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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El insulto como oficio

Con la condena de Jiménez Losantos por insultos a Zarzalejos, el periodismo español es hoy un poco mejor

MARCOS BALFAGÓN

Federico Jiménez Losantos ha demostrado como pocos que domina el lenguaje del insulto. Ha hecho de ello su oficio. Sin duda, su vocabulario es rico, aunque más propio de un irritado Capitán Haddock que de un locutor de renombre. Contados son los, o las, que escapan a su lacerante lengua.

Como locutor en la cadena de los obispos, estuvo lanzando sus dardos durante demasiados años. Acabó siendo apartado de la Cope, pues llegó un momento en que sus ataques resultaron excesivos para la Iglesia y sus intereses. Ya en su día fue condenado por acusar a Alberto Ruiz-Gallardón, a la sazón alcalde de Madrid, de, no haberle importado los atentados del 11-M en su carrera por el poder.

Durante casi dos años, entre enero de 2006 y noviembre del año siguiente, bombardeó con toda su artillería verbal a José Antonio Zarzalejos, entonces director de Abc. Las diatribas contra los editoriales y artículos publicados en el diario conservador monárquico y católico estuvieron sazonadas de constantes referencias vejatorias a Zarzalejos, ya sea sobre sus características físicas, valía moral, o capacidad intelectual y profesional. El episcopado no movió un solo dedo entonces para frenar ese insulto permanente.

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A requerimiento de Zarzalejos, un juzgado de Madrid condenó a F. J. Losantos por atentar contra su honor, pero en la siguiente instancia, la Audiencia Provincial le exculpó. Ahora el Tribunal Supremo, siguiendo la doctrina del Constitucional, ha confirmado la condena a una indemnización de 100.000 euros.

El Supremo ha considerado que los “insultos en el más estricto sentido de la expresión”, llevaban a “una mera descalificación, insistente por su prolongación en el tiempo, sin la menor relación con el propósito de contribuir a formar una opinión pública libre”. En este punto, hay que discrepar. Pues, para Jiménez Losantos, que se reclamaba sucesor de Góngora y Quevedo, ahí es nada, el objetivo de sus injurias era, precisamente, formar opinión pública. Ensuciar al mensajero para descalificar sus mensajes. Con la condena de Jiménez Losantos, que se suma a otras anteriores, el periodismo español es hoy un poco mejor.

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