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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez
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Prehistoria de la solidaridad

Miguelón, junto a un cráneo de Homo Sapiens. Fotografía tomada del blog Mis vistas del mundo

Este verano tuve la suerte de pasar en Atapuerca el último fin de semana de la campaña de excavación, a finales de julio. Allí escuché hablar por primera vez de los valores solidarios de los heidelbergensis como Miguelón, el cráneo fósil número 5 encontrado en la Sima de los Huesos en 1992. Los responsables de Atapuerca, magistrales en la investigación y en la comunicación, lo bautizaron así en honor a Induráin, que por entonces cosechaba sus mejores triunfos en el Tour. Miguelón, el fósil, ha dado tantas alegrías a la ciencia como su homónimo al deporte. En algún momento un diente se le rompió, se le infectó, y sufrió terribles dolores mientras la infección crecía y le deformaba la cara. Un drama para cualquier cazador-recolector, pero su clan cuidó de él, a pesar de que no aportaba comida y suponía una carga para todos. Tuvo la suerte de ser heidelbergensis.

Benjamina,otra pequeña vecina de Atapuerca descubierta en 2001, nació y vivió 10 años con una enfermedad rara, que le diagnosticaron medio millón de años más tarde: craneosinostosis. Probablemente un golpe en el vientre de su madre le causó una grave deformidad en el cráneo, que afectaba a sus capacidades neurológicas. Fue una niña discapacitada y siempre necesitó cuidados especiales, pero según las investigaciones de la doctora Ana Gracia “su condición patológica no fue un impedimento para recibir la misma atención que cualquier otro niño del género Homo del Pleistoceno medio".

En Atapuerca y en otros yacimientos aparecen mandíbulas de ancianos que, perdidos ya todos los dientes, sobrevivían gracias al apoyo de los demás. La dentición infantil sólo se completaba a partir de los 5 ó 6 años, y hasta entonces había que alimentar y proteger a las criaturas. En el Museo de la Evolución Humanase aprende cómo las sociedades heidelbergensis desarrollaban lazos fuertes, y su cohesión social, incluyendo la atención a los más débiles, les hacía más eficaces en las estrategias de caza y supervivencia.

Dice Juan Luis Arsuaga en “La saga humana”que los australopitecos machos eran mucho más grandes y fuertes que las hembras, lo que seguramente quiere decir que “se peleaban mucho y cooperaban poco”. En cambio, los humanos de la Sima de los Huesos se diferencian entre sexos más o menos como nosotros, y eso indica que en sus grupos había cooperación entre los varones. Quizá los heidelbergensis fueron los primeros humanos que tuvieron actividad simbólica, es decir, que empezaron a entender o interpretar lo que les pasaba. Y se dieron cuenta de que había que pelearse menos y arrimar más el hombro ante los problemas.

Hace más de 500.000 años, en el Pleistoceno medio, los homínidos ya habíamos descubierto que para sobrevivir es mejor estrategia la solidaridad que la competencia. Sería fantástico que los líderes políticos, los mercados, las empresas, y la humanidad sapiens sapiens de esta segunda década del siglo XXI lo reconocieran por fin, para salir todos juntos de esta crisis que no sabemos por dónde agarrar.

(Nota: Muy recomendable seguir las aventuras del heidelbergensis que tuitea @MiguelonMEH y del @museoevolucion, y mejor aún visitarlos personalmente en Burgos y Atapuerca.)

Puedes seguirme en @bdelabanda.

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Gracias por un artículo tan completo.Saludos
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