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La nueva era de los robots en la industria

El grupo suizo ABB quiere diseñar plantas más flexibles tras la adquisición de ASTI. El objetivo es que las máquinas cambien el paradigma de las fábricas para adaptarlas a las fluctuaciones de la demanda

Marc Segura, presidente de la división de robótica del grupo suizo ABB
Marc Segura, presidente de la división de robótica del grupo suizo ABB, en la planta de Sant Quirze del Vallès, en la provincia de Barcelona.Massimiliano Minocri
Dani Cordero

Los robots llegaron a la industria en los años sesenta. Desde entonces aumentaron su presencia de forma paulatina, hasta que en los años 2000 ese crecimiento se estancó. En aquella década se vendían en torno a 100.000 unidades anuales. Pero algo sucedió en 2009 para que las ventas se cuadriplicaran a partir de entonces: China se sumó a la lista de clientes y la creciente electrónica de consumo entró de lleno en la pugna por los robots, cuya tecnología parecía hasta entonces un reducto al servicio de la automoción. El último salto ha sido el de la logística, con máquinas arrastrando palets y leyendo códigos para seleccionar la caja del producto que tenía que ser entregado. Ese tipo de maquinaria industrial podría alcanzar este año los 120.000 millones de euros y duplicarse en 2028, según las estimaciones de The Business Research Company, después de la contracción que se produjo durante la pandemia y en los años posteriores.

“En los próximos años la demanda se va a amplificar, porque los robots aseguran calidad y productividad”, dice convencido Marc Segura, presidente de la división de robótica del grupo suizo ABB, uno de los principales jugadores del sector, con unas ventas de 3.400 millones de euros (3.640 millones de dólares) en 2023. Consciente de que su afirmación queda cuestionada por los últimos datos —los pedidos cayeron un 26% el pasado ejercicio—, Segura avala el futuro del sector porque lo ve como una palanca para superar uno de los mayores riesgos a los que se enfrenta la industria en los próximos años: la incertidumbre y una necesaria flexibilidad, que se unen a la falta de mano de obra cualificada en muchos ámbitos. “Nosotros nos lo tenemos que tomar como algo positivo, porque una forma de mitigar el riesgo de incertidumbre es que tu fábrica o almacén sea muy capaz de adaptarse a las nuevas condiciones”, señala.

De hecho, ABB intenta volver esa desnortada nueva situación como un viento que juegue a su favor y, en parte, está construyendo parte de ese futuro a partir de la adquisición en 2021 de una empresa burgalesa, ASTI, especializada en robots móviles autónomos. “Se trata de una apuesta para crear una nueva arquitectura de fábrica: rompemos las largas líneas de producción en trozos más pequeños y los conectamos con robots móviles”, intenta simplificar Segura. Uno de los problemas actuales de cualquier línea de ensamblaje es que un proceso lleva a otro, con muy limitadas opciones de cambiar la fabricación, pero el problema llega cuando esa incertidumbre que mencionaba Segura es necesaria llevarla a la fábrica y ajustarla rápidamente. Por ejemplo, las marcas de coches que en una misma línea ensamblan coches eléctricos, híbridos o de combustión en función de la demanda de mercado. O del color que piden los clientes. “Queremos que nuestra flexibilidad permita, si hay que añadir una nueva variante a la producción, añadir una nueva celda de producción y hacer que ese robot móvil permita trasladar las unidades de producción a otras celdas de trabajo sin tener que cambiar toda la fábrica, como sucede ahora. Es un cambio de paradigma de la arquitectura de las fábricas”.

Segura explica que ese cambio de modelo es importante para las marcas de coches o de teléfonos móviles, pero incluso todavía más para sus proveedores, cuya producción está estrechamente vinculada a las ventas que detectan los fabricantes pero cuya información llega más tarde y con visos de urgencia. “Adaptarte con tanta incertidumbre es un reto y esta realidad no la vamos a cambiar, pero sí podemos cambiar la forma de producir, porque será un elemento de resiliencia”, dice Segura, que habla de los robots móviles como un recurso más, como el que ofrecerá la inteligencia artificial, en la que ABB trabaja desde 2015, con centros en Santa Clara (California) y Barcelona.

“Hasta hace nada los robots eran muy tontos”, dice sobre lo que considera que está cambiando. Esas antiguas máquinas estaban poco desarrolladas porque se movían en entornos preparados para ellas, en los que no se concebían cambios no programados. Con la inteligencia artificial analítica se les introdujeron cámaras y sensores y empezaron a hacer un proceso de aprendizaje que les ha permitido avanzar en algunas tareas, pero la industria tiene fe en que esa inteligencia artificial evolucione hasta la generativa, que permita incluso una interacción con lenguaje natural, sin las líneas de código habituales que envían las órdenes hoy a los robots. “Aunque para eso vamos a necesitar todavía unos años”, asume el directivo, que considera que donde hay más campo para recorrer es en la distribución y la logística, con miles de variables que cambian continuamente, aunque acabarán siendo fundamentales en tareas de mantenimiento, e servicios de hospitales… “donde el entorno es absolutamente impredecible”.

El reto de China

El otro gran reto que tiene la robótica se encuentra en China, después de que el Gobierno local lo introdujera en su plan quinquenal a finales de 2021. El gigante asiático ha demostrado tanto en la fabricación de vehículos eléctricos como de energías renovables, que introducir un vector económico en su planificación temporal acaba convirtiéndose en un riesgo para los grandes fabricantes, que en este caso se reparten entre Japón y Europa. “Van a emerger muchas empresas en el sector, pero sobre todo van a destacar una o dos que van a ser muy fuertes y que, después de controlar el mercado chino, van a salir a exportar”, asume Segura, que como otros fabricantes europeos no critica la competencia china bajo el argumento de las ayudas estatales. China representa actualmente la mitad del mercado global de los robots y ABB está convencido de que tiene que jugar fuerte allí con una política comercial de. “China para China”, como han hecho otros fabricantes europeos como Grupo Volkswagen. Hace un año el grupo suizo abrió una fábrica en Shanghái tras una inversión de 140 millones de euros y tiene allí basado un equipo de I+D, pensando en productos específicos para el mercado local.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.
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