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Familias que no llegan a fin de mes y pagan clases particulares: “Lo más importante es la educación de mi hija”

El miedo a que los alumnos fracasen o el deseo de darles ventaja llevan a un número creciente de progenitores a contratar extraescolares educativas, aunque ello les suponga renuncias

Penelope y su hijo Rubén, de 13 años, frente al instituto Madrid Sur, el pasado 14 de enero.
Penelope y su hijo Rubén, de 13 años, frente al instituto Madrid Sur, el pasado 14 de enero.Olmo Calvo

Rocío Valerio, de 43 años, está desempleada. Pero cuando a finales de diciembre su hijo volvió a casa, en el barrio de Vallecas, en Madrid, con las notas del primer trimestre que incluían un cinco pelado en Inglés, no lo dudó: preguntó en el chat de padres de su clase si alguien conocía a un profesor que diera lecciones particulares. Desde hace un par de semanas, se ha sumado al creciente número de progenitores que financian clases privadas para que sus hijos no se queden atrás o para proporcionarles ventaja frente a sus compañeros. “Estamos pagando 15 euros por hora, que es la tarifa estándar en clases de idiomas. La profesora viene dos veces a la semana una hora. Es una pasta, pero no hay alternativas”, afirma Valerio, que lamenta que la administración no facilite clases de repaso de Inglés, especialmente en un instituto público que, como el suyo, es bilingüe.

Las clases particulares viven un bum en España. Un auge que se enmarca en un fenómeno global, alimentado por el ambiente de competitividad escolar y por las aspiraciones de las familias, que tratan de asegurarse de que sus hijos podrán matricularse en estudios superiores con buenas salidas laborales o, al menos, no fracasarán educativamente, lo que en la mente de los progenitores se asocia cada vez más con un futuro laboral precario y muy incierto, según el análisis de Juan Manuel Moreno, catedrático de Didáctica y Organización escolar en la UNED y coautor del mayor estudio elaborado sobre el tema en España y publicado por el laboratorio de ideas EsadeEcPol. Las conclusiones revelan también una desigualdad, que los ricos las utilizan para diferenciar a sus hijos y los más empobrecidos como refuerzo para evitar el fracaso.

Víctor, hijo de Rocío, estudiando en su domicilio de Madrid, el pasado 17 de enero.
Víctor, hijo de Rocío, estudiando en su domicilio de Madrid, el pasado 17 de enero.Santi Burgos

Las extraescolares educativas fueron durante décadas un recurso utilizado sobre todo por las clases media y alta. El informe realizado por Moreno y el economista Ángel Martínez con datos del INE refleja, sin embargo, que con el paso del tiempo han ido generalizándose. Un 47% del alumnado recibe algún tipo de clases particulares. Y en las familias que pertenecen al quintil con menor capacidad de gasto, el porcentaje alcanza el 30% ―en los dos quintiles más ricos, supera el 60%―.

Ainhoa, de 9 años, empezó a ir a clases de refuerzo al inicio de este curso. “Porque suspendí catalán”, resume al salir de la Academia Ancor, en Terrassa (Barcelona), donde recibe la sesión de repaso. “Pero estoy mejorando”, se apresura a apostillar. A este centro asistió años atrás su hermana cuando necesitó ayuda con el Inglés. Los padres decidieron repetir la experiencia con la menor. “En casa no hablamos catalán y con la escuela, aunque casi todo sea en catalán, no es suficiente. Si lo fuera, no vendría”, tercia David, el padre. Y es que la familia ―él es mecánico y ella encargada de supermercado― hace el esfuerzo para asumir los 80 euros mensuales que pagan por las clases. “Renunciamos a algún capricho” ―admite el padre―, “pero es una mejora para su futuro”.

Miguel Dengra, que es profesor de secundaria en Granada y preside la asociación de directores andaluces de institutos públicos, cree que asistir a extraescolares educativas tiene un efecto en el rendimiento académico. “Sí se nota. Hay muchísima gente que tiene clases de Inglés por la tarde, o de recuperación de Matemáticas y de Física. Y ha habido un incremento claro del número de alumnos que realizan estas actividades”. El docente también cree que las lecciones particulares están agravando unas desigualdades que, por otro lado, siempre han existido, entre los chavales cuyas familias tienen más cultura y recursos económicos y los que no.

Anna charla con la psicóloga y directora de la Academia Ancor de Terrassa, el pasado 16 de enero.
Anna charla con la psicóloga y directora de la Academia Ancor de Terrassa, el pasado 16 de enero.CRISTÓBAL CASTRO

En muchos casos, las familias pagan de su bolsillo un tipo de atención que, sobre el papel, deberían cubrir las administraciones, pero que en la práctica no hacen. Loles, viuda desde hace 11 años, con dos hijos a su cargo y sueldo de cuidadora, ha tenido que asumir un alto coste desde que a su hija Anna, de 16 años, le diagnosticaron dislexia, hace seis años, y un trastorno de déficit de atención (TDAH). Desde entonces, asiste a clases privadas de reeducación, donde la ayudan a organizarse los apuntes y los deberes y a tener unos hábitos para estudiar. Unas sesiones con la psicologopeda que tuvo que combinar con el refuerzo escolar. “Como le detectaron el trastorno tarde, llevaba mucho retraso en las materias como Inglés, Matemáticas y las lenguas”, explica la madre. Hasta el curso pasado, Anna asistía hasta tres días por semana. Este año ha empezado el ciclo medio de Enfermería y solo mantiene las clases de reeducación.

“Ha habido meses que he pagado 300 euros”

El coste económico para la madre ha sido elevado. “Ha habido meses que he pagado hasta 300 euros, pero si me hubiera costado 500 los habría pagado con gusto. Mi hija hizo un cambio muy grande desde el primer año. Es el dinero mejor invertido. Si no hay para pantalones, pues bueno, pero lo más importante es la educación de mi hija”, afirma la madre, orgullosa al ver que su hija ha logrado acabar la secundaria con éxito y empezar los estudios elegidos. “Hace seis años mi hija lloraba con las tablas de multiplicar y no entendía lo que leía”, recuerda la madre. Anna también está contenta con sus logros. “Me empecé a organizar y estaba más centrada y tranquila”, afirma. Y se confiesa amante de la lectura. “Me gustan los libros románticos”, admite tímidamente.

El estudio publicado por EsadeEcPol refleja que la recepción de clases particulares experimenta un aumento en secundaria. En primaria es cuando más peso alcanzan lo que los autores del informe definen como “estudios no reglados de enseñanzas artísticas” (como las clases de danza, plástica, música o teatro en centros no oficiales), pero ya en esta primera etapa obligatoria (con alumnos de 6 a 12 años) las lecciones de idiomas y de repaso de materias curriculares básicas empiezan a tener una importante demanda. Vicent Mañes, presidente de la federación de directores de colegios públicos Fedeip, cree que en la mayoría de los casos no está justificado. “Muchas veces les decimos a las familias que sus hijos no necesitan ir a clases de repaso, y la respuesta suele ser: ‘Ya, pero cuanto más azúcar, más dulce’. En algún caso puede ser conveniente, pero la escuela debería hacer que ningún niño o niña necesite esas clases de refuerzo para conseguir éxitos educativos. Otra cosa es que la familia sienta el deseo de hacerlo, como pasa a la hora de comprar ropa de marca o funcional o un tipo de material escolar u otro”.

El hijo de Penélope Ferreras asiste a clase de Matemáticas en una academia Kumon de Madrid. Empezó a recibir las lecciones particulares a los cinco años, ahora tiene 13 y, según su madre, un nivel muy por encima del que le correspondería por su curso. “Mi hijo está en segundo de la ESO y en la academia ya ha dado todas las Matemáticas que se explican en Bachillerato”, dice Ferreras, que asegura que para pagar esas clases particulares, las de Inglés y el centro de educación especial al que va su otro hijo, su familia se ve obligada a “renunciar a otras cosas”. Aunque ambos trabajan en su casa, representa un gasto imprevisto en la economía del hogar.

Una profesora de repaso da clases particulares a dos alumnas en su domicilio de Terrassa, el pasado 16 de enero.
Una profesora de repaso da clases particulares a dos alumnas en su domicilio de Terrassa, el pasado 16 de enero.CRISTÓBAL CASTRO

La directora de la academia Ancor de Terrassa, Andy Hernández, afirma que en su centro conviven alumnos que permanecen años con otros “que suspenden una materia y corren a recibir clases intensivas para aprobar los exámenes finales”. Hernández, en cuyo centro se trabaja tanto el repaso escolar como el apoyo psicopedagógico, afirma que, a raíz de la pandemia, ha aumentado la demanda de refuerzo en los hábitos de estudio y de apoyo emocional. “Básicamente nos piden ayuda con las técnicas de estudio, estos hábitos se perdieron. Pero especialmente nos llegan problemas emocionales, por falta de autoestima y de inseguridad”.

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