Tan solo un ciudadano
Los últimos tiempos nos han traído una suerte de caza del político, de la persona que, generalmente comprometida con las necesidades de sus conciudadanos, trabaja en la cosa pública, esto es, en lo que es de todos y a todos nos atañe. Me voy a salir del carril y, aprovechando la magnífica entrevista de Jesús Ruiz Mantilla, voy a defender a los políticos en la persona de don Alfonso Guerra con una pequeña historia. Pocos meses después de que asumiera sus funciones el primer Gobierno socialista se declaró la gratuidad de los museos públicos. Coincidiendo con aquello, el entonces Museo Nacional de Arte Contemporáneo organizó una exposición del artista José Ramón Sánchez sobre La gran aventura del cine. El primer domingo fue un éxito, y allí estaba don Alfonso, sin más protocolo que una muy discreta protección. Estábamos saliendo del recinto cuando, rodeado de un buen número de personas, afirmó: “No cabe ninguna duda: esto es el cambio”. Para él y para muchas de las personas que nos congregamos en el MEAC en torno a la cultura, aquello era el símbolo de la salida de un país de los clamores individuales, convertidos durante demasiados años, a fuer de dictadura, en silencios colectivos. Aquel hombre era, y es, un político que cree en la política como pieza fundamental para la cohesión social, para la convivencia. Simplemente un ciudadano
