pacto de seguridad, pero no ha exigido la vuelta atrás de China. Washington, que el 26 de noviembre enviaba desafiante dos B-52 al área en disputa, ha instruido después a sus aerolíneas para que respeten las nuevas reglas de Pekín, algo que no hacen Japón o Corea del Sur. Obama ni puede enfrentarse abiertamente a la gran potencia emergente ni tampoco convalidar su desafío sin enviar una nueva y peligrosa señal de debilidad a sus aliados regionales.

La decisión del presidente Xi Jinping de alterar el statu quo mediante la intimidación es grave e irresponsable, por su enorme potencial de conflicto entre dos concepciones tan abiertamente nacionalistas del poder como la china y la japonesa. Es más que improbable que Pekín desmantele su nuevo perímetro de seguridad aérea, pero las autoridades chinas están obligadas a rebajar la tensión y evitar que su expansionismo acabe desembocando en una crisis de gran alcance.

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