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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Marginar al moderado

Las riñas protocolarias coronan los desaires a Duran y al plan de reforma federal del PSOE

El enquistamiento de la cuestión catalana tendrá hoy su completo relato icónico: el veto del Gobierno al presidente de la Generalitat, Artur Mas, en el Foro Mediterráneo, un desquite protocolario a su reciente pataleta jugando a la silla vacía en un acto patronal por celos de la presidencia en funciones de Sáenz de Santamaría.

El mutuo boicoteo protocolario simboliza bien cómo algunos dirigentes son duchos en hurtar el imperativo democrático del diálogo institucional. Estos dislates de apariencia menor coronan otros daños de mayor cuantía. Sobre todo, el intento de marginar a los moderados, de angostar las terceras vías, de reducir las alternativas posibles únicamente a dos: el statu quo o la independencia. Una oferta que deja fuera a la mayoría de los catalanes, partidarios de algún tipo de solución centrada.

Por un lado, la propaganda pública y privada secesionista estigmatiza no a los rivales políticos de Mas y de su novel copiloto de Esquerra, Oriol Junqueras, sino a su socio histórico (y actual), Josep Antoni Duran Lleida, por “españolista” y “traidor”. Está claro que esta estrategia persigue destruir políticamente a Duran; una vez dimitido, someter a la descabezada Unió; y consolidar así la unión estratégica Convergència-ERC. Esa es la estrategia urdida y ejecutada por el ideólogo, portavoz y principal propagandista de Mas, Francesc Homs, el submarino del independentismo republicano en el nacionalismo pospujolista.

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Por otro lado, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, sigue prestando oídos sordos a las reclamaciones de una verdadera negociación; a la petición de que configure una salida distinta al inmovilismo o al retroceso autonómico —ahí siguen, varadas, las propuestas financieras del PP catalán o las de reforma constitucional federal planteadas por los socialistas—; y a la alerta de que en ausencia de ello, acabará llegando una declaración unilateral de independencia, de pesada digestión para todos.

Si ese es el contexto, y es lo que parece ser, suena a despropósito provocador que el presupuesto de 2014 dé el peor trato histórico a la inversión regionalizable destinada a territorio catalán. O el cierre de una reforma educativa desarticuladora de un modelo escolar que funciona sensatamente en Cataluña desde hace tres decenios.

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Y resulta un desatino que Homs pergeñe un heteróclito documento sobre las “deslealtades del Estado” con Cataluña: se referirá al Gobierno, ocultando que la Generalitat es Estado, y su presidente el representante ordinario del Estado en Cataluña. Si todos recordasen esa condición nos ahorrarían tanto ridículo protocolario.

El texto pretende ser un guion de deudas pendientes, para negociar, dice su autor (su colega de Finanzas, Mas-Colell, quien conserva su prestigio académico, soslayó apadrinarlo). Si hubiese sido serio, habría sumado bien sin mezclar conceptos, deudas (existentes) con promesas (etéreas) y realidades con deseos: al menos, no desprestigiaría a su propio Ejecutivo. Pero el de Mas tiende a ser cada vez más un comité de agit-prop que un verdadero Gobierno.

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