_
_
_
_
_
SI YO TE CONTARA ... HISTORIAS DE LOS LECTORES
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Por cada ganador tiene que haber varios perdedores

En vez de contaros eso, os dicen que podéis hacer como si fuerais ganadores."Porque yo lo valgo". En mi caso, amigos del marketing, os habéis equivocado: yo valgo más que eso

Seguramente no os va a cuadrar mi historia pero creo que también debería oírse a gente como yo.

Tengo 37 años y soy joven; nací en 1972 y no tengo recuerdos de Franco a Dios gracias. Tengo un trabajo que me gusta, bien pagado para los estándares de mi sector y para el cual estoy sub-cualificado (tengo una titulación técnica y sólo hablo dos idiomas). Dirijo el trabajo de cinco jóvenes profesionales, todos ellos posgraduados y con tres idiomas. Si estoy ahí es por mi experiencia y por mis resultados, no por mis cualificaciones teóricas.

Hay dos, quizá tres, decisiones importantes en mi vida que explican mi situación: la primera, que me independicé con 21 años; la segunda, que no tengo hipoteca ni quiero tenerla; y la tercera, que nunca he hecho una oposición ni buscado un "puesto de trabajo estable".

¿Por qué "independizarse" aparece en vuestro debate indisolublemente unido a la propiedad de una casa? ¿No le estáis haciendo el juego a esos intereses del ladrillo que han traído a este país hasta donde está? Cuando decidí independizarme ni se me pasó por la imaginación que eso significara comprar una casa. Simplemente, decidí que ya era el momento: primero en casa de una novia, después en piso compartido, ... trabajando lo necesario para pagar las cuentas, y ya está.

Desde luego, lo de la hipoteca ni se me pasó por la cabeza. Y eso que habría hecho un buen negocio, de esos que todo el mundo parece querer hacer, especulando con el precio de mi piso y creyéndome rico por su revalorización (esa decisión la habría tomado entre 1995 y 1997). Si los precios son imposibles, pues no se compra y ya está, y si eso no me permite creerme el rey del ladrillo, pues mejor, que la autocomplacencia es muy mala enfermedad. Gracias a la libertad que me proporcionó esa falta de cadenas financieras y de suficiencia, cuando se me presentó la oportunidad de trabajar en el extranjero no me lo pensé, y eso me llevó por cuatro países distintos a lo largo de ocho años, haciendo trabajos más bonitos (y más valiosos para la sociedad) de lo que me habría atrevido a soñar.

Al volver a mi ciudad, ni se me pasó por la cabeza poner como condición a los posibles trabajos que encontrara ninguna distancia máxima a mi hipoteca. Si no tenía hipoteca... Y aun así, vivo a 30 metros del lugar donde nací. Si hubiera hecho una oposición al acabar la universidad (aparentemente el destino soñado) me habría perdido demasiadas vivencias, así que tampoco al volver se me ocurrió pensarlo. Hice consultoría, trabajos esporádicos, ... lo que hizo falta, hasta llegar donde estoy. Quien crea que pude hacer todo esto por falta de responsabilidades se equivoca: desde mi vuelta al terruño hasta ahora mi hijo ha pasado cinco cursos de educación primaria y mi pareja se ha doctorado sin beca. ¿Cómo? Pues como dicta el sentido común: gastando menos de lo que ingresas y no pensando que "porque yo lo valgo" me tienen que dar todo hecho y fácil.

Vuestra primera entrega sobre el tema venía en el mismo número (el pasado domingo) que una carta al director en la que un "joven" se quejaba de que le vayan a hacer pagar lo que realmente cuesta su tarifa plana (que utiliza, imagino, para descargarse pelis y música piratas 24-7), y vi en ello una epifanía de este tema: el marketing está matando a esa generación de la que habláis, la mía, la de la democracia, a la que nunca se preparó para defenderse de mensajes tipo "porque yo lo valgo" y "lo tienes todo, gratis"; una generación que se ha creído que esos mensajes eran la verdad, y no la defensa desesperada de las empresas contra el surgimiento de lo 2.0. Y así, la gran oportunidad que hemos tenido los nacidos en democracia en este país, la generación mejor preparada que nunca ha dado esta tierra en el momento de mayor democratización de la economía y la información de la historia, se pierde entre hipotecas, descargas piratas y oposiciones.

Lo que nunca os cuenta el marketing, amigos y vecinos, es que por cada ganador tiene que haber varios perdedores. En vez de contaros eso, os dicen que podéis hacer como si fuérais ganadores: sacando una gris oposición, comprando uno de los 200 adosados de la fila (a cuarenta años), comprando bolsos de Prada en la manta. "Porque yo lo valgo". En mi caso, amigos del marketing, os habéis equivocado: yo valgo más que eso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_