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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Elorza y la insidia de Casas Viejas

En 1934, en el primer juicio al capitán Manuel Rojas, responsable de la matanza de Casas Viejas, el capitán Bartolomé Barba, el de los famosos tiros a la barriga, incurrió en tales contradicciones que al término de su declaración hizo constar ante el tribunal que lo que él estaba contando no tenía relación con lo sucedido en Casas Viejas.

Efectivamente, en Casas Viejas habían sido detenidos 12 vecinos horas después de sofocada la rebelión, con el pueblo dominado y en calma. Sin averiguación alguna sobre su participación, sin más, Rojas los fusiló. Las órdenes que refería haber recibido Barba de boca de Azaña días antes de los sucesos de Casas Viejas (ni heridos ni prisioneros, tiros a la barriga) nada tenían que ver con lo ordenado a sus guardias por Rojas, quien antes del juicio se jactó ante el juez instructor de haber ideado y dado un escarmiento ejemplar. Los periódicos que usaron Casas Viejas contra Azaña (para culparlo de ese crimen) se cuidaron bien de publicar las contradicciones de Barba y su matización en el juicio, en el que Rojas ya era otro: sus hombres, sostenía, dispararon contra los fusilados sin él ordenárselo.

En 1935, Rojas fue juzgado de nuevo y hubo un careo entre el capitán Barba, testigo de la defensa de Rojas, y Manuel Azaña. Quedó de nuevo patente en ese juicio que las órdenes de Azaña a Barba nada tenían que ver con lo ocurrido en Casas Viejas. La estratagema ideada el año anterior por el abogado Pardo Reina (colega de Barba en la UME y que en esas fechas formaba parte de un grupo que trataba de asesinar a Azaña) quedó en evidencia.

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Antonio Elorza, en su reseña sobre El caso Casas Viejas, menciona unas frases anotadas por Azaña en 1932 en las que, ante una insurrección armada contra la República, se muestra partidario de fusilar a quien fuese cogido con armas en la mano. Dice Elorza que ahí surge una duda: que a la luz de ese antecedente conviene releer el caso Casas Viejas.

Hace ahora lo mismo Elorza que hicieron algunos periódicos durante la República con Casas Viejas. Nada les bastaba, no les importaba qué quedaba probado ni qué estratagema era desmontada ni qué había sucedido realmente en Casas Viejas. Continuaron con la insidia, como luego hizo el franquismo.

Que eso ocurra en las páginas de EL PAÍS me entristece, como lector de ese periódico desde que tenía 17 años de edad y como autor de El caso Casas Viejas.— Tano Ramos.

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