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Johnny Hallyday contra Hollande, los impuestos y sus colegas

"Me marché de Francia porque se trata de ladrón a quien tiene un buen coche, al contrario que en EEUU", dice el rockero, instalado en Suiza

El rockero Johnny Hallyday.
El rockero Johnny Hallyday.AFP

Esta semana, el cuasiseptuagenario rockero y actor Johnny Hallyday interpretaba un doble papel: como protagonista de la película Venganza (2009), emitida anoche en el canal francoalemán Arte, y como pluma ejecutora de su particular vendetta contra quienes, en su propio país, no corresponden al afecto que él profesa a Francia.

Hallyday, que en un alarde de generosidad y osadía ha sido tildado de El Elvis galo, firma un biografía coescrita con Amanda Sthers y titulada Dans mes yeux . En su retina, según el texto –que ha provocado un cierto revuelo de plumas en la sociedad francesa–, parece haberse instalado el rencor, a tenor de las profusas críticas que vierte a diferentes personas que han pasado por su vida y de sus J'Accuse! políticos.

El rockero comienza por poner mala cara a sus antiguos colegas en la profesión, como Michel Sardou, Claude François ("ligaba con mis novias y luego se tiraba a mis ex") o Henri Salvador ("un viejo gilipollas"). Hallyday describe también con nula elegancia cómo habría desdeñado los avances sexuales de Edith Piaf.

Algo más relevantes son, quizá, sus declaraciones políticas. La prensa gala recoge, por ejemplo, su afirmación de que la izquierda "lleva a la mediocridad" y su crítica a lo que considera –tras el regreso triunfal de los socialistas– una "sociedad de asistidos". Y confirma que tiene una "sensibilidad de derechas". Por si quedaba alguna duda.

Las ideas políticas de Johnny, como lo llama afectuosamente la prensa francesa, le han llevado, a lo largo de su carrera, a participar en un concierto de apoyo a Israel durante la Guerra de los Seis Días y a respaldar públicamente a los presidentes (todos conservadores) Valéry Giscard d'Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy.

El expresidente conservador criticó en 2007 un informe del Partido Socialista en el que se proponía "instituir un impuesto ciudadano aplicable a todos los franceses, aun cuando hayan decidido deslocalizar todo su dinero al extranjero". Tal iniciativa fue bautizada entonces como la "tasa Johnny".

Han pasado seis años, Hollande pretende gravar con un 75% de impuestos las rentas más altas y el propio Hallyday, exilado fiscal en Gstaad (Suiza) desde 2006, dice que si se marchó de su país no fue para pagar menos impuestos sino porque en Francia, en su opinión, "se trata de ladrón a quien tiene un buen coche, al contrario que en EEUU". Por eso, afirma el cantante en su biografía, se siente "traicionado y mancillado".

El antiguo compañero sentimental de Sylvie Vartan lleva teniendo diferencias de criterio con el fisco francés desde los años 70, cuando se quejó de los impuestos excesivos que pagaba y amagó con instalarse de manera definitiva en EEUU. En 2006 intentó obtener la nacionalidad belga –país con un régimen fiscal menos lesivo que el de su vecino francés–, sin éxito.

Más suerte tuvo Bernard Arnault, primera fortuna de Francia y dueño del imperio LVMH (Louis Vuitton-Möet Henessy), que ejemplica la 'desafección fiscal' de los adinerados franceses y a quien la revista satírica Le Canard Enchaîné dedicaba ayer el siguiente titular: "Cómo Arnault consiguió un tipo [fiscal] de pobre para la herencia más rica de Francia".

El semanario afirma que Arnault, instalado en Bélgica y su ciudadano honorífico del país vecino, ha conseguido evitar que la transmisión de su patrimonio a sus cinco hijos sea gravada al 45% y sus hijos tengan que pagar 13.500 millones de euros de impuestos.

Para ello, dice el Canard, Arnault ha ido transfiriendo activos a una sociedad holding instrumental, Pilinvest, y la titularidad progresiva de ellos a sus hijos, manteniendo el usufructo. Una serie de operaciones financieras le permitió a Arnault, siempre según la publicación, pagar al fisco francés en torno al 6,5% del valor actual del grupo que lleva su nombre.

La culminación de la transmisión de su herencia en Bélgica podría entrañar el pago de un exiguo 3% de impuestos, según el semanario de investigación.

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